5 de junio de 2020

Salud, agua, seguridad alimentaria, e incluso medicinas, puestos de trabajo o regulación climática son algunos de los bienes que nos aporta la naturaleza.

Más de la mitad del producto interior bruto global; es decir, 44 billones de dólares, dependen de forma moderada o elevada de la naturaleza,1 según el Foro Económico Mundial. Millones de personas, entre las cuales el 70 % vive en condiciones de pobreza, dependen de recursos naturales para ganarse sus medios de subsistencia.2

La dependencia de nuestras economías de la naturaleza las hace demasiado vulnerables a la degradación medioambiental y al deterioro de la biodiversidad.

El informe más ambicioso hasta la fecha sobre el estado de la biodiversidad del planeta realizado por la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) alerta de que en torno a un millón de especies de animales y plantas amenazan con extinguirse, muchas de ellos en décadas.3 Estamos siendo testigos de un deterioro de la biodiversidad sin precedentes en la historia de la humanidad. Sus principales detonantes son los cambios en el uso de la tierra y el mar, la explotación directa de los organismos, el cambio climático, la contaminación y la invasión de especies exóticas.4

La pandemia de COVID-19 es un recordatorio de la gravedad que reviste la pérdida de biodiversidad y de nuestra interconexión única con la naturaleza. En torno a un 75 % de las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas, según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).5 Las zoonosis son generadas por virus que se transmiten de animales a humanos. Si los ecosistemas se deterioran, las barreras naturales entre ellos se eliminan, de forma que se crean las condiciones para una mayor transmisión de los virus. La naturaleza nos está enviando un mensaje.

El cambio en el uso de la tierra es un impulsor directo de todos los tipos de patógenos zoonóticos. La deforestación del bioma amazónico, por ejemplo, sirve de caldo de cultivo para hospedadores y vectores de la malaria y la esquistosomiasis.

Nuestros esfuerzos por revertir la pérdida de biodiversidad, aunque en ocasiones fructíferos, son insuficientes. Tenemos que acelerar la respuesta global y dejar de alterar el delicado equilibrio de la naturaleza, y tenemos que hacerlo ya.

De esto trata el llamamiento urgente del 5 de junio, el Día Mundial del Medio Ambiente: es el momento de pensar en la naturaleza y de situarla en el centro de nuestro modelo de desarrollo. Debemos agilizar con urgencia la incorporación de soluciones basadas en la naturaleza en los planes de recuperación para reconstruir mejor y de forma más verde tras la crisis de la COVID-19.

Colombia, uno de los países con mayor biodiversidad del planeta, es el anfitrión de esta edición del Día Mundial del Medio Ambiente, en colaboración con Alemania. Hasta la fecha, se ha registrado un total de 58.000 especies en el territorio continental y marino colombiano.6

Colombia es uno de los seis países megadiversos de América Latina, junto con Brasil, Ecuador, México, Perú y Venezuela. Uno de los ecosistemas más vivos es el bioma amazónico, el bosque tropical más grande del mundo. Es hogar de 33 millones de personas y alberga una diversidad biológica extraordinaria.7

Las pequeñas islas de los Estados del Caribe también se encuentran entre las regiones tropicales más biodiversas teniendo en cuenta el tamaño de su territorio colectivo. En ellas viven unas 11.000 especies de plantas, de las que un 72 % son endémicas.

América Latina y el Caribe son los lugares con más áreas marinas y terrestres protegidas. En la actualidad, el 24 % del terreno de estas regiones está protegido, así como el 23 % de las áreas marinas fuera de su jurisdicción nacional, según la base de datos Protected Planet.8

Esta riqueza natural es clave para una recuperación verde tras la pandemia. La biodiversidad, que contribuye a la reducción de los riesgos de desastres y a la emergencia de enfermedades zoonóticas, y proporciona servicios ecosistémicos esenciales para los medios de subsistencia de millones de personas, seguirá siendo uno de los activos más importantes de la región para una recuperación sostenible.

En respuesta a la crisis de COVID-19, el PNUMA está redoblando esfuerzos para cartografiar las amenazas zoonóticas y proteger el medio ambiente con el fin de reducir el riesgo de que se produzcan futuras pandemias

El cambio en el uso de la tierra es un impulsor directo de todos los tipos de patógenos zoonóticos. La deforestación del bioma amazónico, por ejemplo, sirve de caldo de cultivo para hospedadores y vectores de la malaria y la esquistosomiasis. La tala de árboles ha contribuido en gran medida a la transmisión de la fiebre amarilla, dado que los mosquitos vectores que debían volar a 30 metros de altura en los bosques tropicales acaban entrando en contacto con los humanos.

El Instituto de Recursos Mundiales estima que la rehabilitación de tierras degradadas de la región generaría potencialmente 23.000 millones de dólares de beneficios económicos en los próximos 50 años.Las contribuciones estimadas de la naturaleza a las personas se valoran en 6.844 dólares per cápita por año en Mesoamérica; 33.492 dólares per cápita por año en Sudamérica y 4.090 dólares per cápita por año en el Caribe.10

El comercio ilegal de flora y fauna silvestres, que constituye el cuarto delito mundial más extendido, es otro importante impulsor de enfermedades infecciosas. Las últimas pandemias zoonóticas tuvieron su origen en la fauna silvestre y el ganado. Es necesario pues reforzar la regulación y la normativa sanitaria tanto para animales silvestres como domésticos, así como para la carne que se vende en mercados.

En las últimas tres décadas, todos los países de la región han adoptado marcos normativos para la protección y el uso sostenible de la biodiversidad.  La región sigue comprometida con la adopción de un ambicioso marco mundial posterior a 2020 que sirva como plan global para la naturaleza bajo el amparo de la próxima Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas (CDB). La conservación de la biodiversidad también resulta clave para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y las metas del Acuerdo de París sobre el cambio climático, pues todos ellos dependen de la salud de nuestro entorno.

En respuesta a la crisis de COVID-19, el PNUMA está redoblando esfuerzos para cartografiar las amenazas zoonóticas y proteger el medio ambiente con el fin de reducir el riesgo de que se produzcan futuras pandemias, tal como señala en el documento «Trabajar con el medio ambiente para proteger a las personas».

El PNUMA se centrará en mejorar la ciencia para comprender mejor las causas profundas de las amenazas zoonóticas y responder a ellas. También invertirá en la naturaleza para lograr una mejor salud humana, una recuperación socioeconómica sostenible, la reducción de la pobreza y la recuperación de los medios de subsistencia. Igualmente, trabajará para concienciar sobre las conexiones entre naturaleza y salud a través de enfoques innovadores en educación, compromiso público y cambio comportamental.

En América Latina y el Caribe, zonas duramente golpeadas por la pandemia, la formulación de nuevas políticas fiscales en torno a la COVID-19 puede abrir una ventana de oportunidades para terminar gradualmente con las subvenciones a los combustibles fósiles, invertir en energías renovables y políticas de adaptación al cambio climático, y crear empleos verdes. Mediante la mejora de la capacidad de resiliencia de nuestras ciudades y áreas rurales y la rehabilitación de tierras y bosques degradados, conseguiremos reducir nuestra vulnerabilidad a futuras enfermedades zoonóticas y ayudaremos a mitigar el cambio climático, a la vez que mantenemos nuestra biodiversidad, nuestro abastecimiento de agua y la salud de nuestro planeta.

En las economías dependientes del turismo del Caribe, por ejemplo, se pueden crear más y mejores puestos de trabajo si la actividad turística se hace más sostenible. De esta forma, se obtendría un mayor rendimiento de inversión y se contribuiría a la reducción de la pobreza.

No obstante, para que los planes de recuperación funcionen, es necesaria la participación activa de todos los sectores de la sociedad. En América Latina y en el Caribe, las comunidades afroamericanas han desarrollado medios de subsistencia sostenibles durante cientos de años, al igual que las comunidades indígenas han hecho por milenios. Tienen que ser escuchados. Son necesarios planes específicos para proteger a estas comunidades y sus territorios, que incluyan mecanismos de promoción de la gobernanza participativa y estrategias para prevenir actividades ilegales, como la minería y la tala ilegales.

Es necesario detener la deforestación, invertir en una mejor gestión de las áreas protegidas y de nuestras tierras, luchar contra el comercio ilegal de flora y fauna silvestres y fomentar inversiones y empleos verdes. Replanteémonos nuestra relación con la naturaleza y reconstruyamos un mundo más sostenible, más equitativo y más justo. 

Notas

1Foro Económico Mundial en colaboración con Pricewaterhouse Coopers, «Incremento de los riesgos naturales: Por qué la crisis que está engullendo la naturaleza es importante para la empresa y la economía», Informe, Serie Nueva Economía Natural (Ginebra, Suiza, 2020), pág. 13. Disponible en: https://www3.weforum.org/docs/WEF_New_Nature_Economy_Report_2020_ES.pdf.

2Green Economy Coalition, The Green Economy Pocketbook: The Case for Action (Londres, 2012), pág.4 https://www.greeneconomycoalition.org/assets/reports/GEC-Reports/Green-Economy-Pocketbook-the-case-for-action_0.pdf.

3Sandra Díaz y otros (Eds.), Resumen para los encargados de la formulación de políticas del informe de la evaluación mundial de la IPBES sobre la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas (Bonn, Alemania, secretaría de la IPBES, 2019), pág. 12. https://ipbes.net/sites/default/files/2020-02/ipbes_global_assessment_report_summary_for_policymakers_es.pdf.

4Ibíd.

5Louis H. Taylor, Sophia M. Latham  y Mark E. J. Woolhouse, «Risk factors for human disease emergence», Philosophical Transactions of the Royal Society of London. Serie B, Biological sciences, vol. 356, núm. 1411 (julio de 2001): 983-9. doi:10.1098/rstb.2001.0888.

6Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la República de Colombia, comunicado de prensa, 3 de junio de 2020. Disponible en: https://www.minambiente.gov.co/index.php/noticias/4726-el-dia-mundial-del-medio-ambiente-es-una-gran-oportunidad-para-todos-de-conectarnos-y-vivir-con-la-naturaleza-y-para-ella-minambiente

7Leo Heileman, «Sí es posible preservar la Amazonía», Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 10 de septiembre de 2019. Disponible en: https://www.unenvironment.org/es/noticias-y-reportajes/editorial/si-es-posible-preservar-la-amazonia

Protected Planet, Latin America & Caribbean. Consultado el 5 de junio de 2020. https://www.protectedplanet.net/region/SA.

9 Walter Vergara y otros, The Economic Case for Landscape Restoration in Latin America (Washington DC, Instituto de Recursos Mundiales, 2016), pág. 40.
Disponible en: https://files.wri.org/s3fs-public/The_Economic_Case_for_Landscape_Restoration_in_Latin_America.pdf.

10Jake Rice y otros (Eds.), The IPBES Regional Assessment Report on Biodiversity and Ecosystem Services for the Americas (Bonn, Alemania, secretaría de la IPBES, 2018), pág. 134. https://ipbes.net/sites/default/files/2018_americas_full_report_book_v5_pages_0.pdf.

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