Elizabeth Mrema, secretaria ejecutiva del Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas (CBD), se crió en Moshi, una ciudad situada en las faldas del monte Kilimanjaro en el norte de Tanzania. Su infancia rodeada de naturaleza influyó profundamente en ella y en su trabajo. 

“Crecí viendo nuestros pueblos llenos de árboles. Pero a medida fui creciendo... el panorama empezó a cambiar. Cada vez se veían más huecos y espacios en los arbustos y los bosques, [y] el tiempo seguía cambiando. Y mientras hablo, incluso esos ríos, cuando oyes el agua que fluye en los arroyos del patio, se han secado por completo.”

En diciembre de 2022, el mundo se reunirá en Montreal (Canadá) para adoptar un nuevo marco de protección de la biodiversidad mundial denominado Visión 2050 bajo el lema “Vivir en armonía con la naturaleza.” El marco establece un ambicioso plan para poner en marcha acciones que permitan transformar la relación del mundo con la biodiversidad y garantizar que, para 2050, se cumpla la visión compartida de vivir en armonía con la naturaleza. 

“La biodiversidad, al igual que todas las demás cuestiones medioambientales, tiene aspectos transversales, los retos son transversales y, por tanto, los gobiernos por sí solos o los ministerios de medio ambiente a nivel nacional no podrán resolver todos los retos ni aplicar todos los objetivos que se espera”, afirma Mrema.

El CDB se creó a raíz de la Cumbre de la Tierra celebrada en la ciudad brasileña de Río de Janeiro, que allanó el camino para el establecimiento de tres grandes convenios sobre el medio ambiente: la biodiversidad, el cambio climático y la degradación del suelo.

Este año, 30 años después de la Cumbre de la Tierra, las conferencias de las partes de las tres convenciones, empezando por la Cumbre de Abiyán sobre la desertificación en mayo, seguida de la Conferencia de Kunming sobre la biodiversidad en agosto y la Conferencia sobre el cambio climático en Egipto en noviembre, ofrecen la oportunidad de demostrar cómo los retos y las soluciones a la degradación del suelo, la pérdida de biodiversidad y el cambio climático están fundamentalmente interrelacionados.

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“El proceso comienza en Costa de Marfil, con la Convención de Lucha contra la Desertificación. El mensaje llegará al CDB, y los dos se reunirán en Egipto en la Conferencia sobre el cambio climático para establecer esa conexión”, afirma Mrema subrayando la importancia de la interrelación entre los temas.

“El informe de la IPBES de 2019 nos proporcionó cinco impulsores directos de la pérdida de biodiversidad. Uno de ellos es el cambio climático, uno de los principales impulsores de la pérdida de biodiversidad. Y, sin embargo, ese mismo cambio climático depende de la biodiversidad como parte de la solución. Por lo que queda patente que ambos aspectos están relacionados y no se pueden separar”, añade. 

En 2019, la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) advirtió que 1 millón de los 8,1 millones de especies vegetales y animales que se estima que existen en el mundo están en peligro de extinción, muchas de ellas en cuestión de décadas.

En la actualidad, un aumento de la temperatura de 1,1 °C ha alterado los ecosistemas marinos, terrestres y de agua dulce de todo el mundo. Un aumento de la temperatura de 1,5 °C podría suponer la pérdida de hasta el 70 % de los arrecifes de coral del mundo; y un aumento de la temperatura de 2 C podría amenazar con una rápida escalada del colapso de ecosistemas enteros. 

“Si los cerca de 500 000 millones de dólares que se gastan cada año en incentivos o subvenciones para actividades perjudiciales para la biodiversidad, se reutilizaran, se redirigieran a actividades de biodiversidad positivas para la naturaleza, obtendríamos algunos recursos acumulados, pero seguiría habiendo una brecha. Por lo que esa es otra cuestión que todavía requiere un debate más profundo.”

Reorientar las subvenciones insostenibles hacia incentivos positivos para la naturaleza es uno de los 21 objetivos del nuevo marco. Tener ecosistemas sanos es fundamental para mitigar el cambio climático. Pueden proporcionar el 37 % de la mitigación necesaria para limitar el aumento de la temperatura, incluso mediante la absorción de las emisiones de gases de efecto invernadero. 

Entrevista disponible en inglés: