6 de noviembre de 2021

Hace veinte años, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 6 de noviembre el Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados. Desde entonces, esta conmemoración ha atraído la atención internacional hacia todo lo relacionado con los diamantes de sangre y otros recursos motivo de conflicto, así como hacia los ataques internacionales al medio ambiente utilizando tácticas de tierra arrasada.

Hemos hecho importantes progresos en lo que se refiere tanto al entendimiento como a la acción. En 1991, la Comisión de Indemnización de las Naciones Unidas terminó su evaluación de los daños medioambientales injustificados provocados por la Guerra del Golfo de 1990-1991, y concedió indemnizaciones por valor de 5.300 millones de dólares. La Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Internacional desarrolló un borrador con los principios de derecho internacional en materia de protección del medio ambiente en relación con los conflictos armados. El Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo, antecesor del Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, adoptó las pautas Natural Resource Management in Transition Settings (Gestión de los recursos naturales en escenarios de transición), de aplicación para 38 agencias, fondos y programas de las Naciones Unidas. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha tratado problemas relacionados con los recursos naturales y el medio ambiente en sus resoluciones más de 300 veces (y sigue sumando). Los acuerdos de paz, que solían mencionar solo ocasionalmente los recursos naturales y el medio ambiente, ahora lo hacen con regularidad y de múltiples formas. Las evaluaciones medioambientales posteriores a los conflictos, a menudo realizadas por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se han convertido en una práctica habitual. Respecto a todos estos progresos, cabe señalar que todas estas medidas introducen la consideración del medio ambiente en las preocupaciones en materia de seguridad. Es necesario prestar más atención a la integración de la paz y la seguridad en el desarrollo sostenible.

La guerra es lo contrario al desarrollo. Para que sea efectivo, el desarrollo sostenible debe hacer frente a los conflictos y fomentar la paz.

La adopción del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 16, "promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible...", fue un hito importante para integrar inicialmente la paz en el marco de las políticas a nivel de todo el sistema de las Naciones Unidas. A diferencia de otros ODS, este no cuenta con metas ni indicadores significativos para seguir el progreso hacia una sociedad pacífica. Algunas metas son relevantes, en especial la que pide "reducir significativamente todas las formas de violencia y las correspondientes tasas de mortalidad en todo el mundo" (Meta 16.1) y la que aboga por "reducir significativamente las corrientes financieras y de armas ilícitas" (Meta 16.4). En comparación con las metas e indicadores detallados de igualdad de género (ODS 5), agua limpia (ODS 6) y justicia homogénea (parte del ODS 16), destaca la falta notable de metas e indicadores relacionados con sociedades "pacíficas".

La conferencia de Estocolmo+50 conmemorará el 50 aniversario de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, que lanzó el movimiento global medioambiental y condujo a la creación del PNUMA. Esta reunión de alto nivel se celebrará del 2 al 3 de junio de 2022 y ofrecerá una oportunidad única de celebrar el progreso y trazar el futuro de la acción por el medio ambiente. Además de las declaraciones políticas que surjan de la reunión, también servirá de plataforma y de trampolín para que los Estados Miembros, las agencias y otros socios de las Naciones Unidas comiencen a articular un marco más inclusivo y efectivo para el desarrollo sostenible.

Desde la Cumbre para la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992, a menudo el desarrollo sostenible se ha visto como un taburete de tres patas que abarca elementos medioambientales, económicos y sociales. El ODS 16 presume de haber añadido una cuarta pata, la paz, y Estocolmo+50 constituye una oportunidad para desarrollar este marco inicial. Otras metas e indicadores son un punto de partida, pero nada más allá.

Necesitamos voluntad para tratar la paz y el desarrollo sostenible de manera más directa para poder entender los vínculos que mantienen y aquellas de sus dimensiones sobre las que podría convenir actuar. No es tan fácil como parece.

En primer lugar, es necesario entender mejor las conexiones entre paz, conflicto y desarrollo sostenible. El Informe sobre el desarrollo mundial 2011 sirvió de instrumento para identificar muchos de estos vínculos y hemos seguido investigando las dinámicas relacionadas. Aunque hemos adquirido un mejor conocimiento de los problemas, aún queda mucho por aprender, en particular, en lo relativo a qué soluciones son efectivas bajo qué circunstancias.

En segundo lugar, necesitamos voluntad para actuar. De manera general, muchos medioambientalistas se muestran reticentes a la hora de incorporar consideraciones de paz y seguridad en su trabajo. Hay un miedo a que, si la seguridad entra en el ámbito del medio ambiente, los países se vean obligados a actuar militarmente en esferas que no entienden. A nivel internacional, la "securitización" de las preocupaciones medioambientales daría al Consejo de Seguridad la justificación para participar en lo que muchos países consideran sus asuntos internos y soberanos. Teniendo en cuenta estas preocupaciones, la existencia del ODS 16 es un milagro menor. 

Independientemente del plano político, hay un conjunto robusto de evidencias y conocimientos científicos relativos a las numerosas formas en que están interrelacionados medio ambiente, conflicto y paz. Hay dimensiones económicas y políticas, en particular, respecto a los recursos valiosos. Hay dimensiones identitarias, en particular, respecto a tierra y territorio. También hay dimensiones históricas y estructurales, que se puede vincular con el legado del colonialismo. A medida que la ciencia de estas realidades se fortalece, las políticas y la acción deben acompañarla.

Reconocer los vínculos entre desarrollo sostenible y paz no significa que el resto de asuntos relacionados con el desarrollo se conviertan en cuestiones de seguridad.

El desarrollo de enfoques que tengan en cuenta los conflictos pone de manifiesto la forma en que el desarrollo sostenible puede ganar efectividad a través de una consideración de paz y seguridad. Resulta ilustrativa una evaluación de 2020 de la programación del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) relativa a situaciones de fragilidad y afectadas por el conflicto. Una parte sustancial de los más de 4.000 proyectos del FMAM en materia de medio ambiente se ha llevado a cabo en situaciones marcadas por la fragilidad y el conflicto. Se han gastado más de 4.000 millones de dólares de financiación del FMAM (en torno a un 30 %) en países afectados por conflictos armados con más de 1.000 muertes en la batalla. Y el 88 % de los proyectos del FMAM a nivel nacional se lanzaron en situaciones frágiles categorizadas como de "alerta" (es decir, muy frágiles) o de "advertencia" (es decir, de preocupación).1 Los contextos frágiles y de conflicto han tenido impactos estadísticamente significativos en el resultado de los proyectos.

Resulta notable que, en el momento de la evaluación, el FMAM no contaba con ninguna política, pauta o garantía respecto a conflictos o fragilidad. En su lugar, estas consideraciones se dejaron a las agencias implementadoras. No obstante, solo la mitad de ellas contaba con políticas referentes a programación sensible a los conflictos.

Independientemente de las limitaciones en las pautas sobre sensibilidad a los conflictos, los proyectos del FMAM han innovado y empleado cinco estrategias sensibles a conflictos para gestionar los riesgos que plantean los conflictos y la fragilidad: reconocimiento, prevención, mitigación de riesgos, consolidación de la paz y aprendizaje. El punto de partida es reconocer la presencia de violencia armada e inseguridad en el área del proyecto, aunque muchos de estos proyectos no tomen el paso siguiente de intentar gestionar los riesgos relacionados con el conflicto. El resto de medidas, aparte del reconocimiento, buscan gestionar los riesgos asociados a los conflictos y la fragilidad (véase la Figura 1 anterior).

Tal como muestra la figura, muchos proyectos apoyados por el FMAM reconocen los riesgos asociados a los conflictos y la fragilidad y proponen medidas para gestionarlos. Para reducir los riesgos relacionados con los conflictos, algunos responsables de proyectos optan por elegir áreas que no se ven afectadas por los conflictos. Esto reduce los riesgos, pero deja las zonas que más asistencia necesitan sin la atención necesaria. Otros proyectos aplicaron estrategias de mitigación, como enfoques participativos y alerta temprana. Algunos proyectos aprovecharon activamente oportunidades de consolidación de la paz presentadas por la situación de conflicto, a menudo para generar apoyo político para el proyecto (por ejemplo, apoyando la implementación del acuerdo de paz en Colombia en 2016). Muchos proyectos del FMAM incorporan las lecciones aprendidas tanto de sus propias experiencias como de otras programaciones.

En la mayoría de los casos, las programaciones de conservación sensibles a conflictos no cambian la misión de las organizaciones medioambientales. Al contrario, la sensibilidad a conflictos se ve como una forma de minimizar los riesgos asociados con los conflictos y de maximizar las oportunidades. Los proyectos de conservación sensibles a conflictos tienen más probabilidades de alcanzar sus objetivos. Por definición, la sensibilidad a conflictos ilustra cómo el desarrollo sostenible puede integrar la consideración del conflicto y la paz sin "securitizar" el desarrollo. 

Estocolmo+50 será un punto de inflexión para que la comunidad internacional reflexione sobre los logros y los aprendizajes y para que trace estratégicamente el camino a seguir. La paz sostenible y un medio ambiente sostenible deben ser centrales en cualquier visión del desarrollo sostenible, si queremos que sea de verdad sostenible. Conseguir esta visión necesitará de una mayor integración de las agencias, los fondos y los programas de las Naciones Unidas que trabajan por la paz y el desarrollo sostenible.

Nota:

1Fondo para el Medio Ambiente Mundial, "Evaluation of GEF support in fragile and conflict-affected situation", preparada por la Oficina de Evaluación Independiente del FMAM, reunión virtual, del 7 al 10 de diciembre de 2020, pág. vii. Disponible en https://bit.ly/3q6C8P3.

Crónica ONU  no constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, así como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los artículos no implican necesariamente un apoyo o una aceptación por parte de las Naciones Unidas.