En 2000, cuando se celebró la Cumbre del Milenio, la comunidad internacional declaró que no escatimaría esfuerzos por alcanzar los objetivos de desarrollo del Milenio (ODM), inclusive reducir a la mitad la pobreza mundial, lograr que todos los niños del mundo asistan a la escuela, reducir la mortalidad de los niños y las madres, y proporcionar acceso a agua potable y a servicios de saneamiento.


Transcurridos 7 años, hemos logrado algunos progresos: actualmente, 34 países están aproximándose al objetivo relativo a la mortalidad infantil, 44 están bien encaminados hacia el objetivo de reducir la pobreza, y 47 países tienen buenas perspectivas con respecto al objetivo de educación universal. Los aumentos en los montos de la asistencia y las cancelaciones de la deuda han contribuido en los últimos siete años a que se agreguen 40 millones a los niños africanos que asisten a la escuela. Actualmente, hay en África al sur del Sahara más de 1 millón de personas que reciben tratamiento antirretrovirus, en comparación con 100.000 hace sólo tres años.


No obstante, en general, la comunidad internacional no está alcanzando las metas fijadas. Aproximadamente 72 millones de niños en edad escolar primaria siguen sin asistir a la escuela y, según se estima, será preciso gastar a escala mundial 9.000 millones de dólares adicionales por año para alcanzar el ODM relativo a la educación.


Sólo una tercera parte de los países del mundo están bien encaminados para alcanzar el objetivo de reducir a la mitad la proporción de personas que carecen de acceso a agua potable, y se necesitan 8.000 millones de dólares adicionales por año para subsanar ese déficit. Cada año, más de medio millón de mujeres siguen perdiendo la vida a causa de complicaciones del embarazo y el parto susceptibles de tratamiento y prevención y se necesitan otros 4.000 millones de dólares por año para alcanzar los objetivos relativos a la salud de la madre y del recién nacido.


En este momento, sólo nos quedan siete años por delante-- estamos en el punto medio del lapso hasta la fecha límite, 2015 -- ; son unos pocos breves años para mejorar las vidas de millones de personas. Actualmente, es evidente que disponemos de la tecnología para curar, la ciencia para dispensar tratamiento y los medicamentos para salvar vidas. La pregunta es: ¿tenemos la voluntad política de aprovechar el ingenio y los recursos con que contamos a fin de ayudar a quienes más lo necesitan?


El Gobierno del Reino Unido está cumpliendo con la parte que le corresponde. Es el segundo donante del mundo, por orden de magnitud, después de los Estados Unidos. En octubre de 2007, el Gobierno anunció un sustancial aumento de la asistencia para el desarrollo en los próximos tres años. Esto significa que para 2010, el gasto del Reino Unido en asistencia se habrá triplicado con creces en términos reales, en comparación con 1997, y que va por buen camino hacia dar cumplimiento a su promesa de dedicar un 0,7% del ingreso nacional bruto a la asistencia al desarrollo para 2013.


No obstante, ninguno de nosotros puede alcanzar los ODM por sí mismo: ningún Gobierno, por bien intencionado que esté; ninguna entidad del sector privado, por generosa que sea; ninguna organización no gubernamental (ONG) y ningún grupo confesional, por firme que sea su determinación de ayudar. La única manera de alcanzar los ODM es mediante una auténtica alianza, obrando de consuno. Por esta razón, en julio de 2007, el Primer Ministro Gordon Brown del Reino Unido sumó su voz a la del Secretario General Ban Ki-moon en Nueva York para exhortar a la comunidad internacional a que alcance el octavo ODM: fomentar una organización mundial para el desarrollo.


Lo que se necesita es una iniciativa internacional que aproveche las facultades de todos y cada uno: el sector privado, los particulares, los consumidores, los grupos confesionales, las organizaciones de la sociedad civil, así como los gobiernos-- de países tanto del Norte como del Sur --en la cooperación para alcanzar los ODM. En última instancia, el destino de la persona más pobre del mundo será decidido por las acciones de los gobiernos, las instituciones y los ciudadanos de países en desarrollo. Nuestra tarea es apoyarlos y facultarlos para que brinden asistencia a quienes más la necesitan.


En los países desarrollados, los gobiernos deben dar cumplimiento a sus promesas anteriores: cancelar la deuda, aportar más y mejor asistencia, crear condiciones equitativas para el intercambio comercial y reducir las emisiones de carbono. El sector privado posee expertos en la creación de riqueza y empleo que, si se movilizaran plenamente, podrían ayudar al crecimiento de los países en desarrollo. Éste es un factor clave, puesto que la mejor oportunidad para que las personas se arranquen a sí mismas de la pobreza es encontrar trabajo productivo.


Las instituciones mundiales deben efectuar las difíciles opciones necesarias para crear un sistema internacional realmente apto para el siglo XXI, que sea capaz de aportar adelanto a quienes más lo necesitan. En 2005, los grupos confesionales y las ONG fueron los integrantes básicos de la campaña para que la pobreza pase a la historia; y pueden contribuir nuevamente a aportar el apoyo popular necesario a fin de acelerar el progreso hacia los ODM.


Hemos visto a millones de personas congregadas en una campaña para eliminar la deuda de los países menos adelantados, aumentar la asistencia y establecer normas más equitativas para el intercambio comercial de los países en desarrollo. En la Cumbre de Gleneagles celebrada en 2005, los líderes del G8 oyeron las demandas planteadas por este movimiento internacional y se comprometieron a duplicar la asistencia para 2010, prometiendo aportar 50.000 millones de dólares a escala mundial y 25.000 millones de dólares con destino a África. El G8 prometió que cancelaría las deudas de 18 de los países más pobres del mundo, inclusive 17.000 millones de dólares de la deuda de Nigeria, y se comprometió a eliminar todos sus subsidios a la exportación. Ha llegado el momento de cumplir esas promesas y ampliarlas.


En 2008, abrigo la esperanza de ver diferentes copartícipes en todo el mundo dedicados a la tarea de formular planes de acción completos para imprimir dinamismo al progreso hacia los objetivos de desarrollo del Milenio. Abrigo la esperanza de que las importantes reuniones a celebrar en 2008 por la Unión Europea, el G8 y las Naciones Unidas, sean la ocasión de llevar a la práctica esos planes de acción. Mantengo mi optimismo, pese a la magnitud de los problemas que enfrentamos. Estoy persuadido de que, al aunar esfuerzos, es posible lograr que reine la justicia a escala mundial.