Objetivo 6

Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos

 

El acceso a recursos hídricos limpios, potables y seguros constituye un prerrequisito esencial para que las comunidades puedan prosperar. Sin embargo, aunque en los países desarrollados a menudo se den por descontados el acceso al agua y el saneamiento, son muchas las personas en todo el mundo que viven cada día privadas de ese derecho básico.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 6, formulado por el Grupo de Trabajo Abierto de las Naciones Unidas, plantea una misión ambiciosa, pero viable, para los dos próximos decenios: “Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos”. Consideramos que ese objetivo puede alcanzarse mediante la aplicación de cuatro principios: 1) separar el agua potable de las aguas residuales; 2) facilitar el acceso al agua potable y tratarla para eliminar contaminantes químicos y biológicos; 3) proteger y recuperar los ecosistemas de agua dulce; y 4) salvaguardar el acceso al agua y el derecho al uso del agua.

 

1.     Separar el agua potable de las aguas residuales

Históricamente, el factor que más ha contribuido a aumentar la esperanza de vida de los seres humanos ha sido la separación del agua potable y las aguas residuales. Gracias a la construcción de infraestructura de saneamiento, las comunidades (y, a su vez, las economías) han podido prosperar, libres de la carga que suponen las enfermedades transmitidas por el agua. Sin embargo, aún hoy sigue careciendo de esos servicios la monumental cifra de 1.000 millones de personas, a pesar de que con el acceso a un saneamiento mejorado disminuirían la propagación de enfermedades y la mortalidad infantil. Son muchos los ejemplos de proyectos de saneamiento que se ejecutan con éxito en los países en desarrollo cuando hay recursos financieros y de ingeniería. Esos ejemplos demuestran que es posible separar el agua potable de las aguas residuales en regiones que tradicionalmente carecían de esta infraestructura. Aunque sigue habiendo muchas dificultades para garantizar un saneamiento adecuado para todos, la construcción de infraestructuras de saneamiento representa un paso esencial para lograr el ODS 6.

 

2.     Facilitar el acceso al agua potable y tratarla

Si se dispone de agua en casa o en las cercanías, no hay necesidad de acarrearla desde otras fuentes, a menudo distantes. Uno de los resultados inmediatos que tiene el aumento del acceso al agua es un incremento sustancial del tiempo disponible para realizar trabajo productivo, asistir a la escuela, gestionar un negocio o cuidar de una familia, lo cual concierne especialmente a las mujeres y los niños que invierten una cantidad significativa de tiempo yendo a buscar agua cuando no tienen suministro canalizado en sus hogares. Además, para que el agua sea potable, habrá que tratarla antes, pero este problema se puede resolver con recursos adecuados de filtrado y desinfección. En concreto, para el tratamiento en pequeños sistemas de agua potable hacen falta dispositivos purificadores adaptables que sean resistentes y fiables, que precisen poco mantenimiento y que sean fáciles de obtener. Este principio, en conjunción con el principio 1, garantiza que se establezcan múltiples barreras contra los agentes patógenos, que brindarán más protección a los consumidores.

 

3.     Proteger y recuperar los ecosistemas de agua dulce

También debemos reconocer la relación entre el bienestar de los ecosistemas y la salud humana. La mayor parte del agua dulce del mundo ya está degradada debido a la extracción insostenible, los productos contaminantes, el cambio climático, la polución por nutrientes (eutrofización) y otras actividades humanas. El resultado neto del uso indebido y la mala gestión del agua dulce por los seres humanos es la disminución de la calidad del agua y la escasez de agua para el consumo. Es imprescindible proteger y mejorar la integridad ecológica de nuestros lagos, ríos, humedales y aguas subterráneas de agua dulce para garantizar que los productos contaminantes y los agentes patógenos no penetren en el abastecimiento de agua potable. Los ecosistemas estables de agua dulce tienen muchos mecanismos internos que ayudan a depurar por medios naturales el agua que necesitamos para beber (por ejemplo, las zonas de amortiguación ribereñas que absorben la escorrentía de aguas pluviales). Al igual que con los principios 1 y 2, la construcción de infraestructura de saneamiento es fundamental para proteger el agua dulce de la eutrofización, que es una de las mayores amenazas para los ecosistemas estables de agua dulce. La clave para garantizar la futura sostenibilidad de nuestros recursos hídricos consiste en compaginar la conservación del capital natural y la provisión de servicios de los ecosistemas con el desarrollo y el aumento de la productividad.

 

4.     Salvaguardar el acceso al agua y el derecho al uso del agua

El desarrollo económico precisa inevitablemente de recursos hídricos. Sin embargo, resulta imperioso que los planificadores y los gobiernos tengan en cuenta las necesidades de los diversos usuarios del agua, entre los que figuran las comunidades, la agricultura, la industria, la minería y el medio ambiente. Todos los cambios relacionados con el desarrollo y el uso de la tierra entrañan consecuencias. Por ejemplo, un desmonte alterará el caudal de los ríos y aumentará el riesgo de inundaciones. Del mismo modo, la deforestación reducirá la evapotranspiración, con lo que disminuirá a sotavento la precipitación que necesita la agricultura. A medida que va aumentando la necesidad de agua en la agricultura y la industria, resulta esencial que concertemos acuerdos sobre el uso compartido del agua a fin de garantizar un acceso equitativo a todos los usuarios, incluido el medio ambiente. Para llegar a esos acuerdos habrá que celebrar negociaciones entre interesados locales, regionales y nacionales en las que deben participar representantes de todas las partes afectadas, como líderes comunitarios, dirigentes de sectores productivos y científicos. Puede que el diálogo resulte difícil, pero no es imposible y ayudará a garantizar que todos tengan un acceso adecuado al agua.

 

Aplicación de la Agenda de las Naciones Unidas para el Desarrollo Después de 2015

Ya se han realizado enormes progresos para alcanzar el ODS 6. A medida que los países han ido prosperando, han llevado a cabo programas de mejoras para el saneamiento y el agua potable. Sin embargo, las perturbadoras estadísticas del número de personas que todavía no tienen saneamiento y agua potable ponen de relieve que este problema sigue siendo uno de los mayores desafíos humanitarios.

Para sacar adelante una reforma del agua se necesita liderazgo a todos los niveles: en el hogar, en los municipios y en los gobiernos. Las soluciones para suministrar agua potable y saneamiento varían en función de los recursos disponibles, el tamaño de las comunidades y el grado de mejora deseado. Abogamos por modelos tanto “de arriba abajo” como “de abajo arriba”. Las mejoras jerarquizadas de la calidad del agua y las asignaciones de agua (de arriba abajo) pueden parecer imposiciones, pero a menudo van acompañadas de más recursos y proporcionan el marco legislativo necesario para el desarrollo sostenible. La mejora de abajo arriba también es deseable, pues las comunidades asumen la responsabilidad y la administración de los recursos hídricos y la tierra de la que son custodios.

La educación es el prerrequisito común para mejorar la calidad del agua. En los países en desarrollo, la orientación de las mujeres y los niños de cada hogar acerca de los beneficios de la higiene y el saneamiento es el primer paso para concienciar e impulsar el cambio. Para mejorar la calidad del agua en los pueblos y ciudades hacen falta obras de ingeniería, pero también es necesario comprender la estrecha relación entre la calidad y la cantidad del agua y la ordenación territorial. En los países desarrollados, donde hay infraestructuras más avanzadas para el tratamiento del agua, la educación debe centrarse en mejorar la sostenibilidad del agua y crear las políticas necesarias para reformar el sector del agua.

En todo el mundo, el uso del agua por los seres humanos está ligado a sistemas sociales y naturales, tanto por la globalización de la economía, el comercio y el capital como el ciclo mundial del agua y los sistemas climáticos. Por consiguiente, el uso del agua a nivel local y regional no puede gestionarse de manera aislada. La responsabilidad de las naciones desarrolladas no se limita a facilitar asistencia financiera, sino que también supone ayudar a los países en desarrollo a crear capital humano que aporte las aptitudes necesarias para mejorar la calidad del agua y el saneamiento. Los países desarrollados pueden brindar ayudas para la investigación y promover nuevas tecnologías de tratamiento del agua, proporcionando soluciones sostenibles para la gestión del agua. Resulta imperioso invertir tiempo y recursos en la elaboración de dispositivos purificadores adaptables que sean fiables, robustos y de bajo costo.

La reforma del sector del agua debe abordar la protección de la calidad del agua mediante una ordenación territorial prudente y la asignación de agua a los diferentes usuarios. La distribución equitativa de los recursos hídricos entre los consumidores humanos, el medio ambiente, la industria y la agricultura es compleja y exige que haya una gobernanza y una política bien estructuradas de los recursos hídricos a fin de satisfacer las necesidades de todos los usuarios, tanto aguas arriba como aguas abajo. Ese proceso se complica por la circunstancia de que el curso de los ríos cruza fronteras locales, regionales y nacionales. Los mercados integrados de agua son una herramienta que permite comprar y vender agua como servicio comerciable. Sin embargo, esta práctica no tiene en consideración el agua para el medio ambiente, que debe protegerse mediante políticas y leyes.

 

Conclusión

El agua es la base de la vida, pero el agua limpia, potable y segura es el pilar de la civilización. El ODS 6 conlleva la promesa de una mejora drástica de la calidad y la esperanza de vida en algunas de las naciones más pobres del mundo. Si declaramos que el acceso al agua limpia, potable y segura constituye un derecho humano básico, nos corresponde a todos la responsabilidad de proporcionar la orientación, la infraestructura y el apoyo necesarios para lograr alcanzar el ODS 6.