14 de abril de 2020

La crisis del COVID-19 se ha transformado en una crisis económica y social mundial mayor que la causada por el colapso financiero de 2008-2009. En los países de ingresos elevados han hecho bien en respaldar sus sistemas financieros y han lanzado importantes planes de estímulo para la recuperación. Sin embargo, los mercados emergentes y los países en vías de desarrollo carecen de los medios para dar esa respuesta y, lo que es peor, están experimentando una fuga de capitales como en ningún otro período de su historia.

Hasta que el COVID-19 y la crisis económica resultante no se contenga en todas partes, el virus puede propagarse a cualquier lugar. El Equipo de Tareas Interinstitucional sobre la Financiación para el Desarrollo, dirigido por las Naciones Unidas, hace un llamamiento en su nuevo Informe sobre la Financiación para el Desarrollo, apelando a la necesidad de una respuesta mundial y multilateral que ataque al virus y ponga a la economía mundial de nuevo en el camino para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Acuerdo de París. Ese esfuerzo debería comenzar esta semana en las sesiones anuales de primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.

Conforme la crisis se ha ido haciendo más patente, los mercados emergentes y las economías en desarrollo han experimentado una retirada de al menos 95.000 millones de dólares y más de 85 países y han acudido al FMI en busca de apoyo. Una situación catastrófica. Justo en el momento en que necesitan un respiro fiscal para atacar el virus, impulsar sus economías y proteger a los más vulnerables, se enfrentan a una devaluación significativa de sus tipos de cambio y a un aumento de la deuda. Esto está causando estragos y haciendo descarrilar los esfuerzos puestos para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Estimaciones independientes del FMI y de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) ven la necesidad inmediata de que los mercados emergentes y las economías en desarrollo sean de al menos 2,5 billones de dólares. Pero la financiación no está ahí. La base de recursos actualmente disponible del FMI y de los Acuerdos Regionales de Financiación sólo asciende a 1,5 billones de dólares, con un máximo de 700 a 971.000 millones de dólares disponibles para los mercados emergentes, y por lo tanto es insuficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de estos países identificados por las Naciones Unidas y el FMI.

En un nuevo documento de trabajo con nuestros colaboradores Haihong Gao y Ulrich Volz, pedimos que lancen una respuesta de emergencia contundente para frenar la crisis en los países en vías de desarrollo y dirigir sus economías hacia la consecución de los ODS. En primer lugar, pedimos una emisión de los Derechos Especiales de Giro del FMI de al menos 500.000 millones de dólares para que las economías avanzadas coloquen sus acciones a disposición de un fondo fiduciario que quede disponible para subvencionar programas para las economías emergentes y en desarrollo.

También pedimos urgentemente la reestructuración de la deuda y el alivio de la misma para los países en desarrollo.

También pedimos el establecimiento de un servicio multilateral de intercambio de divisas dentro del FMI. El Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos ha actuado rápida e inteligentemente para respaldar el dólar en las economías más avanzadas y en un pequeño número de economías emergentes. Sin embargo, esta protección no se ha extendido a los países en desarrollo, sino que ha acentuado la fuga de capitales de estos.

Entre otras propuestas, también pedimos urgentemente la reestructuración de la deuda y el alivio de la misma para los países en desarrollo. Será necesario cancelar o posponer el pago de una cantidad sustancial de deuda, incluso tras una rápida y significativa expansión de la liquidez y contribución a la balanza de pagos de las economías emergentes.

El FMI ya ha señalado que Argentina, receptor del mayor programa del FMI, necesitará una importante reestructuración de la deuda, y el Banco Mundial y el FMI han pedido un alivio de la deuda bilateral para los países más pobres. La UNCTAD recomienda que en 2020 se alivie la deuda multilateral y bilateral en 1 billón de dólares a los países en desarrollo. Las Naciones Unidas han acordado en una resolución el establecimiento de un conjunto de principios sobre los que se puedan construir los procesos de reestructuración de deuda soberana.

El FMI también debería asegurar a los países en desarrollo, y a los mercados por igual, que el uso coordinado de controles de capital (lo que el FMI denomina "medidas de gestión de los flujos de capital") como freno hasta que el resto del mundo lleve a cabo estos esfuerzos multilaterales.

Estas medidas facilitarán la contención del COVID-19, salvar vidas y empleos, calmar los mercados y dirigir las finanzas hacia una economía mundial más capaz, sostenible e inclusiva. El mundo comparte una responsabilidad común pero diferenciada para prevenir las acciones de economías unilaterales destructivas que impidan a otras naciones llevar a cabo estos objetivos comunes, manteniendo al mismo tiempo el derecho a seguir estrategias de desarrollo nacionales, promover los bienes públicos mundiales y proteger los bienes comunes mundiales. Es hora de actuar.