6 de julio de 2020

Las Naciones Unidas nacieron en un momento de gran desesperación, cuando los redactores de su documento fundacional se atrevieron a imaginar un mundo mejor que se caracterizase por la paz y la igualdad. Cuando se reunieron en San Francisco el 26 de junio de 1945 para firmar la Carta de las Naciones Unidas, los visionarios líderes mundiales optaron por la esperanza en lugar del cinismo, por la empatía en lugar de la indiferencia y por la asociación en lugar de la desconfianza. Se embarcaron en un nuevo orden mundial basado en unas normas y con una Organización de legitimidad inigualable en como elemento central.

Durante los últimos 75 años, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha servido como un “parlamento de la humanidad”. Como principal órgano de deliberación, formulación de políticas y representación de las Naciones Unidas, la Asamblea sirve de foro para compartir perspectivas, forjar alianzas y alcanzar el consenso. Se basa en la igualdad de voz y voto. Cuando existe un desacuerdo, la Asamblea ofrece un espacio donde llevar a cabo un debate respetuoso en el que los Miembros pueden propiciar el entendimiento y alcanzar compromisos.

En el marco de sus competencias como órgano principal de las Naciones Unidas, la Asamblea General ha ayudado a orientar la transformación de nuestro mundo durante los últimos tres cuartos de siglo. Adopta resoluciones sobre una gran diversidad de asuntos que reflejan las aspiraciones de la humanidad en torno a los tres pilares del trabajo de las Naciones Unidas: los derechos humanos, la paz y la seguridad, y el desarrollo.

Las resoluciones de la Asamblea General han ayudado a crear los elementos centrales para el desarrollo normativo del derecho internacional. En 1959, por medio de la resolución 1472 (XIV) de la Asamblea, se creó la Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos. Con ello se inició una labor que ha facilitado el uso de la tecnología moderna y las telecomunicaciones. En 1957, la Asamblea, mediante la resolución 1105 (XI), decidió organizar la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, la cual sentaría las bases para la aprobación en 1982 de la primera “constitución del mar”, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.

La Carta de las Naciones Unidas estableció el objetivo de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”. En consecuencia, la Asamblea General ha trabajado duro para alcanzar el objetivo de eliminar las armas atómicas y todas las demás armas de destrucción masiva. Este fue el origen del desarrollo normativo del régimen internacional sobre el desarme y la no proliferación.

En 1948, la Asamblea, a través de la resolución 217 (III), aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos. Este conjunto de derechos inalienables estableció una serie de normas para la igualdad de trato de todas las personas y reafirmó lo que se menciona en el preámbulo de la Carta:

“Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos [...] a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres [...]”

El mundo ha cambiado mucho desde 1945, puesto que más de 80 antiguas colonias se han unido a la Organización. En respuesta a los pueblos de las Naciones Unidas que anhelan la independencia, en su décimo quinto aniversario la Asamblea adoptó la resolución 1514, que proporcionó la formulación más acreditada y completa del principio de libre determinación. En 1966, gracias a la resolución 2202 (XXI) A, se declaró el apartheid como un crimen de lesa humanidad. La Asamblea continúa promoviendo la igualdad y la dignidad para todos, también a través del Decenio Internacional de los Afrodescendientes 2015-2024 encomendado con el tema “Afrodescendientes: reconocimiento, justicia y desarrollo”, y el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, que se celebra el 21 de marzo.

De hecho, la Asamblea General ha tratado de poner fin a la discriminación en todas sus formas. En 1975, aprobó la Declaración de los Derechos de los Impedidos; en 1979, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; en 1981, la Declaración sobre la Eliminación de Todas las Formas de Intolerancia y Discriminación Fundadas en la Religión o las Convicciones; en 1989, la Convención sobre los Derechos del Niño; y, más recientemente, en 2007, la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

En 2015, todos los Estados miembros aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible por medio de la resolución 70/1. El embrión del Acuerdo de París sobre el Clima se gestó como una resolución de la Asamblea General. Estos hitos del multilateralismo del siglo XXI evidencian el reconocimiento por parte de los Estados miembros de que es necesario adoptar una acción colectiva para combatir las amenazas existenciales y proteger a los ciudadanos del mundo y al planeta en el que vivimos para las generaciones futuras. Cuando nos enfrentamos a diversos desafíos mundiales, la solidaridad sigue siendo nuestra primera y mejor línea de defensa.

Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas no es una panacea. A pesar de su máximo empeño, los conflictos y las contiendas persisten y, en algunos casos, la sociedad ha sufrido daños irreparables. No pudimos impedir el genocidio en Rwanda, y la cuestión de Palestina sigue sin resolverse. Muchos consideran que la comunidad internacional no ha estado a la altura en estos casos. Por este motivo, debemos reflexionar y seguir colaborando en nombre de las comunidades que más nos necesitan y en honor del personal de mantenimiento de la paz y de otra índole de las Naciones Unidas que ha pagado el precio más alto en cumplimiento de sus deberes.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha liderado la respuesta mundial frente a la pandemia de COVID-19 desde el inicio de la crisis. El sistema de las Naciones Unidas ha mostrado la máxima eficacia a la hora de impulsar el apoyo a los más vulnerables. En la Asamblea General, los Estados miembros se unieron para aprobar resoluciones que reivindicaban la solidaridad y el acceso global a los medicamentos y equipos médicos. Además, tomaron unas medidas históricas para que la Asamblea General pueda operar y defender la labor de las Naciones Unidas durante este período, mediante la adopción de decisiones en virtud de las nuevas normas y los nuevos procedimientos.

El septuagésimo quinto aniversario de las Naciones Unidas se celebra en un momento en que ajustamos cuentas con respecto a nuestro planeta común y a nuestro futuro compartido. Ha llegado el momento de actuar, de ser ambiciosos y de colaborar. El 1 de julio de 2020, la OMS había registrado 10 millones de casos y más de 500.000 personas habían perecido ante los efectos de la COVID-191. Esta pandemia ha agravado las desigualdades que existían previamente, y su repercusión socioeconómica no conoce precedentes en la historia de nuestra Organización. El Director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, David Beasley, advierte sobre una hambruna “de proporciones bíblicas”; el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas informa de que 1.600 millones de niños no pueden asistir a la escuela de forma presencial; y la pandemia continúa afectando de manera desproporcionada a las mujeres y los grupos vulnerables, como los refugiados o los desplazados internos.

Nuestra respuesta continua exigirá la renovación del compromiso con el multilateralismo mientras llevamos a cabo una reconstrucción para mejorar en esta Década de Acción (2020–2030), con el fin de poner en práctica los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En 2015, los miembros de la Asamblea General se comprometieron a no dejar a nadie atrás y a encaminar al mundo por la vía del desarrollo sostenible y la prosperidad para todos. Nos encontramos en una situación sin precedentes y debemos intensificar nuestros esfuerzos para lograr los ODS a tiempo. Se trata de un llamamiento a la acción para las Naciones Unidas, al tiempo que reflexionamos sobre el futuro que queremos y las Naciones Unidas que necesitamos.

Hace tres cuartos de siglo, los fundadores de nuestra Organización demostraron una gran fortaleza en una época de crisis. Optaron por confiar los unos en los otros y por unirse en la búsqueda de un mundo mejor. En el discurso inaugural del primer Presidente de la Asamblea General, Su Excelencia Paul-Henri Spaak afirmó lo siguiente:

“Es posible que algún día, en el porvenir, tengan razón los pesimistas; yo no lo sé. Lo que sí sé es que ahora se equivocan. Anunciaban en San Francisco que jamás se votaría la Carta; en Londres, que la Organización no podría jamás llegar a existir; en el curso de estas últimas semanas, que ya no nos reuniríamos más; y ahora, que sin duda nos vamos a destrozar mutuamente”2.

En el septuagésimo quinto aniversario de las Naciones Unidas, debe quedar claro que no decepcionaremos a los fundadores de nuestra Organización ni a nosotros mismos. “Nosotros los pueblos” debemos mantenernos firmes en nuestra resolución para alcanzar los objetivos y principios de nuestra Carta.

Notas

1 Disponible en la página “Brote de enfermedad por coronavirus (COVID-19)” del sitio web de la Organización Mundial de la Salud (https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019) (consultado el 1 de julio de 2020).

2 Naciones Unidas, Documentos Oficiales de la Asamblea General, 34ª sesión plenaria, U.N. Doc A-PV-34-EN (23 de octubre de 1946), párr. 82. Disponible en https://digitallibrary.un.org/record/482476/files/A_PV-34-ES

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