Elliott Harris es el Economista Jefe de las Naciones Unidas. En una entrevista reciente, habló sobre un cambio innovador para la contabilidad nacional que, por primera vez, incluía la valoración de la naturaleza, además de la adopción de medidas económicas más convencionales. El Módulo de Contabilidad de los Ecosistemas del Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica ofrece grandes posibilidades para sustentar y mejorar las decisiones en la economía, acción climática y la protección de la biodiversidad. A continuación, se incluyen fragmentos editados de la entrevista.

 

¿Por qué hay que asignarle un valor a la naturaleza?

Si asignamos un valor a la naturaleza, podremos cuantificarla. Si la cuantificamos, podremos gestionarla. Si gestionamos su valor, evitaremos su destrucción. Ese es el problema al que hemos estado sometidos durante cien años. Desde el momento en el que no consideramos ese valor, hemos tratado a la naturaleza como si fuera gratuita e ilimitada. Hemos estado consumiéndola sin ser conscientes del valor que estamos perdiendo.

Siempre hemos medido el progreso económico en términos de los bienes y servicios que producimos y consumimos. Hablamos del producto interior bruto o PIB. Nunca hemos hecho algo similar con la naturaleza. No obstante, esta nos proporciona servicios que tienen valor y necesitamos contar con ese valor para medir nuestro progreso económico.

Tener en cuenta tanto la naturaleza como la economía nos permite ver el modo en el que nuestra actividad económica afecta a la naturaleza, el modo en el que la presencia de la naturaleza nos afecta a nosotros como sociedad y como especie, así como también el modo en el que nuestras actividades podrían cambiar para que podamos conseguir esa prosperidad sin dañar ni destruir la naturaleza en el proceso.

 

¿Por qué ahora?

Las consecuencias de estar ignorando a la naturaleza se están volviendo cada vez más notorias. Somos conscientes del aumento de la frecuencia de los desastres relacionados con el clima. El cambio climático está afectando a la productividad agrícola. Las enfermedades zoonóticas como la COVID-19 comienzan a afectarnos cada vez más.

Tenemos una pequeña oportunidad de poder poner solución a estos problemas. Si somos capaces de entender mejor su alcance y el daño que estamos produciendo, podremos actuar ahora y de una manera considerada y racional. Si esperamos hasta que estemos al borde de la catástrofe, nos veremos obligados a adaptarnos de una forma rápida y dolorosa.

 

 

¿Qué se entiende por cuantificar la naturaleza? ¿Qué se mide?

Todo el mundo visualiza un bosque y comprende que, si talamos los árboles, podremos vender su madera, y eso tiene un valor. Sin embargo, también vemos ese mismo bosque como un lugar donde podríamos ir a dar un paseo o ir de acampada. Y eso también tiene un valor, a pesar de que no podamos ponerle un precio de mercado.

Asimismo, un bosque saludable también genera todo tipo de servicios. Ayuda a regular el clima y el ciclo hidrológico. Absorbe el agua de la lluvia y previene la erosión del suelo. Filtra el agua. Nosotros nos beneficiamos de todos estos servicios. Pero pasan desapercibidos. Actualmente, no los cuantificamos. Pero son muy importantes. Y, en el momento en el que ese bosque se tala por su madera, perdemos esos servicios.

Si los cuantificamos, podremos tomar mejores decisiones acerca de si es una buena opción talar los bosques o vender su madera, o si deberíamos conservar la capacidad del bosque para que pueda continuar proporcionándonos esos servicios ecosistémicos de los que dependemos.

 

¿Existen riesgos al ponerle un precio a la naturaleza?

No estamos intentando ponerle precio a la naturaleza. No estamos comercializando con árboles, peces ni agua limpia. Estamos intentando asignarle un valor a la naturaleza para que podamos aplicarlo al total de nuestras actividades económicas y entender el modo en el que podríamos tener un impacto sobre ella. Podemos pensar en un producto bruto del ecosistema que nos permita comprender que la naturaleza genera un valor que queremos tener.

 

¿Esta respuesta provocará que algunos países se vuelvan más ricos y otros más pobres?

Puede ir en ambas direcciones. Únicamente dependerá del modo en el que se gestionen los activos. Si un país, por ejemplo, posee varios bosques saludables y pretende talarlos, obtendrá una ganancia monetaria por la venta de la madera. No obstante, también sufrirá una pérdida considerable de los servicios ecosistémicos. Seguramente, dicho país con el paso del tiempo acabe siendo peor. Se percatará de que la reserva total de capital, que contribuye a su prosperidad futura, está disminuyendo debido a que el capital natural se está agotando.

Por otro lado, si mejoramos la salud de nuestros bosques, el valor de los beneficios naturales puede aumentar. Ser conscientes de ese valor nos permite gestionarlo mejor y aumentar los beneficios que sacamos de ello.

También podemos fijarnos en las relaciones entre países. Se puede comprobar, por ejemplo, a través de un acuerdo, si un país está agotando su capital natural y reduciendo los beneficios que genera, mientras que otro país está siendo capaz de preservar su valor sin dejar de importar recursos. Este tipo de conocimientos puede llevarnos a pensar en el modo en el que nos gustaría gestionar esos intercambios de una manera más efectiva y racional en beneficio mutuo de todos los países.

 

¿De qué manera cuantificar la naturaleza nos proporciona nuevos conocimientos sobre las desigualdades entre la población?

Cualquier actividad que tenga un impacto negativo en el medio ambiente afectará a diferentes grupos de personas de diferentes maneras. Esto ampliará inevitablemente las desigualdades existentes. Para aquellas personas que ganan su sustento a través de esa interacción con la naturaleza, en actividades como la agricultura, la degradación del medio ambiente les afectará más directa y profundamente de lo que lo haría a una persona cuyo sustento no depende de ella.

Cuantificar la naturaleza nos permitirá identificar quiénes se benefician y de qué manera de los servicios que nos proporciona la naturaleza. De la misma forma, podremos saber quién sufrirá y de qué manera si esos servicios dejan de estar disponibles. También nos permite ser conscientes de que, al esforzarnos en preservar y proteger la naturaleza, estamos preservando y protegiendo los sustentos y beneficios de cientos de millones de personas que dependen de ello. Es en este momento cuando podemos empezar a plantear políticas más fundadas que pueden beneficiar a grupos que, de otra manera, estarían en desventaja.

 

 

¿Cómo podría ayudar la cuantificación de la naturaleza de una mejor manera a la protección de la biodiversidad?

Una de las razones en la que podemos insistir en cuanto a la acción climática es que el origen del problema es bastante evidente. Podemos deducir cuánto tiempo podremos convivir con el calentamiento global antes de estar en peligro de sufrir problemas irreversibles.

No disponemos de esa ventaja en relación con la biodiversidad. La biodiversidad de los ecosistemas difiere completamente entre unos y otros. Por ello, es muy difícil extraer una sola cifra que pueda movilizar al mundo entero.

Si cada país cuantificara sus ecosistemas y el valor que obtienen de ellos, la existencia de diferencias entre los distintos tipos de ecosistemas sería mucho menos importante. La importancia recaería sobre el valor que el ser humano obtiene y el conocimiento de lo que necesitamos para protegerlo. Esto estimularía en gran medida la agenda para la biodiversidad mundial.

 

Muchas personas advierten que el cambio climático supone un gran riesgo y que la naturaleza se encuentra bajo presión. Sin embargo, las soluciones parecen abrumadoras y costosas.

A menos que gestionemos mejor el mundo natural que nos rodea, estaremos destruyendo los cimientos de nuestra vida en este planeta. Ignorar a la naturaleza implica unos costes que han llegado a ascender a miles de millones y han perdurado durante décadas. Solo tenemos que fijarnos en lo que ha estado sucediendo en Texas, Estados Unidos, con la ola de frío y el tremendo daño económico y social que ha causado un extraño patrón climático. En el mundo, mueren 6,5 millones de personas de forma prematura todos los años debido a la contaminación del aire. Entre ellos, 3 millones son niños. Este es el precio que pagamos cada año sin hacer nada al respecto.

Todo lo que hacemos supone un coste. Pero necesitamos pensar en ello no solo como un coste, sino también como algo más que una inversión. Nadie se quejaría si invirtiésemos en un colegio o en un hospital. Lo tomarían como una inversión en la salud, en nuestra sociedad, en nuestro futuro. Sucede exactamente lo mismo si invertimos en la salud de la naturaleza. Esa inversión siempre va a ser una fracción del coste real que tendríamos que pagar si permitimos que nuestro clima se descontrole y que la pérdida de la biodiversidad continúe.

 

En muchos países en desarrollo, la crisis de deuda pública se intensifica desde hace varios años y ahora podría ir a peor a consecuencia de la pandemia. ¿Qué opina acerca de las recientes propuestas de canje de deuda por medidas de protección ambiental o por medidas contra el cambio climático?

Estos mecanismos existen desde hace un tiempo. Algunos se han desarrollado y han tenido un éxito considerable. Pero en estos momentos nos estamos acercando a una crisis en ambos ámbitos. Por un lado en el ámbito de la deuda y, por otro, en el ámbito de la naturaleza y el clima. Existe un enorme potencial de acción capaz de unir a ambos, especialmente en los países que, de otra manera, no tendrían recursos para los tipos de programas de naturaleza y clima que necesitamos ver. En general, necesitamos buscar de manera más activa soluciones que nos permitan progresar en más de un frente a la vez.

 

¿Qué es lo más importante que las personas en todo el mundo necesitan comprender sobre esa respuesta ante la naturaleza?

Si seguimos permitiendo que la economía lo domine todo, estaremos tomando la vía rápida hacia el desastre. Podemos cambiar las cosas; no es fácil, pero sí posible. Estar informados es la mejor manera de tomar las decisiones correctas.

Es fundamental que no permitamos que el debate que rodea a la protección de la biodiversidad o a la acción climática se someta a aquellas personas que quieren preservar el statu quo por intereses personales. Aquellos que fingen que la pérdida de la biodiversidad no es un problema no están contando las cosas tal y como son.

Tenemos que sacar la evidencia a la luz. Tenemos que mostrarles a las personas lo que está pasando realmente. Y tenemos que proporcionarles la perspectiva de que podemos arreglarlo porque disponemos de las herramientas necesarias y, ahora también, de la información para utilizarlas de la mejor manera.

 

¿Cuantificar la naturaleza hará que más economistas vean más allá del PIB?

Siempre han existido profetas en zonas en estado natural que han defendido que hay vida más allá del PIB. No obstante, lo que va a impulsar un ritmo de cambio más rápido es que los negocios están cambiando. Hace cinco años, invertir en ESG (inversión basada en el medio ambiente, sociedad y gobierno) era un área pequeña a la que pocas empresas especializadas se dedicaban fuera de Wall Street. Ahora, los mayores inversores se preocupan por eso. Los problemas ambientales y sociales se están volviendo fundamentales para los modelos de negocios que las empresas utilizan y que los inversores buscan. Los bancos centrales y reguladores financieros se preguntan qué clase de información deberían declarar las empresas e instituciones financieras para dar una idea clara de su posición con respecto a las inversiones en ESG.

Todo esto significa que cuantificar la naturaleza se volverá cada vez más importante. Creo que podremos ver un cambio rápido en la profesión económica, ya que esta deberá adaptarse y alinearse con la realidad que la rodea. No podemos permitirnos centrar nuestra atención en el PIB si nadie nos escucha.