27 noviembre 2019

Las personas desarrollan su carrera profesional en las Naciones Unidas por razones tan diversas como los países de los que proceden. Muchos aspirantes a funcionarios prevén que, en algún momento de su carrera, prestarán servicio en regiones asoladas por los efectos de la guerra, la injusticia, la mala gobernanza y la pobreza, con la esperanza de aliviar la difícil situación de las personas más necesitadas sobre el terreno. Como tenía un perfil académico, cuando fui contratado supe que pasaría algún tiempo —tal vez años— en un escritorio, inmerso en la enorme burocracia de la Organización, pero también esperaba que, con el tiempo, me asignaran a una misión sobre el terreno, en la que pudiera hacer una contribución más directa a la resolución de problemas complejos. Mi primer trabajo en las Naciones Unidas empezó en marzo de 2015, cuando fui asignado al Departamento de Asuntos Políticos como oficial encargado de Somalia. Más tarde, en agosto de 2017, me incorporé al Departamento de Comunicación Global, pero seguía teniendo un gran deseo de prestar servicio sobre el terreno.

Finalmente, en agosto de 2018, llegué al Sudán para mi primera asignación a una misión de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, lleno de entusiasmo, y también de ansiedad. Me habían destinado a la Operación Híbrida de la Unión Africana y las Naciones Unidas en Darfur (UNAMID), donde debía ejercer como Auxiliar Especial del Jefe de Estado Mayor. Trabajaba en el Cuartel General de la Misión en El Fasher, una ciudad remota situada en plena región de Darfur que no podía ser más diferente de Nueva York. Mi decisión de solicitar un puesto de trabajo en la UNAMID surgió de un interés intelectual por la situación de la política y el desarrollo en el Cuerno de África y Oriente Medio, una parte del mundo que algunos académicos y encargados de la formulación de políticas han denominado “el arco de la crisis” .1

Los últimos meses de 2018 eran una época interesante para llegar al Sudán, pues la situación política del país gozaba de una relativa estabilidad en comparación con la situación de cinco o diez años atrás. En Darfur los prolongados e intensos combates entre las fuerzas gubernamentales y los grupos rebeldes se habían reducido a escaramuzas de bajo nivel confinadas en la subregión de Yebel Marra. De hecho, las condiciones de seguridad en Darfur habían mejorado, en la medida en que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ya había designado junio de 2020 como fecha de salida para la UNAMID. Sin embargo, la situación cambió de forma inesperada en diciembre de 2018, cuando se desataron protestas contra el Gobierno por todo el Sudán debido al empeoramiento de las condiciones económicas. Las protestas culminaron con la destitución, en abril de 2019, del Presidente Omar al-Bashir, que llevaba mucho tiempo en el poder, lo que constituyó el primer cambio de Gobierno del Sudán en 30 años. El derrocamiento de Al-Bashir desencadenó un turbulento período de cinco meses que se caracterizó por nuevas protestas, la represión militar de los manifestantes y el espectro de una guerra civil de baja intensidad, que se logró evitar mediante un intenso proceso de mediación internacional. Dichos esfuerzos se concretaron en un Gobierno de unidad nacional y la firma de una nueva constitución nacional en agosto de 2019. Esa sucesión de acontecimientos describe el Sudán en el que trabajé durante 12 meses.

Tormenta de arena, o haboob, sobre el centro logístico de la UNAMID en El Fasher (Darfur Septentrional). Se trata de un fenómeno meteorológico natural en Darfur que se produce todos los años entre marzo y julio (8 de julio de 2015, UNAMID/Adrian Dragnea).

La realidad de la vida de la misión en Darfur se hizo evidente a los pocos días de mi llegada a El Fasher. El confinamiento en un complejo militarizado, un importante racionamiento de agua que permitía disponer de agua corriente solo unas horas al día, las escasas opciones de alimentos y uno de los climas más calurosos del planeta eran solo algunas de las incomodidades con las que tuvimos que vivir allí. Sufrí dos ataques de intoxicación alimentaria en mis primeras seis semanas, cuando estaba aprendiendo a desempeñar uno de los puestos que conllevaban más actividad de la misión, con jornadas laborales que a menudo llegaban a las 80 horas semanales. Para situar los acontecimientos en contexto, en ese momento la UNAMID era la segunda operación de mantenimiento de la paz de la Naciones Unidas más importante del mundo, con un presupuesto anual de unos 700 millones de dólares, un despliegue de personal uniformado de 4.050 efectivos militares y 2.500 agentes de policía y una plantilla de personal civil de más de 1.500 miembros.3 En su punto álgido en 2012, la UNAMID era la mayor operación de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, con un presupuesto anual de cerca de 2.000 millones de dólares y una dotación de personal uniformado que superaba los 20.000 efectivos, desplegados en una zona del tamaño de Francia. A pesar de las numerosas dificultades e inconvenientes, finalmente ocupé mi nuevo puesto de Auxiliar Especial de Jefe de Estado Mayor, lo que me permitió tener una visión general de las operaciones cotidianas de esta importante misión. Entre otras cosas, me encargaba de editar toda la correspondencia de salida, procesar toda la correspondencia de entrada y convocar las reuniones del personal directivo superior.

Si tuviera que mencionar mis experiencias más memorables en la UNAMID, encabezaría la lista un suceso que tuvo lugar a las pocas semanas de mi llegada: una operación en la que la UNAMID desplegó su primera misión humanitaria en territorio controlado por los rebeldes tras un desastre causado por aludes de lodo que se cobró la vida de muchos civiles. Para llevar a cabo el despliegue hubo que mantener negociaciones con el Gobierno del Sudán y los grupos rebeldes en relación con el acceso por tierra y por aire a la zona damnificada. Reuní al equipo de gestión de crisis y presté apoyo técnico mientras el equipo supervisaba los acontecimientos en tiempo real, durante un período de varios días. Fue una labor parecida a impartir una sesión del Modelo de las Naciones Unidas de posgrado, con la salvedad de que, en este caso, lo que estaba en juego era real y la experiencia en sí resultó fascinante. También hubo momentos muy conmovedores, como, por ejemplo, cuando los comandantes de la misión humanitaria tuvieron que describir la tremenda magnitud de la asolación y el sufrimiento humano en el lugar del desastre, que ellos presenciaron de primera mano.

  Vista aérea de la base de operaciones temporal de la UNAMID en Golo (zona de Yebel Marra, Darfur Central) (12 de agosto de 2018, UNAMID/Yousif Bilal).

También recuerdo de manera especial la participación en un ejercicio que es rutinario en todas las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, cuando el Jefe de la misión tiene que “defender” el presupuesto anual de la misión en una agotadora sesión de tres horas con un grupo integrado por 14 miembros de la Comisión Consultiva en Asuntos Administrativos y de Presupuesto (CCAAP). La reunión, en la que participé, se celebró por videoconferencia y se organizó de tal manera que los miembros del grupo de la CCAAP, que se encontraban en Nueva York, solo pudieran ver al Jefe de la Misión y al Director de Apoyo a la Misión en su pantalla de proyección. En representación del terreno, otros colegas y yo nos sentamos en la mesa, pero fuera de cámara, garabateando febrilmente y deslizando notas para ayudar a nuestros dos directores cuando tenían que abordar cuestiones más técnicas y minuciosas. Fue un proceso fascinante, en muchos aspectos tan difícil como la defensa de una tesis doctoral, y una manera excelente de conocer mejor los entresijos de las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas.

Una ventaja fundamental que teníamos en la UNAMID era que, en 2018, el entorno de seguridad en Darfur había mejorado considerablemente. Los altos funcionarios podían salir de forma rutinaria de los campamentos de las Naciones Unidas para reunirse con funcionarios gubernamentales, grupos de la sociedad civil y comunidades rurales; visitar los campamentos de desplazados internos; y viajar a lugares donde la UNAMID llevaba a cabo proyectos de infraestructura o de desarrollo de la capacidad. Como miembro ocasional de esas delegaciones, pude formarme una idea de la repercusión de la UNAMID sobre el terreno y descubrir una dinámica que no habría podido captar trabajando como oficial encargado desde Nueva York. Sucedió lo mismo cuando tuvimos que hacer frente al imprevisto cambio de gobierno en Jartum, que obligó a organizar frecuentes reuniones de emergencia dentro de la UNAMID, así como entre la UNAMID y la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York y entre la UNAMID y el Gobierno del Sudán sobre el modo de mantener la estabilidad y la salida prevista de la misión.

Antes de la agitación política de diciembre de 2018, el personal de la UNAMID también pudo visitar los mercados de las comunidades locales durante los fines de semana. Esta oportunidad añadida me ofreció la ocasión de interactuar con los habitantes de Darfur en su vida cotidiana, apreciar su fuerza de carácter general como pueblo confrontado a la adversidad y experimentar su notorio sentido de la hospitalidad. Un ejemplo memorable fue una excursión, por cortesía de los colegas del personal nacional de Darfur en la oficina del Jefe de Estado Mayor, para disfrutar de la cocina local de Darfur en un mercado situado en el cercano campamento de Abu Shouk, uno de los mayores campamentos de desplazados internos de Darfur Septentrional, donde viven unas 80.000 personas. Todas las personas con las que nos encontramos nos brindaron una excelente acogida, a pesar de nuestras insignias de las Naciones Unidas y nuestra indumentaria extranjera.

Helicóptero de la UNAMID en la base de operaciones temporal de Golo (zona de Yebel Marra, Darfur Central) (6 de junio de 2018/Armands Pupols).

En definitiva, la asignación a mi misión me pareció muy gratificante. Regresé a Nueva York más convencido que nunca de la importancia que revisten las Naciones Unidas en el siglo XXI, tras haber sido testigo de los cambios humanitarios, políticos y de seguridad3 que había logrado la UNAMID en la vida de la población de Darfur en el transcurso de sus 12 años de despliegue. Mi consejo a otros funcionarios que se plantean la idea de prestar servicio en una operación de mantenimiento de la paz es que lo hagan si pueden, y lo antes posible en su carrera. Sin duda, trabajar en una operación de mantenimiento de la paz o una misión política especial de las Naciones Unidas enriquecerá su carrera y les ofrecerá la oportunidad de vivir experiencias inolvidables. También los ayudará a contextualizar su asignación en la Sede u otras oficinas de las Naciones Unidas, donde a menudo se pierde de vista la repercusión de su labor en lugares menos afortunados del mundo.

Al reflexionar sobre mi estancia en Darfur, me viene a la memoria una cita del difunto y gran diplomático de las Naciones Unidas Sergio Vieira de Mello, quien dijo: “Nunca olviden que las verdaderas recompensas y los verdaderos desafíos de servir en las Naciones Unidas están ahí fuera, en el terreno, donde las personas sufren, donde las personas los necesitan” .4

Notas

1George Lenczowski, “The Arc of Crisis: its central sector”, Foreign Affairs, primavera de 1979. Disponible en https://www.foreignaffairs.com/articles/russian-federation/1979-03-01/arc-crisis-its-central-sector, consultado el 2 de octubre de 2019.

2Estas cifras eran las vigentes en junio de 2019.

3Para más información sobre los logros de la UNAMID en materia de política, seguridad y ayuda humanitaria, consúltense el sitio web de la UNAMID (https://unamid.unmissions.org/) y la página de la UNAMID en el sitio web sobre el mantenimiento de la paz (https://peacekeeping.un.org/es/mission/unamid).

4BBC, Four Storyville, "Fight to save the world: Sergio", 2 de junio de 2011. Disponible en https://www.bbc.co.uk/programmes/b011m9vy.

 

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