Los efectos económicos de la pandemia causada por el COVID-19 han tenido un impacto asombroso en los presupuestos y servicios públicos de muchas partes del mundo, pero todavía más en los países más pobres y las naciones de ingresos medios altamente endeudadas. Para muchos, las dificultades fiscales se suman a la ya aguda vulnerabilidad a los desastres naturales inducidos por el clima, la sequía y el aumento del nivel del mar, entre otros problemas.

Es una situación difícil para tomar decisiones. Las inversiones en acción climática, muchas de las cuales parecen tener un marco temporal a largo plazo, pueden disminuir fácilmente debido al contexto causado por la pandemia. El problema es que necesitamos una acción climática ahora porque, de lo contrario, el mundo no podrá realizar los objetivos acordados en el Acuerdo de París.

Aunque a nivel internacional, el Grupo formado por el G20 ha determinado que los países de bajos ingresos puedan congelar los pagos de la deuda hasta diciembre, el problema no está ni mucho menos resuelto.

Si no se produce una intervención internacional urgente y coordinada, se corre el riesgo de que muchos países incumplan sus planes nacionales de acción climática, conocidos como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional o NDC. El apoyo a los ingresos, la atención sanitaria y el servicio de la deuda deberían tener prioridad, siendo esta última una opción calculada para evitar sanciones de los mercados o de los prestamistas bilaterales, tales como la rebaja de la calificación crediticia.

Afortunadamente, tenemos una solución para negociar este tipo de decisiones tan complejas. Los canjes de deuda por naturaleza y clima han sido herramientas legítimas en el campo de las finanzas internacionales desde hace más de 30 años, y recientemente han vuelto a ser respaldadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Fue una buena noticia que el director del Fondo Monetario Internacional se comprometiese a presentar una opción para estos instrumentos antes de noviembre.

Estos mecanismos permiten a los países en apuros convertir parte de sus deudas en recursos específicos para la acción climática. Esto significa que pueden mantener la inversión en mitigación y adaptación al clima en el momento en que más se necesita. Los canjes deben aplicar dos condiciones estrictas.

En primer lugar, deben apoyar las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional de los países en dificultades en términos concretos. En segundo lugar, los prestamistas soberanos deberían comprometerse a contabilizar dichos canjes como adicionales a los 100 000 millones de dólares anuales de financiación climática que los países más ricos han acordado proporcionar a los países en desarrollo en el marco del Acuerdo de París. Podría iniciar este proceso el denominado Club de París, formado por los principales países acreedores.

Más allá del cumplimiento de los compromisos de financiación pública, otro paso importante sería el establecimiento de plan para dirigirse a los prestamistas privados y alcanzar acuerdos similares para los países con problemas de deuda.

Si bien en el pasado ya se ha propuesto el uso de la estrategia de canje de deuda por acción climática, nunca se ha aplicado a la escala necesaria. Sin embargo, el 2020 nos demostró que tenemos la capacidad de actuar de formas que no podíamos imaginar. El 2020 también nos hizo ver lo mucho que nos queda por hacer, ya que los paquetes de recuperación incluían prometedoras inversiones en energías renovables, pero en realidad se desperdiciaron 250 000 millones de dólares en subvenciones a los combustibles fósiles mientras que los últimos estudios sobre el clima alertaban de un planeta en "alerta roja".

Al utilizar los canjes de deuda para liberar más recursos para la acción climática, una de las primeras inversiones a realizar debería ser en la creación de empleos ecológicos. Estos tipos de empleo ofrecen una poderosa combinación de rendimientos sociales, económicos y climáticos que pueden estimular el desarrollo sostenible de forma más amplia. Los jóvenes deberían ser una prioridad para estos trabajos, teniendo en cuenta que muchos de ellos han perdido oportunidades en los mercados laborales durante la pandemia, y considerando además compromiso de muchos jóvenes con la acción climática y con la idea de trabajar con un propósito. Es necesario alcanzar ya un compromiso firme con los empleos ecológicos, liderado por los jóvenes. Podría, por ejemplo, adoptarse el objetivo de crear mil millones de empleos ecológicos para personas nacidas después del año 2000, de aquí a 2050.

La pandemia ha sido un toque de atención para las personas de todo el mundo. Tenemos que invertir en nuestra gente y en nuestro planeta, y no solo en el consumo y la concentración de la riqueza. Los canjes de deuda por acciones climáticas ofrecen un punto de partida fundamental para orientar las finanzas en la dirección correcta.

¿Quiere obtener más información sobre los temas tratados? Consulte la última investigación y el debate celebrado durante las Reuniones de primavera de 2021 del Banco Mundial y el FMI.

Vladislav Kaim es miembro del Grupo Consultivo de Jóvenes sobre el Cambio Climático del Secretario General de la ONU.