21 de mayo de 2021

La crisis de la COVID-19 ha sido un toque de atención para que corrijamos nuestra deteriorada relación con la naturaleza, y ha reafirmado que la biodiversidad es esencial para la salud humana y un factor crucial para el desarrollo sostenible.

La reducción de la biodiversidad y el riesgo de futuras pandemias tienen numerosas causas fundamentales comunes: la degradación de los bosques y la fragmentación de los hábitats implican un contacto cada vez mayor entre los seres humanos y la fauna y flora silvestres. Unas políticas de protección de la biodiversidad más eficaces pueden reducir el riesgo de pandemias futuras, con un costo económico y social muy inferior al que puede entrañar una pandemia mundial.

Los beneficios y la eficacia en función de los costos del establecimiento de una alianza con la naturaleza se extienden a otros ámbitos como la seguridad alimentaria e hídrica o el cambio climático. Por fortuna, esto cada vez se entiende mejor; la población comienza a percatarse de la importancia de la biodiversidad para su propia salud, bienestar y prosperidad.

La Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica celebrada el pasado mes de septiembre y el Compromiso de Líderes por la Naturaleza, así como la cumbre “Un planeta”, celebrada en enero, reafirmaron la voluntad política y los compromisos con la biodiversidad en favor del desarrollo sostenible. Al mismo tiempo, se hizo hincapié en las iniciativas encaminadas a reducir la deforestación, poner fin a las prácticas pesqueras insostenibles, eliminar los subsidios dañinos e impulsar la transición hacia sistemas sostenibles de producción de alimentos.

Los líderes mundiales subrayaron que la destrucción de la naturaleza está aumentando el riesgo de que se produzcan futuras pandemias. En respuesta a ello se puso en marcha la iniciativa PREZODE, la primera a escala mundial cuyo objetivo es contribuir a prevenir la próxima pandemia a través de la investigación colaborativa y la reducción de las presiones sobre la biodiversidad. Con el fin de disminuir el riesgo de futuras crisis y de desarrollar la resiliencia de nuestras sociedades, la recuperación posterior a la pandemia debe centrarse en el bienestar y la inclusión, así como en impulsar las inversiones y promover cambios de comportamiento.

Reconstruir mejor significa proteger la biodiversidad para situarnos en una senda de sostenibilidad. Pero, para lograr esta meta, es preciso adoptar medidas interdependientes en varios ámbitos, cada uno de los cuales es necesario pero no suficiente en sí mismo. También es esencial intensificar los esfuerzos dirigidos a conservar y restaurar la diversidad biológica, abordar el cambio climático tratando de limitar el aumento de la temperatura global sin imponer presiones indeseadas a la biodiversidad y transformar nuestra forma de producir, consumir y comerciar con bienes y servicios que dependen de la biodiversidad y la afectan. Los subsidios insostenibles deben reorientarse hacia incentivos positivos para la naturaleza. 

La naturaleza tiene la solución para muchos de nuestros problemas relacionados con el desarrollo sostenible; por lo tanto, debemos colaborar con ella. Las soluciones basadas en la naturaleza, que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) define como “acciones dirigidas a proteger, gestionar y restaurar de manera sostenible ecosistemas naturales o modificados, que hacen frente a retos de la sociedad de forma efectiva y adaptable, proporcionando simultáneamente bienestar humano y beneficios de la biodiversidad”, no solo reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y absorben una mayor cantidad de carbono, sino que además mejoran la resiliencia al cambio climático. Además, proporcionan filtrado de agua, protección frente a las inundaciones y reducción del riesgo de desastres, al tiempo que mejoran el estado del suelo y la diversidad biológica. 

Las soluciones basadas en la naturaleza pueden sacar de la pobreza a 1.000 millones de personas, crear más de 70 millones de puestos de trabajo y aportar crecimiento productivo por valor de 2.300 billones de dólares de los Estados Unidos a la economía mundial. De hecho, las soluciones basadas en la naturaleza que logran un equilibrio entre los objetivos sociales, económicos y ecológicos podrían ofrecer beneficios inmediatos y eficaces en función de los costos a largo plazo para mitigar el cambio climático y favorecer la adaptación a sus efectos inevitables. En ausencia de medidas en el frente climático y en lo que respecta a la biodiversidad, el desarrollo sostenible es una quimera.

© Convenio sobre la Diversidad Biológica

Entonces, ¿qué podemos hacer? El marco mundial de la diversidad biológica posterior a 2020, que se está negociando actualmente para su adopción durante la 15ª reunión de la Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica que tendrá lugar a lo largo de este año, establece cinco objetivos relacionados con la Visión 2050 de “vivir en armonía con la naturaleza”.

El marco propone prevenir la pérdida de espacios naturales protegidos e incrementar dichos espacios de manera sustancial a largo plazo para garantizar la resiliencia de los ecosistemas. La protección de la naturaleza y la prevención de las situaciones en las que las personas puedan entrar en contacto con áreas naturales vírgenes reducen la probabilidad de futuras pandemias. Asimismo, incluye propuestas dirigidas a garantizar y aumentar de forma sostenible los beneficios para las personas con objeto de mejorar la nutrición y el acceso a agua potable a nivel mundial, así como a desarrollar la resiliencia a los desastres naturales y respaldar iniciativas destinadas a cumplir el Acuerdo de París. Todos estos objetivos son imprescindibles para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y pueden desempeñar un papel significativo en la creación de resiliencia. Cabe destacar que la aplicación de las lecciones aprendidas durante la ejecución del Plan Estratégico ayudará a asegurar que el marco sea realmente ambicioso y tenga capacidad transformadora. 

Esto significa que se necesitan mayores esfuerzos para hacer frente a los factores directos e indirectos que contribuyen a la pérdida de biodiversidad. Dichos esfuerzos incluyen la adopción de enfoques integrados y holísticos en lo que respecta a la planificación y la ejecución, así como una mayor interacción entre los ministerios gubernamentales, los diversos sectores económicos y la sociedad; objetivos y metas correctamente diseñados y formulados con un lenguaje claro y sencillo, con indicadores cuantificables, un seguimiento más eficaz y transparente y recursos adecuados; la reducción de los retrasos en la planificación y puesta en práctica de las estrategias y planes de acción en materia de biodiversidad; un compromiso con un enfoque integrado, por parte de todos los niveles gubernamentales y toda la sociedad, de mejorar la gestión del medio ambiente y sus interacciones con la sociedad humana; una mayor integración de las cuestiones de género, del papel de los pueblos indígenas y de la participación de las comunidades locales, las empresas, el sector financiero y todas las demás partes interesadas; y, dada la actual crisis provocada por la pandemia, la adopción de un enfoque basado en el principio de “Una sola salud”, que insta a gestionar los ecosistemas (incluidos los agrícolas y los urbanos) y a explotar la fauna y la flora silvestres de acuerdo con un planteamiento integrado, con objeto de promover la salud de los ecosistemas y de los pueblos. 

Además, el quinto informe Perspectiva mundial sobre la diversidad biológica (GBO-5) publicado recientemente subrayó tres lecciones clave que aportarán una información extremadamente útil para las medidas que debemos tomar de forma inmediata, y describió ocho grandes transiciones que son necesarias para frenar y, a continuación, detener la aceleración del deterioro de la naturaleza, de forma que nuestras sociedades adopten un modelo de convivencia con la naturaleza más sostenible. 

Bosque de espinos en Ifaty (Madagascar), que alberga diversas especies de Adansonia (baobab), Alluaudia procera (ocotillo de Madagascar) y otras plantas. Fotografía: JialiangGao, www.peace-on-earth.org/Wikimedia Commons

Es necesario elevar el nivel de ambición a nivel nacional para proteger la naturaleza, así como garantizar que las acciones llevadas a cabo en los países vayan dirigidas a la consecución de metas mundiales e intensificar los esfuerzos para situar la biodiversidad en el centro de la toma de decisiones en todos los aspectos de la vida, la labor de gobierno y las economías. Debemos colaborar con la naturaleza para hacer frente a los múltiples desafíos a los que nos enfrentamos: hacer realidad el desarrollo sostenible, frenar el cambio climático y revertir la pérdida de diversidad biológica.

Entre las ocho grandes transiciones se encuentran las siguientes: i) la transición de la tierra y los bosques: conservar ecosistemas intactos, restaurar ecosistemas, combatir la degradación y revertirla, y utilizar la planificación territorial a nivel de paisaje para evitar, reducir y mitigar los cambios en el uso de la tierra; ii) la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles: posibilitar dietas sostenibles y saludables con un mayor énfasis en la diversidad de alimentos y un consumo más moderado de carne y pescado, así como en conseguir reducciones drásticas de los desechos generados por el suministro y el consumo de alimentos; iii) la transición hacia explotaciones pesqueras y océanos sostenibles: proteger y restaurar los ecosistemas marinos y costeros, reformar las explotaciones pesqueras y gestionar la acuicultura y otros usos de los océanos para garantizar su sostenibilidad y mejorar la seguridad alimentaria y los medios de vida; y iv) la mencionada transición hacia un paradigma basado en “Una sola salud”.

Ya existen acciones en curso para hacer realidad muchas de estas transiciones. Por ejemplo, hemos asistido a una reducción del 30 % en el ritmo de deforestación, con ganancias netas en superficies forestales y otros ecosistemas naturales. Hemos alcanzado el nivel acordado de protección de la tierra y el mar; del 10 al 15 % en el caso de las zonas terrestres y del 3 al 7 % en las marinas. También hemos logrado importantes avances en lo que se refiere a las especies invasoras, y es probable que el número de extinciones se haya reducido en un factor de 2 a 4. 

Por desgracia, todavía queda mucho por hacer. Más de la mitad del producto interno bruto (PIB) mundial depende moderadamente o en gran medida de la naturaleza y los servicios que ofrece; en 2010, alrededor de 2.600 millones de personas obtenían sus medios de vida parcialmente o en su totalidad de la agricultura, 1.600 millones de los bosques y 250 millones de las pesquerías.

Continuar haciendo las cosas como siempre se han hecho no es una opción. Se calcula que el costo de la inacción asciende, como mínimo, a 14 billones de dólares de los Estados Unidos —el 7 % del PIB mundial— de aquí a 2050; la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas están afectando ya de manera desproporcionada a las poblaciones marginadas.

El hecho es que la constante pérdida de diversidad biológica y la degradación de los ecosistemas reducen la capacidad de la biodiversidad y de los ecosistemas de prestar servicios esenciales para la vida, desde la seguridad alimentaria y la nutrición hasta la regulación de la calidad del agua y el aire, así como la regulación de plagas y enfermedades.

En consecuencia, la diversidad biológica se ha convertido en un problema que suscita una gran preocupación en todo el mundo. La voluntad manifestada por los líderes mundiales de hacer frente a estas cuestiones de aquí en adelante es un buen augurio para el futuro. Tenemos ante nosotros una oportunidad única de reimaginar y transformar nuestra relación con la naturaleza y promover al mismo tiempo la salud global y comunitaria. Debemos aprovechar esta oportunidad, puesto que todos somos parte de la solución.


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