MEXICO
PALABRAS DEL PRESIDENTE VICENTE FOX QUESADA DURANTE SU PARTICIPACIÓN
EN EL DEBATE GENERAL DE LA LVIII ASAMBLEA GENERAL DE LA ORGANIZACIÓN
DE LAS NACIONES UNIDAS (ONU).
Nueva York, 24
de septiembre de 2003
Señor Presidente:
Deseo expresar mi satisfacción al ver en la Presidencia de
la Asamblea General, a un distinguido representante del Grupo Latinoamericano
y del Caribe; y le solicito hacer extenso mi saludo al Secretario
General, Kofi Annan; nuestro pleno reconocimiento a su liderazgo y
al impulso que ha dado a esta, nuestra institución.
Y le suplico también,
señor Presidente, llevar al Secretario General y a todo el
personal de las Naciones Unidas nuestras condolencias por el deceso
del señor Sergio Vieira de Mello.
Vivimos en un
mundo de equilibrios frágiles y peligrosos, resultado de nuestra
incapacidad colectiva para alcanzar una paz verdadera y un bienestar
compartido, en un marco de legalidad internacional.
Hoy enfrentamos
una globalización económica que causa desequilibrios
en perjuicio de países en desarrollo, especialmente de los
más pobres.
Enfrentamos también
una globalización con consecuencias de violencia; padecemos
riesgos de terrorismo, tanto como los que derivan de la guerra en
su contra, así como una delincuencia internacional organizada
que debilita la seguridad pública y amenaza la paz mundial.
Compartimos tanto
los problemas como la responsabilidad de encontrarles solución.
Ningún
país, grande o pequeño, puede superar por sí
solo, ni los desafíos del presente ni los que deberemos vencer
en el futuro. La actitud que nos imponen las amenazas a la paz, la
seguridad y el desarrollo internacionales, no es otra que la corresponsabilidad
entre las naciones.
México
sabe que juntos --nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas-- podemos
lograr que el hambre, la intolerancia, la exclusión, el crimen
y la ilegalidad encuentren un alto definitivo.
Juntos podemos
garantizar el derecho de cada persona a una existencia conforme a
su dignidad humana, así como garantizar el derecho de las generaciones
futuras a crecer, desarrollarse y contribuir a la historia de la civilización
humana.
En nuestra Declaración
del Milenio tenemos una guía insustituible para superar los
retos presentes y futuros. México ha logrado avances importantes
en democracia y libertades, en equidad de género y respeto
a las minorías, así como en educación y salud;
especialmente en la reducción de la pobreza y el mejoramiento
de la distribución de ingresos, indicadores en los que avanzamos
con paso rápido y firme para cumplir con nuestra aportación
a las metas del Milenio.
De hecho hemos
avanzado ya en una tercera parte del camino hacia el cumplimiento
de las metas --sólo en estos dos años-- y habremos de
cumplir en lo general con estas metas para el año 2010, antes
del año 2015.
Aunque las y los
mexicanos no estamos satisfechos con alcanzar sólo estas metas,
sabemos que vamos por buen camino; que no es momento de temor ante
los retos, sino de esperanza en nuestra labor conjunta, en nuestro
trabajo en equipo. Lo mismo sentimos en el ámbito internacional
que en el nacional.
Por ello, convencido
de la vigencia, utilidad y relevancia de nuestra Organización,
las Naciones Unidas, México hace un llamado --desde este máximo
foro mundial-- a la corresponsabilidad internacional.
Esta Asamblea,
el órgano más representativo de la humanidad, es el
foro idóneo para llamar a la acción colectiva. Aquí
se han venido ventilando los principales problemas internacionales
y aquí se ha hecho del diálogo, la piedra angular para
encontrar soluciones. Aquí debemos --entonces-- centrar los
esfuerzos para alcanzar una paz, una seguridad y un desarrollo compartidos.
Señor Presidente:
Éste es
el primer Debate General de nuestra Asamblea después de la
guerra de Iraq. Nuestra Organización atraviesa por un momento
crítico y crucial. Los atentados en Bagdad contra la ONU, hieren
a nuestra Organización y nos dañan a todos. Un ataque
a las Naciones Unidas es un ataque a todos sus miembros.
Lo ocurrido en
Iraq ha desencadenado uno de los debates más trascendentes
en la vida de la ONU.
Como miembro no
permanente del Consejo de Seguridad y atendiendo --ante todo-- a su
responsabilidad como miembro de la comunidad mundial, México
se mantuvo fiel al principio de la búsqueda de soluciones pacíficas
a las controversias y de apego a los principios de la Carta de las
Naciones Unidas. Hemos seguido participando activa y constructivamente
en la negociación de resoluciones, convencidos de que se encaminan
a la pronta restauración de la plena soberanía e independencia
del pueblo iraquí.
En el primer orden
de prioridades de nuestra Organización, está el impulso
al proceso de recuperación de la soberanía que culmine
con la instalación de un gobierno representativo de las y los
iraquíes.
El debate suscitado
por la cuestión de Iraq nos exige actualizar nuestros compromisos
y entendimientos respecto a cuándo es legítimo el uso
de la fuerza conforme a la Carta de las Naciones Unidas.
Es imperativo
examinar el compromiso de los Estados con la vigencia y la observancia
del derecho internacional y los mecanismos existentes para hacer que
se cumplan las resoluciones del Consejo de Seguridad.
De los acuerdos
que alcancemos y de las reformas que convengamos dependen, de manera
amplia y profunda, la eficacia futura de las Naciones Unidas y la
vigencia de los procesos colectivos de toma de decisiones que dan
sustento al multilateralismo.
El mundo enfrenta,
además de Iraq, muchos otros grandes retos. El trabajo inacabado
de la paz, como lo advertimos hoy en Medio Oriente, en Afganistán,
en África o en los Balcanes, es presagio de nuevas amenazas
y retos a la seguridad internacional. Motivo de preocupación
especial lo constituye el aumento de las tensiones en Asia, dada la
existencia y desarrollo de armas de destrucción masiva.
Siempre hemos
sido una nación pacifista, convencida del diálogo, la
negociación y el derecho, que son instrumentos eficaces para
la resolución de los conflictos. Hoy reiteramos que es tiempo
de privilegiar la acción diplomática y la concertación
de posturas frente a retos comunes.
Dada la capacidad
destructiva que posee actualmente el mundo, es tiempo de asegurar
que la diplomacia y la negociación precedan y rijan la atención
de las disputas internacionales.
Al reiterar los
principios y los valores sobre los que se asienta su desempeño
internacional, México hace un llamado a favor de la paz; en
favor de la cooperación mundial para fomentar, de manera paralela
y eficaz, la paz, la seguridad y el desarrollo internacionales.
La historia nos
enseña que las graves disparidades económicas y sociales,
la injusticia, la discriminación, la intolerancia y el abandono
de la cooperación internacional para resolverlas generan --en
buena medida-- las amenazas que, como el terrorismo, padecemos en
la actualidad.
El compromiso
de México contra el terrorismo es inequívoco. Combatirlo
eficazmente exige no sólo una mayor y más intensa cooperación
internacional, sino también la construcción de una nueva
visión de la legalidad internacional.
El combate al
terrorismo no será eficiente sin un nuevo reconocimiento del
derecho internacional y un sistema de Naciones Unidas con capacidad
suficiente para hacerlo respetar.
Debemos enfrentar
éste y otros retos con una visión integral de lo que
entraña la responsabilidad de mantener y recuperar la paz en
el mundo actual, atendiendo a las causas estructurales de los conflictos
y con una capacidad sostenida para prevenir, movilizar voluntades
y comprometer recursos con un sentido estratégico de prioridades.
Esta perspectiva
solamente puede ser aportada por esta Organización de alcance
universal, la única con la legitimidad, la experiencia, la
capacidad de convocatoria y la fuerza moral para aglutinar y unir
nuestros esfuerzos en favor de la paz y el bienestar colectivo.
La respuesta a
los retos globales requiere de un esfuerzo político vigoroso
por parte del conjunto de las naciones; de un esfuerzo que sólo
es posible desde esta casa.
Como nación
que siempre ha puesto su mejor empeño en el logro de los nobles
objetivos de la ONU, convencida de la vigencia de los principios y
valores con los que dimos nacimiento a esta Organización, México
renueva su firme compromiso con las Naciones Unidas y sus ideales.
La seguridad no
se construye con barreras o con ignorancia. La verdadera seguridad
y la paz duradera para las naciones se halla en el entendimiento mutuo
y en un marco de certidumbre que comprometa a todas las naciones por
igual, como el que se ha venido desarrollando en el seno de esta Organización.
La vigencia de
las Naciones Unidas es innegable. México reafirma su confianza
en el entendimiento multilateral. Nos hemos sumado al llamado del
Secretario General para generar ideas innovadoras y planteamiento
de reforma de las Naciones Unidas.
Coincidimos con
el Secretario General, cuando afirma que "vivimos una crisis
del sistema internacional" y lanza un llamado a la reforma radical
de la Organización de las Naciones Unidas.
Tenga usted la
seguridad, señor Presidente, de que México destinará
lo mejor de sus esfuerzos diplomáticos para impulsar la reforma
y actualización de nuestra Organización, que la situación
internacional exige.
A juicio de México,
una reforma real deberá partir de cinco criterios rectores
muy precisos:
Primero, fortalecer
nuestro sistema de seguridad colectiva para lograr una respuesta oportuna
y un proceso transparente en la toma de decisiones colectivas.
Segundo, garantizar
el apoyo al desarrollo económico y social de los Estados, especialmente
de los menos adelantados.
Tercero, garantizar
el respeto a la soberanía e independencia de los Estados, asegurando
al mismo tiempo legitimidad y legalidad de la acción internacional
en la lucha contra la impunidad.
Cuarto, promover
y proteger los derechos humanos.
Y, quinto, dar
mayor eficacia a la toma de decisiones.
Debemos revitalizar
el compromiso de los Estados y naciones con la observancia de normas
de alcance y vigencia universales.
La reforma debe
concentrarse en el funcionamiento de nuestro sistema multilateral.
La labor del Consejo de Seguridad ilustra esta necesidad.
Sin duda, el debate
sobre su composición está vinculado a la necesidad de
conferirle mayor representatividad, y por esa vía fortalecer
su legitimidad. Aunque el tema central es el funcionamiento del Consejo
de Seguridad y el acatamiento de sus resoluciones, las discusiones
de la última década se han centrado en la ampliación
y la selección de nuevos miembros permanentes. De poco sirve
pensar en un Consejo con un mayor número de miembros si las
resoluciones que emite no son acatadas o carecen de una interpretación
común sobre el alcance de sus disposiciones.
Se requiere asegurar
una adecuada representatividad, limitar el veto y reglamentarlo, propugnar
por una mayor transparencia y por hacer una más equilibrada
relación con los demás órganos del sistema de
las Naciones Unidas, con la Asamblea General en particular.
Debemos lograr
que el Consejo Seguridad no rebase sus competencias, pero que tampoco
pueda eludir sus responsabilidades. Pensemos democráticamente.
Busquemos cómo lograr un equilibrio entre los órganos
principales de la ONU; atrevámonos a lograr una reforma de
la Asamblea General que le permita salvaguardar su calidad de foro
universal, de foro parlamentario, sin renunciar a su capacidad de
decisión y acción oportuna.
Pensemos en un
nuevo sistema de seguridad colectiva, eficaz y equilibrada, que funcione
bajo la orientación de nuestro órgano democrático
por excelencia: esta Asamblea General.
La inercia ha
propiciado que cada uno de los órganos principales de nuestra
Organización actúe desarticulado de los propósitos
y prioridades centrales de la Organización de las Naciones
Unidas.
Resulta necesario
que la agenda de desarrollo esté mejor vinculada a la prevención
de conflictos, y que las actividades de construcción de la
paz conlleven siempre mecanismos para asegurar el desarrollo económico
y social. Por ello, pensemos también en cómo fortalecer
al ECOSOC, en si podemos y debemos convertirlo en un Consejo de Seguridad
Económico y Social.
Señor Presidente:
México
considera que la reforma debe adaptar a la ONU a los requerimientos
de un mundo que no deja de transformarse, para que nos ayude a superar
los rezagos existentes y los nuevos desafíos.
Hoy, fieles a
los principios, valores e ideales de nuestra Organización,
tenemos el deber de construir una nueva arquitectura internacional
que, con visión de futuro, deje en el pasado los conflictos
y las luchas fraticidas, abra nuevas vías de entendimiento
y de cooperación internacionales y forje nuevos caminos hacia
la paz, la seguridad y el desarrollo internacionales.
Muchas gracias
por su atención.
* * *