Guatemala ante la Convención de las Naciones unidas contra la Corrupción
Palabras del Canciller Edgar Gutiérrez En la firma de la
"Convención de Mérida"
Mérida, México, 9 de diciembre de 2003
Señor Presidente, Señores y Señoras Delegados:
Este
es un día importante en la historia de la evolución de las relaciones de poder
en el mundo. La firma de la Convención de las Naciones Unidas contra la
Corrupción expresa la voluntad de los Estados de democratizar las relaciones de
poder con sus propias sociedades y la comunidad internacional, y a la vez
afirma principios y valores para recuperar la confianza, la seguridad y la
legitimidad de la convivencia social y política en el Siglo XXI.
Existen,
por lo menos, tres problemas derivados de la falta de transparencia en nuestros
sistemas: el descrédito de la democracia; las distorsiones del mercado, y el
aumento de la pobreza.
Al
final del día hemos sido testigos de cómo sus manifestaciones han erosionado
los valores de la convivencia civilizatoria, y las bases de nuestra aun joven
democracia, derrotando muchos de sus objetivos.
La
visibilidad del problema es positiva: Denunciar la corrupción y la falta de
transparencia es un avance. Sin embargo, si nos quedamos lamentándonos de sus
ruinosos efectos, el impacto del fenómeno sobre la democracia y sus
instituciones puede ser desestabilizador. El escepticismo y la desconfianza
pueden surtir un efecto de apoyo a salidas políticas "fáciles",
formas de gobierno neoautoritarias y populistas.
Por
eso es necesario enfrentar la corrupción a través de una estrategia conceptualmente
clara y operativamente realista, y además coordinada entre las autoridades del
Estado, la empresa privada, la sociedad civil y la comunidad internacional.
Otro
efecto de la corrupción es el bajo crecimiento económico. Para explicar esto
permítanme referirme a tres tipos de corrupción: 1) La corrupción
administrativa que es la que generalmente reportan los medios: 2) La corrupción
por influencias y 3) La corrupción por componenda entre empresas altos funcionarios
y dirigentes políticos.
La
corrupción administrativa se relaciona con la trasgresión de leyes, reglamentos
y procedimientos. En cambio la corrupción por influencia y por alta componenda,
está directamente asociada a la confección de leyes, políticas y
reglamentaciones del Estado, o sea, el establecimiento de reglas ad hoc para
favorecer a determinadas empresas en detrimento del resto. Con ello, es claro,
se promueve ineficiencia e ineficacia de los servicios del Estado, y se
desestimula la competencia y la liberalización de los mercados.
Y
el tercer efecto: La corrupción, y está demostrado en estudios empíricos,
afecta a los pobres de manera desproporcionada, ya que está estrechamente
ligada al incremento de los precios y costos de oportunidad, a la reducción de
las oportunidades de servicios y empleo, y la baja competencia e innovación
empresarial.
Señor
Presidente:
La
corrupción y los problemas asociados a ella han dejado de ser un asunto
nacional. Es claro que los agentes locales de la corrupción establecen
estrechos vínculos con la delincuencia transnacional, en particular con la
delincuencia vinculada al blanqueo de dinero y la evasión fiscal. Para prevenir
y reprimir este fenómeno resulta esencial la definición de estrategias de
cooperación internacional.
De
la Convención contra la Corrupción se desprenden varios compromisos que se
traducen en tareas y metas. Los Estados se obligan a fomentar medidas para
prevenir, detectar y erradicar la corrupción. Deben, a la vez, cumplir sus
obligaciones internacionales de combate a la corrupción, de acuerdo a los
principios de igualdad jurídica, protección de la soberanía e integridad
territorial. Dado que este es un fenómeno que abarca al sector público y al
privado, es obligación del Estado contenerla y erradicarla en ambas esferas.
En
consecuencia, adquirimos el compromiso de revisar los esquemas de contratación
del personal y la gestión financiera del sector público, así como garantizar
transparencia en la organización de la administración pública, su
funcionamiento y proceso de toma de decisiones. Debemos completar la reforma
jurídica del Estado. Y regular, de manera especial, la financiación de los
partidos políticos a fin de prevenir conflictos de intereses y preservar la
integridad de las estructuras y procesos democráticos, y de manera especial
perseguir la utilización de fondos adquiridos mediante prácticas ilícitas.
Por
otra parte, se hace preciso aplicar un marco de supervisión de las
instituciones financieras, basado en los principios de la transparencia, la
rendición de cuentas y la gestión empresarial racional. Para prevenir
eficazmente la corrupción del sector privado, incluyendo las prácticas de doble
contabilidad, cuentas no registradas en libros, anotación de gastos
inexistentes o la utilización de documentos falsos, debemos establecer
regulaciones tales como el mantenimiento de libros y registros, la divulgación
de los estados financieros y la aplicación de normas contables y auditorias.
La
agenda legislativa del Estado debe contemplar políticas claras para prevenir y
sancionar el soborno de funcionarios públicos, tanto nacionales como
extranjeros e integrantes de organismos internacionales. Implantar
procedimientos para impedir el tráfico de influencias, la malversación, la
apropiación indebida y otras formas de desvío o uso indebido de bienes. Y
desarrollar normas que eviten el ocultamiento de evidencias, el abuso de poder,
el enriquecimiento ilícito, y el aprovechamiento de la información reservada y
confidencial.
En
el combate a la corrupción, la recuperación de activos de origen ilícito es un
elemento fundamental, que en el nuevo ordenamiento jurídico internacional tiene
un gran poder disuasivo contra el delito y reduce en parte el daño causado,
sobre todo si se trata de países pobres. Estamos hablando de apreciables
recursos producto de la corrupción pública, la evasión fiscal y fraudes
financieros, que se trasladan de países pobres a centros financieros, muchos de
ellos ubicados en naciones industrializadas. Por ello es tan importante que se
haya establecido un procedimiento de recuperación de activos ilícitos,
incluyendo los bienes o rendimientos obtenidos, aun cuando hayan sido
convertidos o disimulados. Para cumplir cabalmente ese propósito los Estados
deberán prestarse entre sí la más alta cooperación y asistencia judicial.
Para
fortalecer la cooperación entre los Estados y combatir el lavado de dinero, es
vital la creación y operaciones de una unidad de inteligencia financiera. La
experiencia guatemalteca, a ese respecto, dice que la inteligencia financiera
aporta un cambio cualitativo en el develamiento de transacciones financieras
bajo sospecha.
Además,
es fundamental contar con un régimen de extradición para aquellos delincuentes
prófugos por delitos cometidos o vinculados con la corrupción. Por ello
consideramos sumamente importante que los Estados especifiquen plenamente los
tratados de extradición que hayan suscrito para que, en caso de ausencia de tratado,
se aplique el régimen de extradición obtenido en la Convención.
La
poca claridad, o ausencia de tipificación de delitos en la legislación criminal
de los Estados, han favorecido las conductas corruptas tanto en el sector
público como privado.
En
el caso de la evasión fiscal es aun más notorio el afán de garantizar el
anonimato y la impunidad.
Es
un aliciente que la Convención aporte correctivos a aquellos países cuyo orden
legal favorece el encubrimiento del enriquecimiento ilícito al amparo de
personas jurídicas, y muy especialmente donde las leyes mercantiles desprotegen
a los accionistas y socios minoritarios.
Señor
Presidente:
Una
primera condición de viabilidad de un programa contra la corrupción, es el
reconocimiento por parte del Estado, los actores estratégicos de la economía y
la sociedad de que, aunque de manera asimétrica, todos somos parte del problema
y también de la solución.
Esto
nos lleva a una segunda condición: Que las iniciativas tengan en cuenta la
mayor cantidad y calidad de actores posibles. Los esfuerzos unilaterales están
condenados a fracasar, y los fracasos incrementan el escepticismo de la
población. Una tercera condición es tomar en cuenta el carácter estructural y
tenazmente sistémico del problema. Se trata de un fenómeno que involucra
factores culturales, políticos, económicos, administrativos, legales,
institucionales y organizacionales. Por lo tanto, es necesaria una visión
integradora de todos ellos.
Para
ello es fundamental la prevención, que significa cambiar la forma en que
han funcionado las instituciones del Estado y sus relaciones con el sector
privado y el resto de la sociedad. Eso implica profesionalizar el servicio
público, eliminar discrecionalidades y poner en marcha sistemas participativos
que nos hagan ganar en transparencia. Se trata, entonces, de promover reformas
legales, institucionales y de participación.
Por
otro lado, requerimos mecanismos de control efectivos para todo el
Estado. Los mecanismos internos, derivados de leyes y reglamentos, deberán ser
auditados por los órganos cuya función es detectar cualquier falla en el
sistema de prevención. Deben además facilitar las pruebas para que opere el
sistema de sanción. En la medida en que los mecanismos de prevención funcionan,
el control
es más efectivo y opera mejor.
Es muy difícil que un sistema de control funcione si no hay un sistema de
prevención.
El
ciclo debe completarse con la sanción. Pero la sanción es eficaz cuando
existe un Estado de Derecho. No es posible sancionar actos de corrupción si no
los detecta el sistema de control. Y estemos claros: El sistema judicial solo
juzga a personas, no modifica las estructuras que dan lugar a que persista la
corrupción.
En
una palabra, el mejor antídoto contra la corrupción es: mayores libertades
civiles, que incluyen libertad de expresión y de información, mejor participación
ciudadana, y más competencia económica bajo reglas de simetría.
En
febrero de 2002 firmamos una Carta de intenciones con el Banco Mundial que
significa el compromiso, operado a través de una Comisión Nacional por la
Transparencia y contra la Corrupción, de iniciar una ruta que nos lleve a un
programa de reformas en el sistema de prevención, control y sanción con
participación de la sociedad y la comunidad internacional.
Concluyo
recordando algunas lecciones de países que han impulsado programas contra la
corrupción. La primera lección es que estamos ante un problema histórico,
complejo y tenazmente sistémico; no podemos esperar cambios radicales de la
noche a la mañana. Otra lección desaconseja el uso de una retórica excesiva y
una burocracia redundante, sin concretar antes los cambios. Una tercera lección
es no politizar las estrategias, generando la impresión que se trata de
persecuciones políticas. Una cuarta lección dice que, aunque debe
ejemplificarse la lucha contra la corrupción, este no es un problema de
personas aisladas sino de estructuras y sistemas. Es preciso identificar
prioridades estratégicas. Y, finalmente, no hay que aplicar enfoques
simplistas, al margen de los procesos y la institucionalidad.
Muchas
gracias.