BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO

Intervención

De

K. BURKE DILLON
VICE PRESIDENTE EJECUTIVO

Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia

Durban, Sudáfrica
4 de septiembre de 2001

Esta es la tercera Conferencia Mundial contra el Racismo y las Formas Conexas de Intolerancia, pero es la primera que se lleva a cabo desde el término de la segregación. Ya no tenemos el lujo de apuntar el índice acusador hacia el "racismo oficial" y debemos mirarnos al espejo y abordar las manifestaciones más profundas, más sutiles y más arraigadas de racismo e intolerancia, presentes en cada una de nuestras sociedades y en cada uno de nosotros.

Para el BID, esta conferencia y los actos que la rodean han servido como catalizador de nuestros esfuerzos para colocar la cuestión del racismo y sus vínculos con la pobreza y la desigualdad a la cabeza de nuestra agenda de desarrollo. Con una cartera de préstamos de más de 47.6 millones de dólares y un volumen de nuevos compromisos anuales de 6 a 9 millones de dólares, el BID es el banco regional de desarrollo más grande del mundo y la mayor fuente de financiación para el desarrollo de América Latina y el Caribe. El crecimiento y la reducción de la pobreza son los objetivos centrales de nuestra institución y cada día es más firme nuestra convicción de que no podemos apuntar a la consecución de esas metas sin abordar los problemas de la exclusión racial y social en nuestra región.

LA DIVERSIDAD COMO RECURSO

En los países de América Latina y el Caribe se aposenta un acervo extraordinario de pueblos, culturas y patrimonios étnicos. La diversidad racial de la región es una de las más ricas del mundo y esta variedad cultural que se percibe en todos los aspectos de la vida regional brinda un caudal de recursos y conocimientos que puede constituir la base para un desarrollo con identidad propia.

Se estima que más de un tercio de la población de América Latina y el Caribe, es decir más de 150 millones de personas, es de origen africano o indígena y, de hecho, la mayor concentración de seres humanos con ascendencia africana, fuera de África, se encuentra en el Brasil. Otros países con una importante población de origen africano son Colombia, Venezuela, Perú, Honduras y Nicaragua además, por supuesto, de las islas del Caribe, en las que también habitan un significativo número de personas descendientes de los países de la India del Este

En toda América Latina y el Caribe se encuentra población indígena compuesta por 400 grupos étnicos diferentes, cada uno con su propio idioma, organización social y formas de producción adaptados al ecosistema que habitan. A pesar de esta heterogeneidad, los grupos indígenas comparten inquietudes y visiones de desarrollo similares. En cinco países, a saber Perú, México, Guatemala, Bolivia y Ecuador, reside casi el noventa por ciento de los indígenas de la región.

Sin embargo, esta diversidad de hoy día es el fruto de siglos de colonialismo, esclavitud y trabajos forzados y el costo de este historial de racismo y exclusión aún se percibe entre nosotros. Ese costo constituye la cara sombría de las ganancias que podrían obtenerse si se aprovechara plenamente el potencial humano de la región. El reconocimiento de este historial y del impacto devastador, pasado y presente, que han causado el racismo y la exclusión en la región, es un primer paso fundamental para encaminarnos hacia la realización de ese potencial.

LOS OBSTÁCULOS PARA LA REALIZACIÓN DEL POTENCIAL

En los años recientes, a medida que la democracia fue consolidándose en la región, creció el reconocimiento de los derechos de los grupos indígenas y de las comunidades de ascendencia africana. Ha sido frecuente el reconocimiento de esos derechos en las leyes y en las constituciones nacionales y la exigencia de hoy día consiste en pasar de las leyes escritas a la debida aplicación de las políticas públicas.

Un obstáculo importante es la falta de datos. De hecho, sabemos más acerca de la diversidad de la producción industrial de nuestra región que de la diversidad de sus habitantes. Menos de un tercio de los países de la región compilan datos sobre la población de origen africano en sus censos o encuestas domiciliarias y, si bien la mayoría reúne datos relativos a sus poblaciones indígenas, estos suelen ser incompletos.

Sin embargo, en los pocos países de la región donde existen datos, éstos ilustran de manera abundante acerca de los vínculos entre raza, origen étnico y pobreza. Nuestros análisis indican que los grupos indígenas de Guatemala, Perú y Bolivia y los negros del Brasil poseen, como promedio, menos de la mitad del número de años de escolaridad que los grupos dominantes. El menor grado de educación se traduce en trabajos con menor remuneración y menos beneficios y cuando los descendientes de africanos o los indígenas poseen una educación similar a las de otros grupos, la constante presencia de la discriminación en el mercado de trabajo determina que su paga sea más baja que la de los blancos. Además, las mujeres de color sobrellevan la carga de una doble discriminación en la familia, en el aula y en el mercado de trabajo.

Los indicadores de salud también revelan el costo de la exclusión social. En el Brasil, las tasas de mortalidad infantil entre los hijos de madres negras son casi el doble de las de hijos de madres blancas.

El BID ha asignado suma prioridad a la asistencia de los países para que se esfuercen por dar visibilidad a lo invisible, por medio de préstamos y asistencia técnica para los censos y encuestas domiciliarias que incluyan explícitamente las dimensiones de raza y origen étnico. La representación de los diversos grupos en las estadísticas nacionales, además de validar sus derechos políticos sirve como punto de partida para el diseño y la aplicación informados de la política pública. Se trata de una inversión sólida. Nuestros análisis demuestran que toda la economía sufre cuando sectores íntegros de la población padecen insuficiencias en materia de educación, remuneración y empleo.

Durante el año pasado hemos trabajado en el BID, junto con nuestros prestatarios y otros organismos internacionales, en la creación de conocimientos y conciencia acerca de los costos de la discriminación racial y la exclusión. Asimismo, procuramos aumentar la financiación para el desarrollo de los grupos de origen africano y los indígenas y promovemos la diversidad en el seno de nuestra propia organización. Desde el sur de Chile hasta la costa atlántica de América Central, llevamos a cabo proyectos de desarrollo con participación comunitaria, ayudando a las comunidades étnicas y raciales en la planificación y configuración de su propio futuro.

El BID está preparado para respaldar a sus países miembros en sus esfuerzos para combatir el racismo y sus consecuencias, por medio de sus préstamos, su diálogo sobre políticas y su cooperación técnica. Hemos elaborado un plan de acción para la inclusión social y creemos que nuestra ventaja comparativa reside en la compilación y difusión de datos, la consolidación institucional y los proyectos en los sectores de educación, salud y justicia. La lucha en favor de la inclusión es una lucha por el corazón y la mente de las personas y la educación y los medios de información son instrumentos poderosos para lograr el cambio de las nociones y las actitudes.

El BID ha asumido el compromiso de mantener el impulso de esta conferencia y estamos preparados, y deseosos de hacerlo, para trabajar con nuestros gobiernos miembros, con la sociedad civil y los organismos asociados, en la construcción de un verdadero Nuevo Mundo, en el cual se concrete todo el potencial humano de sus pueblos y se valore la diversidad como es debido.