Mucho antes de convertirme en Secretario General, las Naciones Unidas ocupaban un lugar especial en mi vida.

Yo tenía 6 años cuando estalló la guerra de Corea. Conservo recuerdos vívidos de mi pueblo en llamas y de cómo mi familia se refugió en las montañas cercanas. Pero hay una imagen aún más perdurable: la visión de la bandera de las Naciones Unidas y de los muchos miles de personas que trabajaban bajo ella para responder a nuestra difícil situación. Nos salvamos del hambre gracias a las operaciones de ayuda alimentaria de las Naciones Unidas. Recibimos libros de texto de las Naciones Unidas para que mis compañeros y yo pudiéramos continuar nuestra educación a pesar de que nuestra escuela había quedado reducida a escombros. Y cuando nos sentíamos asustados y solos y nos preguntábamos si el mundo exterior se preocupaba por nuestro sufrimiento, las tropas de numerosos países, unidas en el azul de las Naciones Unidas, sacrificaban sus vidas para restablecer la seguridad y la paz. De esta manera, el gran valor de las Naciones Unidas quedó impreso en mí a una edad temprana, profundamente y, tal como ha resultado, para siempre.

Hoy en día, millones de personas de todo el mundo siguen confiando en las Naciones Unidas para que garanticen su seguridad, protejan a sus hijos y les ayuden a asegurar su futuro. Sus necesidades y aspiraciones son mi mayor motivación. Debido a mi infancia, y después de decenios de servicio público, sé hasta qué punto pueden las Naciones Unidas cambiar el curso de las cosas.

Al conmemorar el 70º aniversario de las Naciones Unidas, podemos ver que el mundo ha cambiado radicalmente desde que los redactores de la Carta se reunieran en San Francisco en 1945. Se ha ampliado el número de miembros de la Organización y han surgido nuevas potencias. La globalización, la urbanización, las migraciones, los cambios demográficos, los avances tecnológicos, el cambio climático y otros acontecimientos trascendentales continúan rehaciendo nuestras sociedades y transformando las relaciones internacionales.

También podemos enorgullecernos de los logros alcanzados en el pasado. Las Naciones Unidas se fundaron para evitar otra guerra mundial y han tenido éxito en este sentido. En la mayor parte del planeta, las personas disfrutan de vidas más largas y saludables. Nuestros esfuerzos también han contribuido a empoderar a las mujeres, promover el derecho internacional y proteger el medio ambiente.

Sin embargo, somos muy conscientes de que ha habido muchos contratiempos en el camino y que la situación actual está marcada por los conflictos, la explotación, los desplazamientos y la desesperación. En realidad, el camino que lleva a establecer un mundo de dignidad y paz para “nosotros los pueblos” es un viaje que no termina nunca.

A pesar de las dificultades actuales y las múltiples crisis en la agenda de las Naciones Unidas, creo que todos los que trabajan para las Naciones Unidas y junto a ellas son afortunados por prestar servicios en este momento. El 70º aniversario se conmemora en un año de decisiones potencialmente trascendentales sobre nuestro futuro común, entre ellas la aprobación de una nueva y transformadora agenda de desarrollo sostenible y un acuerdo ambicioso sobre el cambio climático. Podrían necesitarse varios años para lograr estos avances. Pero mi esperanza es que algún día, al mirar atrás y considerar nuestra labor, podamos decir con orgullo: “Fuimos parte de aquello; lo hicimos juntos; esto es lo que las Naciones Unidas ayudaron a poner en marcha”.

El logro de este legado compartido seguirá exigiendo mucho de nosotros hoy. Durante esta labor, a menudo recordaré el consejo que me dieron cuando estaba en la enseñanza media. “Mantén la cabeza por encima de las nubes”, decía nuestro director, “y los pies bien firmes en el suelo, y a continuación avanza paso a paso”.

Mantener la cabeza por encima de las nubes significa mantenerse fiel a nuestros principios. Mantener los pies en el suelo significa permanecer conectado a la realidad de la vida de las personas. Y avanzar paso a paso significa tomar medidas prácticas para lograr nuestras metas.

Como Secretario General, he tratado de adoptar este enfoque, armado con los principios de la Carta, el testimonio de las personas a las que servimos y, sobre todo, el entregado personal de las Naciones Unidas que, a menudo corriendo riesgos personales, nos permite avanzar en nuestras metas. Soy muy consciente de las enormes responsabilidades que se me han confiado e igualmente consciente de que el éxito en las Naciones Unidas es producto del gran esfuerzo, el sacrificio y el ejemplo del personal de las Naciones Unidas, que dan forma a la colaboración internacional que defendemos.

En este aniversario y todos los días, debemos utilizar nuestro poder e influencia para hacer lo que sea correcto y necesario a fin de defender la Carta. Si bien no podemos evitar los terremotos y los sunamis, podemos contribuir mucho a la hora de afrontar los desastres que surgen de la locura y la falta de visión del ser humano. Este es un período de prueba, pero sobre todo un período de enormes oportunidades. A medida que la distinción entre lo nacional y lo internacional sigue desvaneciéndose, podemos y debemos utilizar las lecciones aprendidas a lo largo de estos 70 años para permanecer unidos como una sola familia humana y trazar un camino hacia un futuro más seguro y sostenible para todos.