9 de diciembre de 2022

Como presidente del Grupo de los 77 y China en la COP 27 —la vigesimoséptima Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en 2022—, tuve la responsabilidad de reunir a los países del mundo con el objetivo de dar al fin pasos realistas y significativos para abordar las consecuencias presentes y futuras del cambio climático y el calentamiento global, prestando especial atención a los países en desarrollo. No se trataba para mí solamente de una responsabilidad profesional, sino también profundamente personal, ya que actualmente ostento el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores del Pakistán, un país que en 2022 se ha visto devastado por las catástrofes asociadas al cambio climático. La decisión que se adoptó en Sharm el-Sheikh (Egipto) consistente en crear un fondo para ayudar a los países en desarrollo a hacer frente a las pérdidas y los daños resultantes de los efectos adversos del cambio climático fue un primer paso trascendental, una señal de esperanza para la humanidad y el planeta.

Los efectos negativos del cambio climático y el calentamiento global se están volviendo progresivamente más frecuentes y graves. Quienes menos han contribuido al calentamiento global son quienes más lo están sufriendo. Durante 30 años, los países más vulnerables han presionado para que se cree un fondo a través del cual los países que han generado la mayor parte de las emisiones de carbono a escala mundial ayuden a los países vulnerables a recuperarse de los desastres climáticos y de otras consecuencias del cambio climático, como el aumento del nivel del mar, las sequías, los huracanes y las inundaciones.

Las terribles inundaciones que se han producido en el Pakistán este año han confirmado brutalmente la creciente magnitud de las catástrofes climáticas. Dejaron decenas de miles de personas muertas o heridas y millones de personas desplazadas; destruyeron 13.000 km de carreteras, 2 millones de casas, 500 puentes y 5 millones de acres de cultivos; un tercio del país quedó literalmente bajo el agua. La provincia de la que vengo, Sindh, fue la que sufrió las peores consecuencias. Solo tras haber sido testigo directo de la dimensión de la catástrofe, del indescriptible sufrimiento de personas inocentes y de los incalculables daños, y de darme cuenta de que no existía ningún mecanismo financiero internacional para hacer frente a desastres de esta magnitud, pude entender plenamente la enormidad de la pérdida y la absoluta necesidad de dar pasos firmes para salvar a la población y nuestro planeta. Este monumental desastre —unido a las inundaciones simultáneas ocurridas en Nigeria, la sequía en el Cuerno de África y los huracanes en el Pacífico y el Caribe— reforzó la determinación de los países en desarrollo por obtener justicia climática.

Pese a que el acuerdo no establece la responsabilidad jurídica de quienes han contribuido más al cambio climático y al calentamiento global, confirma el principio central de la justicia climática.

Como presidente de la delegación del Grupo de los 77 y China (G-77 y China), el pasado mes de junio, durante los preparativos para la COP 27, propuse mantener un debate sobre un fondo fiduciario para pérdidas y daños. Nos enfrentamos a la habitual resistencia a incluir el tema en el programa de la Conferencia, pero en última instancia (y aunque no resultó nada fácil) lo logramos gracias a los tenaces esfuerzos del Pakistán, activamente apoyado por los países más vulnerables y otros países en desarrollo.

Creo que fue importante para el Pakistán liderar a los países en desarrollo en las negociaciones subsiguientes durante la Conferencia, destinadas a presionar en favor de la creación del citado fondo. Queremos elogiar la solidaridad del G-77 y China en estos esfuerzos conducentes a la creación de los mecanismos de financiación para pérdidas y daños y del propio fondo, y apreciamos la aceptación final de la propuesta por parte de las naciones desarrolladas, incluidos los Estados Unidos y los países de la Unión Europea.

Los países en desarrollo esperan con interés acometer el urgente trabajo que debe llevarse a cabo en el Comité de Transición de 24 miembros para ultimar los mecanismos institucionales del fondo, así como su estructura, gobernanza y términos de referencia; definir los elementos de los nuevos mecanismos de financiación; identificar y ampliar las fuentes de financiación y establecer medios para garantizar la coordinación y la complementariedad con los mecanismos existentes. Entre las tareas más importantes del Comité figura la de determinar el volumen de financiación necesario para hacer frente a las consecuencias actuales del cambio climático. Esto puede parecer algo técnico para los lectores no expertos en la materia, pero para nuestros hijos y nietos (y para las generaciones que no han nacido aún) supone literalmente la diferencia entre la vida y la muerte. 

Pese a que el acuerdo no establece la responsabilidad jurídica de quienes han contribuido más al cambio climático y al calentamiento global, confirma el principio central de la justicia climática: que aquellos que están sufriendo en mayor medida los efectos del cambio climático, a pesar de haber sido quienes menos han contribuido al calentamiento global, merecen recibir apoyo financiero de aquellos que más han participado en el problema y quienes han causado un mayor daño al medio ambiente.

Una primera prueba de justicia climática será la respuesta al plan elaborado por el Pakistán para acometer la rehabilitación y la reconstrucción requeridas tras las inundaciones, y para fomentar la resiliencia frente a futuras catástrofes. El plan se presentará en una conferencia sobre promesas de contribuciones que el Pakistán convocará conjuntamente con el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, en enero de 2023. El Banco Mundial ha estimado que el Pakistán sufrirá daños por valor de más de 30.000 millones de dólares de los Estados Unidos y necesitará apoyo externo urgente por un importe de, al menos, 16.500 millones de dólares.

El Fondo para Pérdidas y Daños no se ha puesto en marcha todavía. El Pakistán espera que la financiación para su plan de rehabilitación y reconstrucción provenga de países industrializados e instituciones financieras internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y los bancos de desarrollo multilaterales. Dicho apoyo podría incluir condonaciones, permutas y reestructuración de la deuda; asignación de nuevos derechos especiales de giro (DEG) o reorientación de los DEG no utilizados por los países en desarrollo; apoyo directo para proyectos de reconstrucción; e inversión privada para proyectos que se podría estructurar, por ejemplo, mediante financiación combinada, con el fin de ser viables desde el punto de vista comercial. También esperamos recibir manifestaciones de solidaridad de los amigos del Pakistán en el mundo islámico y el Sur Global.

A pesar de que los efectos climáticos son ya inevitables debido al calentamiento global de 1,1 ºC producido en los últimos 150 años, sigue siendo crucial limitar dichos efectos en la medida de lo posible de ahora en adelante. Se debería haber hecho más en el pasado. No obstante, nuestra responsabilidad no es quejarnos del pasado, sino tomar medidas hoy.

Desde este punto de vista, resulta preocupante que los planes de adaptación de muchos países en desarrollo sigan careciendo de financiación. El Pacto de Glasgow por el Clima, cuyo objetivo es “como mínimo duplicar” la financiación para la adaptación al cambio climático, debe aplicarse con carácter urgente. En la COP 27, el Pakistán propuso aplicar esta decisión de forma inmediata. Confiamos en que en la COP 28, que se celebrará el próximo año en los Emiratos Árabes Unidos, seremos capaces de establecer un mecanismo para medir y llevar a cabo un seguimiento de los flujos financieros dedicados a la adaptación al cambio climático.

Incumbe principalmente a los países industrializados garantizar que el aumento de la temperatura se limite a 1,5 ºC, puesto que dichos países han consumido dos tercios del “presupuesto de carbono” a lo largo de los últimos 150 años.

El aspecto más importante es que el compromiso contraído en 2009 de movilizar 100.000 millones de dólares anuales en financiación para hacer frente al cambio climático no se ha cumplido. Es urgente que los países desarrollados cumplan este compromiso y acuerden un nuevo objetivo cuantificado colectivo a fin de ampliar la financiación para hacer frente al cambio climático a partir de ese nivel mínimo de 100.000 millones de dólares antes de la próxima Conferencia de las Partes, prevista para noviembre de 2023.

Por supuesto, el objetivo común y último es detener el calentamiento global y evitar los “puntos de inflexión” que, de acuerdo con las predicciones de los científicos, conducirán a una catástrofe global. Sin embargo, incumbe principalmente a los países industrializados garantizar que el aumento de la temperatura se limite a 1,5 ºC, puesto que dichos países han consumido dos tercios del “presupuesto de carbono” a lo largo de los últimos 150 años. El tercio restante de dicho “presupuesto” es lo que necesitarán los países en desarrollo para salir de la pobreza y lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Por consiguiente, es preciso aumentar los compromisos del Norte Global y acelerar su cumplimiento. Por desgracia, en la COP 27 resultó evidente que los países industrializados no habían cumplido los compromisos de mitigación asumidos en Glasgow y eran reacios a aceptar un itinerario más amplio y más rápido para reducir las emisiones y mantener vivo el objetivo de 1,5 ºC. 

La acción por el clima es solamente uno de los componentes de los esfuerzos cooperativos requeridos para alcanzar los ODS: acabar con el hambre y la pobreza, promover la salud y la educación, restaurar el crecimiento mundial y garantizar el bienestar y una vida digna para todos los pueblos y naciones.

A finales de este año concluirá el mandato del Pakistán como país que asume la presidencia del G-77 y China, y está dispuesto a dar un último impulso para promover los ODS y los objetivos climáticos en el marco de una conferencia ministerial de los países en desarrollo, que tendrá lugar en Nueva York a mediados de diciembre. Confiamos en que los documentos finales de este encuentro definirán el programa que podrá promover el Sur Global en la Cumbre de los ODS de 2023 y la COP 28 del próximo año.

Puede que sea demasiado tarde para las víctimas de las inundaciones ocurridas en el Pakistán, pero albergo la ferviente esperanza de que el Fondo para Pérdidas y Daños esté disponible para ayudar al siguiente país que quede devastado. Para que lo que sucedió en el Pakistán no se quede allí. En 2022 fue mi país; el año que viene podría ser cualquier otro. O todos ellos. El futuro del planeta depende de nuestros esfuerzos comunes, que debemos poner en marcha ahora.


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