La conmemoración del 50º aniversario del establecimiento del Grupo de los 77 es una oportunidad para que sus Estados miembros evalúen el progreso alcanzado a través de su acción conjunta orientada a reparar las injusticias y desigualdades de un orden mundial confeccionado por agentes poderosos del mundo desarrollado con el fin de servir supuestamente sus propios intereses. Es también una ocasión para inyectar nueva energía en nuestro papel colectivo a nivel multilateral.

Pese a sus diferentes prioridades y orientaciones políticas, los diversos niveles de desarrollo o condición específica de países sin litoral, menos adelantados o de ingresos medianos, pese a que algunos Estados en su entorno están importando petróleo y otros están exportándolo, 75 naciones en desarrollo aprobaron en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York en 1963 una "Declaración Conjunta" publicada como el anexo de la resolución 1897 de la Asamblea General de las Naciones Unidas a fin de impulsar la adopción de medidas conjuntas por parte de sus delegaciones en la Conferencia de Ginebra que se celebraría en marzo de 1964 y que daría lugar al establecimiento de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

La Cumbre Asiático-Africana de Bandung de 1955 y la primera Cumbre del Movimiento de los Países No Alineados en Belgrado de 1961 sentaron las bases para que esta acción colectiva emprendida por los países en desarrollo de las Naciones Unidas fuera más allá de la liberación política, de la colonización a la plena emancipación económica.

Recuerdo el primer período de sesiones de la UNCTAD, cuando Ernesto "Che" Guevara retó a nuestros países recién liberados a "resistir la tentación de las ofertas realizadas a sangre fría en la euforia del momento e imponer un nuevo tipo de relación" y añadió que si resultaba bien "la humanidad habría dado un paso hacia adelante". Si no, concluyó, "El mundo se quedará como está"1.

Durante los 3 meses posteriores a este largo período de sesiones, nos animó el reto a hacer todo lo necesario para que la humanidad diera un paso hacia adelante, un paso tan grande como se podía dar mediante la mejora de la eficacia y la disciplina del Grupo de los 77.

Tuvimos que enfrentarnos a dos modelos a imitar que provenían de la Argentina: "Che" Guevara, el militante, y Raúl Prebisch, el diplomático. Después de darle muchas vueltas, y siguiendo instrucciones de nuestras capitales, actuamos más como diplomáticos y menos como militantes. Pensamos que tanto los militantes como los diplomáticos diagnostican primero lo que aflige al planeta. Los militantes buscan "imponer" su solución, mientras que los diplomáticos prefieren proponerla para negociación, a los Guardianes del Templo, es decir, del orden existente. Puede que los militantes comprometidos sean ideológicos, pero pensamos que los diplomáticos comprometidos son idealistas. Puede que los militantes sean dogmáticos pero los diplomáticos tienen que ser pragmáticos. Así es como el Grupo de los 75, que más tarde se convirtió en el Grupo de los 77, operó en la UNCTAD y en esta resiliencia consiste su fuerza.

Nuestras actividades conjuntas hicieron nacer la primera Declaración del Grupo de los 77, que hizo oficial nuestra existencia como grupo y abrió el camino para el resultado final de la Conferencia. Fue en ese momento cuando nos separamos con renuencia de un Estado Miembro desarrollado, Nueva Zelandia, exportador de "oro blanco" (productos lácteos) y representado acertadamente por el Embajador Bolt, y cuando dimos la bienvenida a tres nuevos Estados Miembros en desarrollo. Acto seguido, habiendo alcanzado el mágico número 77, dejamos de contar salvo por la adición explícita de China, que se unió al Grupo en 1992.

Debemos rendir un homenaje especial al liderazgo visionario del primer Secretario General de la UNCTAD, Raúl Prebisch, el “diplomático” cuya orientación inspirada fue inestimable a la hora de dirigir nuestras deliberaciones hacia unos resultados constructivos. Recuerdo con emoción a este juvenil sexagenario de rostro rojizo con el pelo blanco cuidadosamente peinado hacia atrás, llegando a la sala de conferencias en su deportivo descapotable de dos asientos. Intentaba persuadirnos, a nosotros, que éramos jóvenes diplomáticos, de que mostráramos nuestro coraje, nuestras dotes diplomáticas y especialmente nuestras mentes imaginativas y nuestro espíritu conciliatorio para hacer avanzar la conferencia.

Prebisch pasó el testigo a una sucesión de Secretarios Generales que actuaron como caballeros de los Estados miembros del Grupo de los 77 cuyos nombres permanecerán asociados a la saga de la institución. Solo podemos lamentarnos de que la rotación geográfica de liderazgo entre países en desarrollo durante el último medio siglo, nunca ofreciera a una parte amplia e influyente de los países en desarrollo, como es la región árabe y la más amplia región islámica, la oportunidad de que uno de sus nacionales ocupase el puesto de Secretario General. Aunque el Grupo de los 77 pensó inicialmente que la UNCTAD sería una medida de transición hacia la creación de una organización internacional de comercio, un punto de vista al que se oponía la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), tras la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) se produjo una inversión de posiciones en ambos lados. Desafortunadamente, la larga sombra de la OMC sobre la UNCTAD ha tenido un efecto restrictivo en el liderazgo de la Secretaría durante el último decenio.

El Grupo de los 77, después de la I UNCTAD, intensificó su centro de atención y amplió su ámbito de actividad en 6 centros multilaterales en diferentes partes del mundo. Su secretaría permanente en Nueva York se ha convertido en un centro eficaz para promover la coordinación entre diferentes capítulos y está proporcionando una memoria institucional al Grupo. Se han celebrado conferencias ministeriales a intervalos más o menos regulares. Después de la I UNCTAD, mi país, Argelia, tuvo el privilegio de acoger la primera de estas conferencias en 1967. Culminó con la adopción de la Carta de Argel, que se convirtió en la hoja de ruta del Grupo en los subsiguientes decenios. Sus contenidos fueron transmitidos a través de la Cumbre del Movimiento de los Países No Alineados celebrada también en Argel en 1973. Esta última encomendó al Presidente Boumediene que solicitara que la convocatoria del sexto período extraordinario de sesiones en la Asamblea General de las Naciones Unidas nos permitiera pedir apoyo a nuestras aspiraciones colectivas con el fin de avanzar hacia un nuevo orden económico internacional.

Más tarde, por sugerencia de mis autoridades, el Grupo de los 77 propuso que yo fuera el primer Presidente del Comité Plenario de la Asamblea General en 1978. Al Comité Plenario se le dio este inoportuno nombre de procedimiento porque los países industrializados se opusieron a cualquier mención en el título de la esencia del trabajo del comité, que era buscar puntos en común en algunos de los componentes del nuevo orden económico internacional. El segundo y último Presidente del Comité Plenario fue un noruego ilustrado, el Embajador Thorvald Stoltenberg, que formó parte del muy lamentado grupo de países del Norte de ideas afines que trabajaron mucho para tender puentes con el Grupo de los 77 en épocas de tensión entre Norte y Sur. Quizás algunos dirigentes lúcidos del Norte consigan reunir el valor para revivir este espíritu de "afinidad de ideas" cuya acción benévola promovió las respuestas conciliatorias de nuestro Grupo.

En aquellos tiempos mejores, nuestros países, aunque débiles económicamente, eran fuertes desde el punto de vista político en virtud de su solidaridad y también a través de su solemnidad moral como antiguas víctimas de ocupación colonial y de explotación económica. De este modo conseguimos que se tuviese en cuenta nuestra opinión colectiva en la elaboración del programa multilateral. Ganamos respeto por nuestra soberanía nacional, extendida al control sobre nuestros recursos naturales. Nos aseguramos de que el programa internacional se centrase en la elaboración de normas internacionales más equitativas para el comercio, la inversión y las finanzas al introducir una dimensión de desarrollo en todos los debates. Gracias al ímpetu del Grupo de los 77, los resultados de los programas multilaterales fueron claramente transformadores en las primeras fases de la vida del Grupo de los 77.

No obstante, antes de que el proceso de reformas transformadoras del orden internacional siguiese su curso, se produjo un cambio en el equilibrio mundial de poderes geopolíticos. Esto ocurrió hacia finales de los años ochenta del siglo pasado. Se cogió desprevenido al Grupo de los 77 en un programa multilateral que esencialmente se centró desde ese momento en cuestiones nacionales con alguna medida de incrementalismo relativa a la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD): de los 8 objetivos proclamados de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), aprobados en la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas, 7 se ocuparon de dichos asuntos internos mientras que el octavo fue la mera repetición de un mantra que se remontaba a los años sesenta y setenta y que no se había aplicado nunca: aumentar la AOD, erradicar la pobreza y un compromiso suavizado con la erradicación del hambre2.

Un fenómeno más ominoso en la Cumbre de las Naciones Unidas de 2005 fue la aprobación de una declaración solemne que proclamaba el vínculo existente entre paz y seguridad, los derechos humanos y el desarrollo. Esto significó que básicamente resultaba legítimo que el Consejo de Seguridad se ocupase de las cuestiones de política interna de los Estados Miembros en desarrollo y que estos rindiesen cuentas al Consejo de Seguridad por dichas políticas. Podría también conllevar una extensión de la aplicación de normas corporativas en los asuntos de desarrollo y de derechos humanos que hasta la fecha solo estaban sujetos al derecho incipiente. Esta evolución debilita, en detrimento de las naciones del Grupo de los 77, el principio de soberanía nacional, según fue proclamado por el Tratado de Westfalia de 1648. Las Grandes Potencias, por supuesto, tienen la capacidad de mantener su soberanía mediante sus propios dispositivos y alianzas o aplicando el concepto de "excepcionalidad".

Se puede argumentar que el concepto de soberanía es obsoleto para nuestras naciones en un contexto de globalización, como si estas naciones estuviesen "separadas de las fuerzas dominantes que reconfiguran de forma activa el mundo, sus Estados constitutivos y sus territorios", como dijo Stuart Elden, de la Universidad de Warwick3.

La disponibilidad y mayor elaboración de las normas que gobiernan los derechos humanos individuales que se extienden a todos los campos del esfuerzo humano facilitan que nuestros Estados tengan que rendir cuentas cada vez más a mecanismos internacionales de supervisión para políticas internas. De este modo, somos testigos de otra regresión de nuestro programa transformador del orden internacional a un programa de incremento gradual basado sobre todo en reformas internas y finalmente a un programa de cumplimiento que establece normas que han de ser obligatorias a nivel internacional en beneficio de las personas dentro de nuestras fronteras. La batalla de retaguardia en la que ahora se encuentra involucrado el Sur está dirigida a preservar un mínimo “margen normativo” para poder proteger sus intereses nacionales básicos.

Esto no quiere decir que nuestras naciones en desarrollo estén libres de culpa. Muchos sistemas políticos no han evolucionado con los tiempos. Las generaciones más jóvenes piden más oportunidades de empleo, más rendición de cuentas por parte de sus líderes, que a menudo no han conseguido cumplir sus crecientes expectativas. Nuestros Estados se tambalean y pierden en el plano internacional la importancia de la que habían disfrutado previamente. Los países del Grupo de los 77 tienen que competir entre sí para mejorar su relativa clasificación o “calificación” en el programa de “cumplimiento”, debilitando así la cohesión del Grupo.

Pero podemos dar marcha atrás a los acontecimientos. Podemos “desandar” la regresión de la que hemos sido testigos durante el último decenio más o menos. Con nuestras carencias en el campo de la gobernanza, nuestra gente puede beneficiarse de la presión adicional en materia de los derechos humanos procedente del exterior. Por lo tanto, sigamos cooperando de forma constructiva en el Consejo de Derechos Humanos, pero dejemos que el Grupo de los 77 considere la ampliación de su alcance para incluir este importante órgano multilateral, como lo hace la Unión Europea.

Pero también ejerzamos presión de nuevo para conseguir la promoción de las normas que gobiernan las relaciones económicas y financieras internacionales para el desarrollo. Los 15 principios generales y los 13 principios específicos de la UNCTAD que rigen las políticas internacionales favorables al desarrollo fueron un buen comienzo. Intentemos establecer mecanismos que examinen el cumplimiento de estas normas colectivas por parte de todos los agentes internacionales, que para mí son derechos colectivos no menos convincentes que los derechos individuales. Dejemos que el derecho se convierta en el principio rector, tanto para los derechos colectivos como para los individuales. Si algunos de nuestros asociados del Norte no reconocen el término "derechos colectivos", podemos hacer referencia al "cumplimiento por parte de los Estados de las normas de derecho establecidas con respecto a los países en desarrollo". En suma, dejemos que el Grupo de los 77 y China elabore una nueva descripción para una mejor relación Norte-Sur que introduzca más democracia también en la adopción de decisiones internacionales, en la elección de funcionarios del más alto nivel del sistema de las Naciones Unidas, al menos de aquellos que tienen que fomentar la democracia en los Estados Miembros, por el bien de su propia credibilidad.

La "madre de los derechos" hoy en día surge del reconocimiento de que si bien el Grupo de los 77 constituía el 25% de la población mundial en la I UNCTAD, ahora habla por dos tercios de la humanidad. Los países emergentes dentro de nuestro Grupo han experimentado una revolución industrial de proporciones desconocidas hasta ahora. Más de la mitad del comercio internacional proviene de nuestra región4. Por consiguiente, tenemos derecho a ejercer nuestro derecho colectivo para enmarcar como asociados en pie de igualdad la estrategia que hará que nuestro mundo sea sostenible, que se pueda disfrutar de su clima y que la pobreza y el hambre pasen a formar parte de la historia. Palabrería o, en el mejor de los casos, promesas vanas, que se contradicen a causa de decisiones políticas tomadas en instituciones controladas por el Norte han sido hasta este momento disculpas por una estrategia internacional del desarrollo. Si se van a fijar objetivos, estos deben ir acompañados de metas y políticas coherentes, realistas y sujetas a unos plazos para su adopción por la comunidad internacional. Todos los asociados, no solo los países en desarrollo, deben contar con un mecanismo internacional de vigilancia para supervisar el cumplimiento de sus compromisos en el marco de la estrategia.

En las primeras fases de la agitada vida del Grupo de los 77, los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) desempeñaron un papel importante al conseguir que las naciones industrializadas oyesen la voz del Grupo, aunque solo fuese porque estas naciones dependen mucho de la energía fósil proporcionada por los recursos de la OPEP. Hoy en día, con el desarrollo del aceite de esquisto y el énfasis en la energía renovable, la situación de la energía se encuentra en un estado de incertidumbre. Otras economías emergentes en las que la industrialización ha avanzado a buen ritmo, hayan sido elegidas o no como miembros del Grupo de los 20, podrían asumir las funciones de la OPEP y convertirse en un baluarte del Grupo de los 77 y China liderando las reclamaciones colectivas del Grupo.

Ya es hora de celebrar otra Cumbre del Grupo de los 77 y China, o al menos una reunión ministerial, para examinar estas cuestiones y adoptar una posición respecto a las reformas internacionales necesarias antes de tomar una decisión en la Estrategia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Después de 2015. De esta forma, el Grupo de los 77 y China optará por volver a desempeñar su papel inicial como “creador de mercado”, por así decirlo, en lugar del de “líder de mercado” que es el que ha adoptado últimamente en asuntos relacionados con la estrategia internacional del desarrollo. El Informe sobre Desarrollo Humano de 2013 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)5 propone una nueva Comisión del Sur para reactivar nuestro Grupo pero, por supuesto, no es necesario, puesto que la anterior Comisión del Sur se transformó en el Centro del Sur de Ginebra, que está altamente cualificado para contribuir al empoderamiento del Grupo de los 77.

Se ha hablado mucho sobre la convergencia necesaria entre el Sur y el Norte, ya que se atribuye la división actual a tiempos pasados. Habrá convergencia, puesto que a largo plazo conviene a todas las partes interesadas. ¿De qué otra manera se podría curar o prevenir enfermedades, proteger verdaderamente el medio ambiente mundial, derrotar para siempre a la piratería cibernética, generar estabilidad o combatir el terrorismo de forma eficaz? No obstante, el hecho de que la convergencia se produzca con venganza o con templanza dependerá de lo rápido que puedan avanzar las reformas del sistema internacional. La convergencia con sumisión hará retroceder la historia. Solo la convergencia con equidad abre las puertas a un futuro mejor para todos.

Notas:

(1) Citado en  Branislav Gosovic, UNCTAD, Conflict and Compromise; The Third World's Quest for an Equitable World Economic Order through the United Nations (Leiden: Sijthoff, 1972), 28. 

(2) El objetivo 1 c) de los ODM se comprometía a reducir a la mitad para 2015 la proporción de personas que padecen hambre, partiendo del año 1990-91, eso prácticamente significa reducir el número de personas que padece hambre de 989 millones a 842 millones en 25 años, es decir, una media de 6 millones al año. Si el número de personas que padece hambre se estabilizara en los niveles actuales, a este ritmo se tardaría casi 150 años en erradicar el hambre. Sin embargo, el Grupo de Alto Nivel de las Naciones Unidas de 3 Jefes de Estado o de Gobierno cree que este objetivo se puede lograr en un plazo de 15 años, aunque no nos hace saber el secreto de cómo se conseguirá que la aceleración del ritmo actual de la reducción de la pobreza se multiplique por 10. Deberíamos ser conscientes de que la Conferencia Mundial de la Alimentación de 1974 ya había tomado inútilmente la decisión de eliminar el hambre en 1984, es decir, 36 años antes del último pronunciamiento del Grupo de Alto Nivel…

(3) Elden Stuart, "The Space of the World," en New Geographies 4: Scales of the Earth, editado por El Hadi Jazairy, No. 4 (Cambridge: Harvard University Press, 2011).

(4) Chris Giles and Kate Allen, "Southeastern Shift: The new leaders of global growth," Financial Times, 5 de junio, 2013, 7.

(5) Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Informe sobre Desarrollo Humano 2013: El ascenso del Sur: Progreso humano en un mundo diverso (Nueva York: PNUD, 2013), 121.