Presidente del
78° período de sesiones
de la Asamblea General

"Restablecer la confianza y reactivar la solidaridad: acelerar la acción sobre la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible en pro de la paz, la prosperidad, el progreso y la sostenibilidad para todos" es el tema para el septuagésimo octavo período de sesiones, que dará comienzo el martes 5 de septiembre de 2023.

Dennis Francis hablando desde un podio.
Su Excelencia Dennis Francis ofrece una rueda de prensa tras ser elegido Presidente del 78º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Foto ONU/Manuel Elías

Elección del Presidente del 78º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas

Su excelencia Dennis Francis, Representante Permanente de Trinidad y Tabago ante las Naciones Unidas, fue elegido presidente del septuagésimo octavo período de sesiones de la Asamblea General. La elección tuvo lugar en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, el 1 de junio de 2023.

En su resolución “Revitalización de la labor de la Asamblea General” (A/RES/71/323), la Asamblea decidió pedir a las personas candidatas a la presidencia de la Asamblea General que presentaran sus visiones estratégicas y celebraran diálogos interactivos oficiosos con los Estados Miembros, para contribuir así a la transparencia e inclusividad del proceso.

Durante un diálogo interactivo oficioso, celebrado el 12 de mayo de 2023, el candidato al cargo de Presidente del 78ª período de sesiones de la Asamblea General presentó su declaración de visión y respondió a las preguntas de los Estados miembros, los representantes de la sociedad civil y diversas partes interesadas.

  • Comunicado de prensa (en inglés): La Asamblea General elige a Dennis Francis, de Trinidad y Tabago, Presidente del septuagésimo octavo período de sesiones [GA/12504].
  • Noticias ONU: Alentaré el diálogo y la conciliación para encarar los desafíos de la humanidad, dice el presidente electo de la Asamblea General
  • Vídeos:

    Diálogo interactivo oficioso (12 de mayo de 2023; 3 horas) (en inglés)

    Elección del Excmo. Sr. Dennis Francis (1 de junio de 2023; 68 minutos)

Dennis Francis, Representante Permanente de Trinidad y Tabago ante las Naciones Unidas

Retrato de Dennis Francis
Foto ONU/Mark Garten

El Embajador Dennis Francis ha desarrollado una carrera de aproximadamente 40 años en el Servicio Diplomático de Trinidad y Tabago. Durante 18 de esos años de servicio ininterrumpido, ostentó el rango de embajador hasta su jubilación obligatoria del servicio de carrera en 2016. Según el Sr. Francis, tiene la distinción de ser el embajador de su país que más tiempo permaneció en ejercicio. Antes de dejar el cargo de Director de Relaciones Multilaterales, ejerció como Asesor Principal del Ministro de Relaciones Exteriores en todos los asuntos de nivel multilateral, entre ellos el cambio climático y las negociaciones sobre la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

El traslado de vuelta a Puerto España en 2011 puso fin a la etapa del Embajador Francis como Representante Permanente de Trinidad y Tabago ante la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra, así como Representante Permanente ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Consejo de Derechos Humanos. Estuvo acreditado simultáneamente ante organismos especializados del sistema de las Naciones Unidas en Viena y Roma, además de tener acreditación bilateral como Embajador ante Austria e Italia. El Embajador Francis fue nombrado Delegado Permanente ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

En 2010, en un período de renovada implicación en las negociaciones comerciales multilaterales, el Embajador Francis fue elegido para el delicado puesto de Presidente del Grupo de Negociación sobre las Normas de la OMC, encargado de cuestiones de antidumping, subvenciones y medidas compensatorias, incluidas las subvenciones a la pesca. También fue Presidente del Comité sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio en sesión ordinaria, así como Presidente del Grupo de Países en Desarrollo de la Commonwealth (2007-2008).

Ha dirigido numerosas delegaciones nacionales, entre ellas la del primer examen periódico universal de Trinidad y Tabago en el Consejo de Derechos Humanos, en octubre de 2011, y la del 12º período de sesiones de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, que se celebró en Accra (Ghana) en 2008.

El Embajador Francis fue destinado a Ginebra en 2006 tras siete años de servicio como Alto Comisionado de Trinidad y Tabago en Jamaica y Representante Permanente de Trinidad y Tabago ante la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos. Durante ese período, estuvo acreditado como Embajador (no residente) ante Cuba, Haití y la República Dominicana. Cuando cesó en sus funciones en Jamaica, llevaba casi dos años ocupando el cargo de Decano del Cuerpo Diplomático. El Embajador Francis se interesó activamente por los asuntos de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, lo que lo llevó a ser elegido Presidente de la Asamblea de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos en 2003.

En julio de 2021 finalizó un mandato de tres años como Presidente de la Comisión Nacional de Trinidad y Tabago para la UNESCO.

El Embajador Francis cofacilitó un curso de formación sobre el tema "Protocolo y diplomacia: guía para el profesional moderno" en la Academia Diplomática del Caribe. Como Asesor Técnico Principal del Ministro de Relaciones Exteriores, había participado intensamente en el proceso de concepción de la Academia. En 2018 fue coautor de un libro titulado Heads of Mission: A Handbook, que ha recibido elogios a nivel regional e internacional. En 2020 regresó a la Universidad de las Indias Occidentales, su alma mater, como profesor visitante en el Instituto de Relaciones Internacionales del campus de San Agustín. El Embajador Francis es licenciado por la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins de Washington D. C. (1985).

El Embajador Francis está casado con su mejor amiga, Joy Thomas-Francis, con quien tiene tres hijos adultos.

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Dennis Francis en el podio del Salón de la Asamblea General
Foto ONU/Loey Felipe

Paz, prosperidad, progreso y sostenibilidad

Introducción

Me enorgullece, y al mismo tiempo me llena de humildad, aceptar la designación del Gobierno de la República de Trinidad y Tabago como su candidato al cargo de Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en su septuagésimo octavo período de sesiones. Es para mí un privilegio especial haber sido favorecido con el respaldo político de mi grupo regional, el Grupo de los Estados de América Latina y el Caribe (GRULAC). Valoro profundamente la aprobación del GRULAC y trabajaré con ahínco para honrarla.

Me propongo ganarme la confianza y el apoyo de todos los miembros para que me elijan como su Presidente para el septuagésimo octavo período de sesiones de la Asamblea General. Al hacerlo, me comprometo a desempeñar las responsabilidades del cargo de Presidente con vigor y dedicación a ese valor tan preciado, el multilateralismo, que en gran medida nos une a todos, aunque no siempre estemos de acuerdo en el camino que ha de llevarnos a nuestro destino final. La singularidad del multilateralismo reside en las mejores perspectivas y ventajas que nos ofrece con miras alcanzar el consenso mundial necesario para enfrentar y, con frecuencia, resolver los complejos desafíos mundiales. Responder a esos desafíos está muy por encima de la capacidad de acción soberana unilateral.

Muchos han cuestionado la pertinencia y la capacidad del multilateralismo para obtener resultados reales que permitan cambiar la vida de las personas allí donde más importa, es decir, sobre el terreno. Sin embargo, seguimos volviendo al multilateralismo, a pesar de las frustraciones experimentadas muchas veces, debido a la propia naturaleza del proceso. El multilateralismo en las Naciones Unidas, como proceso impulsado por sus integrantes que otorga el mismo respeto y valor a cada uno de los 193 Estados Miembros, es realmente singular. La mística de ese multilateralismo es tal que, cuando se plantea el desafío de crear soluciones viables, el resultado refleja algo más que la posición de esos 193 Estados Miembros. Este es el tipo de multilateralismo que necesitamos con urgencia para estimular la imaginación, para reconocer y aprovechar las posibilidades y convertirlas en oportunidades y para pensar y actuar con independencia de las restricciones estrechas y potencialmente paralizantes regidas por el interés nacional, como ciudadanos del mundo que protegemos nuestros bienes comunes mundiales de daños irrecuperables, perturbaciones y disfunciones. Debemos reconocer que a veces incluso el interés propio informado exige la cooperación y la coordinación con otros para eliminar amenazas comunes excepcionales que pueden tener consecuencias tan extraordinarias como para constituir un interés vital. Las pruebas científicas, así como nuestra propia experiencia, han demostrado los efectos negativos del cambio climático, poniendo de relieve las amenazas existenciales no solo para nuestras vidas y nuestros medios de subsistencia, sino también para los ecosistemas planetarios y, por tanto, para la capacidad de la civilización humana de seguir existiendo en este planeta. Y, a pesar de todo, en todos estos años no hemos logrado reunir “la voluntad”, ni siquiera frente a pérdidas de infraestructura y daños materiales por valor de miles de millones de dólares, de emprender una acción decisiva y unificada, como comunidad que lucha contra una amenaza común y cada vez más grave, para salvarnos a nosotros mismos y a nuestra civilización.

Está claro que una postura de negación o dilación no merece crédito, ya que el retraso de la acción climática nos impondrá a todos costos adicionales considerables e imprevistos. Fundamentalmente, no tenemos más remedio que colaborar con discernimiento para afrontar y transformar nuestra realidad actual y adoptar fórmulas que nos ofrezcan las mejores posibilidades de superar los desafíos que se nos plantean o, como mínimo, mitigar su impacto en nuestra vida y medios de subsistencia cotidianos y en la vida y medios de subsistencia de comunidades enteras, mientras haya tiempo para ello. Esta es la prueba que tenemos planteada en la actualidad. ¿Reuniremos la fuerza y el coraje para tomar decisiones transformadoras audaces y con visión de futuro, con efectos que consoliden las bases de la paz, la prosperidad, el progreso y la sostenibilidad planetaria? ¿O permitiremos que la geopolítica infecte de tal modo nuestro juicio que no pasemos a la acción en nombre del más básico de los instintos humanos y políticos, a saber, la supervivencia, ni tomemos medidas decisivas para preservar el futuro de este planeta como nuestro hábitat natural?

En mi opinión, entre los elementos clave de una Presidencia eficaz figuran los siguientes: consulta abierta y amplia, gran capacidad para escuchar con atención, transparencia en la toma de decisiones, imparcialidad, objetividad, independencia, comunicación clara y eficaz con los miembros y con terceros, mantenimiento de una postura de equidistancia respecto de todas las partes negociadoras, adhesión a las normas y principios éticos más elevados y una cierta disposición a asumir riesgos, atemperada por algo más que una pequeña dosis de realismo. Al conceptualizar la filosofía de mi Presidencia, he elegido “Paz, Prosperidad, Progreso y Sostenibilidad” como mis cuatro consignas, esencialmente porque constituyen los cuatro objetivos supremos que se plantean a la comunidad internacional en la presente coyuntura, objetivos cuya plena consecución detendría en gran medida la actual trayectoria de decepción y desilusión por la que parece que avanzamos y abriría así las posibilidades de un mundo de oportunidades ilimitadas, en que las naciones y los pueblos vivan en armonía entre sí y en armonía con la naturaleza.

Paz

Las múltiples complejidades a que se enfrenta la comunidad internacional en relación con la paz y la seguridad han dado lugar a conflictos híbridos, que han exacerbado los desafíos en un entorno mundial ya de por sí frágil. En algunas partes del mundo, donde las tensiones geopolíticas han alcanzado niveles que atestiguan situaciones de una precariedad alarmante, existe un importante déficit de confianza entre las partes interesadas. En determinados escenarios, las tensiones nucleares se avivan a diario. La paz nos es esquiva tanto fuera como dentro de nuestro contexto, ya que los conflictos internos bullen, desatando a menudo sufrimientos y penurias generalizados en el contexto de desplazamientos humanos en gran escala. Para invertir la trayectoria actual, nuestras respuestas deben basarse en un multilateralismo más sólido y, lo que es más importante, deben estar más centradas en las personas.

Como parte de una comunidad de naciones basada en el concepto de seguridad colectiva, debemos aspirar a trabajar juntos para garantizar la inclusión y lograr que todas las voces, ya sean grandes o pequeñas, poderosas o no, sean escuchadas. El abandono o el repudio de la seguridad colectiva harán que el mundo sea más peligroso y más inseguro, al desencadenar una carrera armamentista de una intensidad nunca vista en la medida en que los países traten de aumentar su capacidad de defensa para hacer frente a las posibles amenazas. Por consiguiente, es de vital importancia que nos aferremos a los principios y valores de la Carta de las Naciones Unidas y cumplamos su promesa a las generaciones venideras.

La aprobación por la Asamblea General, en su septuagésimo sexto período de sesiones, de la resolución 76/262, en que la Asamblea decidió que todo miembro permanente del Consejo de Seguridad que utilizara el veto de forma preventiva y arbitraria para votar en contra de una resolución en que se solicitara una acción o intervención humanitaria urgente por parte del Consejo debería estar obligado a explicar su comportamiento a la Asamblea en el contexto de un período extraordinario de sesiones de emergencia convocado expresamente a tal efecto, constituye un importante paso adelante para aportar cierto grado de transparencia a la decisión de invocar el veto. Como mecanismo de transparencia, es una innovación positiva.

Sin embargo, los problemas persistentes de funcionamiento del Consejo de Seguridad; la contaminación de su papel por consideraciones geopolíticas, que abre interrogantes sobre su capacidad de llevar a cabo su mandato; y la capacidad de un Presidente en ejercicio para favorecer que se frustre la voluntad de la mayoría de los miembros del Consejo apuntan a la necesidad de una reforma sustantiva del Consejo, en el marco de una reforma de las Naciones Unidas en su sentido más amplio. Las conversaciones están en curso y, aunque se han dado algunos pasos preliminares para aclarar los puntos de vista de los miembros en el contexto de las consultas oficiosas, aún queda un trecho antes de entrar en la fase de negociación oficial, que seguramente será ardua. Sin embargo, gran parte de los integrantes de las Naciones Unidas están de acuerdo en que el Consejo debería ser más representativo en el contexto de la realidad actual de la política internacional y en que debería ser adaptado para servir a sus fines.

Debemos reconocer que un estado de paz no es necesariamente lo mismo que la ausencia de guerra. La paz exige un compromiso total, incluso por parte de los contendientes potenciales. Exige un cuidado constante, incluso en tiempos de ausencia de hostilidades, porque es en tiempos de paz cuando el espíritu humano se desafía a sí mismo para crear nuevas perspectivas y posibilidades, incluso para alcanzar nuevas alturas. La paz es una condición o estándar universalmente codiciado que produce estabilidad e inspira confianza: confianza como abono para el crecimiento económico y la prosperidad. La prosperidad y la paz están, por tanto, inextricablemente unidas, por lo que debemos seguir invirtiendo en la paz, ya que es la base de las sociedades modernas, estables, productivas y prósperas.

El corolario —que la inestabilidad, los conflictos y la guerra mantienen secuestrado el desarrollo económico y social, al privar a la gente no solo de las necesidades básicas de la vida, sino también de las comodidades de la seguridad y la protección— es igual de cierto. La paz no puede prosperar en medio de la privación y la marginación social y económica, y estará siempre amenazada hasta que la desigualdad, la discriminación, la pobreza, el hambre y la falta de acceso a una atención sanitaria adecuada se hayan paliado de manera considerable y sostenible para satisfacción de los oprimidos. Además, a largo plazo, la paz no puede garantizarse tan solo por la fuerza de las armas. Por ello, la Asamblea General debe buscar nuevas iniciativas a través de las cuales reavivar en nosotros, como seres humanos y como partidarios y agentes de la paz, ese espíritu único de conciliación y fraternidad que recomienda y apoya la elección del diálogo y la negociación frente al conflicto y la guerra. De hecho, forma parte de la propia naturaleza de la guerra hacer que, incluso habiendo logrado la victoria, el vencedor pierda desorbitadamente.

Por lo tanto, al promover y defender la Carta de las Naciones Unidas, nuestro deber como suscriptores de sus principios es promover y defender la solución de controversias por medios pacíficos y, por lo tanto, repudiar la fuerza o la amenaza del uso de la fuerza como medio legítimo para resolver conflictos. Estos son algunos de los principios más fundamentales del multilateralismo, y en todo momento y lugar en que se eludan o se vulneren, la Asamblea General debe ser vehemente en su rechazo del enfrentamiento militar y otras formas de guerra moderna, ya que constituyen amenazas reales para el propio sistema multilateral y para la paz y la seguridad internacionales.

Prosperidad

Los efectos generalizados de la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19), el cambio climático y la inestabilidad mundial han sometido a nuestras economías y sociedades a una presión extraordinaria y han generado consecuencias alarmantes para la población de todo el planeta, especialmente para los más pobres entre los pobres y los más vulnerables. A medida que estas crisis se prolongan, empeora la pobreza y aumenta la desigualdad en todo el mundo.

Necesitamos actuar, ahora más que nunca, para llegar y ayudar a quienes se ha dejado más atrás, especialmente en los países en situaciones especiales. La aplicación plena y efectiva del Programa de Acción de Doha en favor de los Países Menos Adelantados, así como la próxima celebración en 2024 de la Tercera Conferencia Internacional sobre los Países en Desarrollo sin Litoral y la Cuarta Conferencia Internacional sobre los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, ofrecerán oportunidades cruciales para aumentar las inversiones destinadas a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible con el fin de garantizar que no se deje a ningún país atrás.

En este sentido, la Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible que se celebrará durante la semana de alto nivel de este año será un momento decisivo, ya que la Cumbre ofrece la oportunidad ideal para que los Jefes de Estado y de Gobierno demuestren un respaldo real a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre otras cosas contribuyendo a la financiación mundial para el desarrollo. Aparte de atender a esos países en situación de vulnerabilidad, también debemos encontrar soluciones a medida para abordar la fragilidad y otros desafíos específicos a que se enfrentan los países en situación de conflicto y posconflicto, así como los países de ingreso mediano.

Para asegurarse de que no se deje a nadie atrás, la comunidad internacional debe actuar concienzudamente en cumplimiento de sus compromisos respecto de los medios de implementación de la Agenda de Acción de Addis Abeba de la Tercera Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo y la propia Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. La propuesta de celebrar la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, por tanto, debería suscitar la máxima atención de la Asamblea General, ya que nuestro objetivo es reforzar las acciones encaminadas a mejorar la financiación, la tecnología, la sostenibilidad de la deuda y la creación de capacidad para alcanzar el desarrollo sostenible.

A escala mundial, nuestros esfuerzos deben estar respaldados por una arquitectura económica y financiera internacional representativa y propicia que refleje y aborde las realidades y necesidades actuales de los miembros de las Naciones Unidas. Las ambiciosas propuestas que presentó el Secretario General en su informe titulado “Nuestra Agenda Común”, entre ellas la reforma de la arquitectura financiera internacional, la acción para ir más allá del producto interno bruto y el desarrollo del pacto digital global, exigirán deliberaciones más profundas y una lúcida adopción de decisiones por parte de la Asamblea General.

Progreso

A pesar de que la pobreza y el hambre son el eje de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, algunas proyecciones indican que aproximadamente 680 millones de personas, es decir, el 8 % de la población mundial, seguirán pasando hambre en 2030. El hecho es que, incluso antes de la pandemia, los avances hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas estaban muy por detrás de las expectativas, y los resultados con respecto a la empresa a la que nos comprometimos colectivamente en 2015 quedan cada vez más lejanos. A no ser que se produzca un salto cualitativo en términos de implicación y acción transformadora, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular la erradicación de la pobreza y el fin del hambre, no se alcanzarán.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los Objetivos de Desarrollo Sostenible anunciados en ella constituyeron la primera estrategia internacional de desarrollo integral plenamente negociada y acordada oficialmente entre el Norte desarrollado y el Sur Global y aclamada como el inicio de una nueva era en la cooperación para el desarrollo. Sin duda, dada la medida en que ambas partes lograron ponerse de acuerdo sobre los elementos fundamentales del diagnóstico, o “problemática”, la administración de los remedios acordados no puede estar fuera de nuestro alcance.

La Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible que se celebrará en septiembre de este año como principal acontecimiento de la semana de alto nivel marcará la pauta de lo que suceda en otros procesos que tengan lugar en el ámbito de la Asamblea General. Por tanto, es imprescindible que todas y cada una de las delegaciones se comprometan a revitalizar el proceso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y a dar un fuerte impulso para alcanzarlos en 2030 como un conjunto integral y transformador.

Resulta paradójico constatar que, en el siglo XXI, solo la mitad de la humanidad participa de forma significativa en la vida económica y social de la sociedad, y que con frecuencia se niegan sistemáticamente a las mujeres y las niñas sus derechos humanos básicos en muchas esferas de la vida cotidiana, incluidos el derecho a la educación, el derecho a buscar empleo, el derecho a recibir la misma remuneración y el derecho a la propiedad de la tierra. Además, el mundo sigue siendo testigo de una epidemia de violencia contra las mujeres.

En términos más generales, los derechos humanos fundamentales se han visto gravemente atacados o han sido denegados tanto a individuos como a grupos, por motivos de raza, religión o etnia o mediante otras formas de discriminación, creando con demasiada frecuencia una subclase marginada y deshumanizada a la que la sociedad no permite ejercer sus derechos como seres humanos y engendrando así un resentimiento profundamente arraigado cuya culminación suele adoptar la forma de luchas sociales y rivalidad intergrupal. Nuestros esfuerzos deben centrarse en invertir en nuestros niños —que son nuestro futuro— y garantizar que tengan acceso a oportunidades de aprendizaje de calidad y programas de desarrollo de aptitudes, una nutrición adecuada, atención de la salud, agua potable, protección y refugio.

Partiendo del hecho de que todos somos creados iguales y estamos investidos al nacer de un conjunto innato e indivisible de derechos humanos, la Asamblea General debe redoblar sus esfuerzos y enfatizar su discurso para detener la insidiosa propagación de las violaciones de los derechos humanos. En un mundo en que existen indicios preocupantes de una discriminación institucionalizada cada vez mayor, debemos utilizar nuestra plataforma en la Asamblea para rechazar nociones repugnantes y sin base científica, al tiempo que lideramos la conversación, a diversos niveles, sobre los imperativos de establecer la igualdad, la igualdad de derechos y la no discriminación como normas sociales legítimas y, de hecho, como los cimientos de sociedades fuertes, cohesionadas y justas.

El Programa de Becas de la Presidencia de la Asamblea General, al reconocer de forma continuada el papel decisivo que desempeñan los jóvenes en la realización de nuestras aspiraciones hacia el logro de un desarrollo sostenible, contribuirá a nuestro progreso, ya que este programa ofrece una oportunidad única para promover la implicación de los jóvenes y recoger sus perspectivas como contribución a las soluciones necesarias para superar los desafíos a los que se enfrentan como jóvenes.

Por lo tanto, el progreso que defenderemos en la Oficina de la Presidencia de la Asamblea General, que estaría en consonancia con el alcance de los objetivos enumerados en la Agenda 2030, elevará la calidad de vida de las personas en situación de vulnerabilidad en todo el mundo, a quienes brindará la oportunidad de sentirse capacitadas para perseguir sus objetivos y aspiraciones individuales hasta su máximo potencial, sin verse coartadas por la imposición arbitraria de limitaciones injustas. Debemos seguir abogando firmemente por la participación plena y significativa de las mujeres en todas las esferas, lo que inevitablemente aumentará las perspectivas de paz, prosperidad y progreso sostenibles y, de hecho, de sostenibilidad. Ciertamente, el personal de la Oficina de la Presidencia de la Asamblea General respetará y honrará ese principio.

Por todo ello, es imprescindible que intensifiquemos nuestros esfuerzos encaminados a revitalizar la labor de la Asamblea General a fin de que la Asamblea esté en mejores condiciones de desempeñar su papel y su autoridad de manera más eficaz y eficiente.

Sostenibilidad

La biología nos enseña que una civilización humana dinámica y productiva como la que hemos heredado no puede sobrevivir con longevidad, y mucho menos prosperar, en un planeta contaminado y sobreexplotado cuyos ecosistemas naturales están dañados o a punto de perecer. Cuando se sobrepasan los límites respecto del medio ambiente, se corre el riesgo de que los perjuicios resultantes sean irreversibles, menoscabando así nuestra capacidad de alimentarnos y de sostener de otro modo a las generaciones futuras. Construir un mundo sostenible, en armonía con la naturaleza, es el único medio de garantizar la viabilidad futura de nuestro planeta y de nuestra civilización. El cambio climático, la desertificación, la contaminación, la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo son algunos de los mayores desafíos de nuestro tiempo y exigen que tomemos medidas colectivas y urgentes para garantizar el futuro de la humanidad y del planeta.

El reconocimiento histórico, el año pasado, del derecho a un medio ambiente limpio, sano y sostenible como derecho humano refuerza la convicción de que en la protección de nuestros bienes comunes globales la Asamblea General puede desempeñar un papel decisivo al impulsar los esfuerzos mundiales para lograr una mayor acción climática, restaurar los ecosistemas, proteger los océanos, luchar contra la desertificación y la degradación del suelo y fomentar las iniciativas de cero desechos. Conscientes de que nos encontramos en una época de inseguridad alimentaria cada vez mayor, debemos centrar nuestra atención en las posibilidades de mejorar la productividad del suelo y de la tierra para que el planeta pueda acoger a la población de 9.500 millones de habitantes prevista en 2050, para lo cual será necesaria otra revolución verde. El desarrollo industrial inclusivo y sostenible puede desempeñar un papel determinante en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Para transformar la naturaleza del comportamiento humano en el planeta, pasando de un modo de actividad sustentado en una mentalidad de explotación y consumo masivo a otro impulsado por la utilización y gestión sostenibles, es ineludible que la humanidad reexamine y recalibre sus propias pautas de producción y consumo de activos naturales a fin de asegurar su utilización responsable y sostenible. La gestión responsable de esos activos naturales, incluidos nuestros bienes comunes globales, implica mantener los equilibrios dentro de los ecosistemas del planeta para que las especies existentes puedan sobrevivir e incluso prosperar, garantizando así su disponibilidad para el disfrute y uso de las generaciones futuras. Ello puede exigir que nos abstengamos del consumo excesivo de un determinado recurso o quizá de otros materiales cuya presencia pone en peligro o perjudica la propia supervivencia del recurso, una dinámica que se pone de manifiesto, por ejemplo, en el uso generalizado de productos de plástico desechable por parte de la humanidad, que pone en peligro las poblaciones de peces en los ecosistemas marinos, y en la sobrepesca de determinadas poblaciones de peces, que conduce a su agotamiento.

Debemos aprovechar el impulso y renovar la esperanza inspirados por los resultados alcanzados el año pasado, entre ellos los derivados de la Conferencia de las Naciones Unidas de 2022 para Apoyar la Implementación del Objetivo de Desarrollo Sostenible 14: “Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible” (Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos), el 27º período de sesiones de la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y la 15ª reunión de la Conferencia de las Partes en el Convenio sobre la Diversidad Biológica. La próxima Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Cumbre sobre la Ambición Climática que convocará el Secretario General, ambas previstas para septiembre de 2023, constituyen plataformas excelentes para que la comunidad internacional demuestre su compromiso real de crear “el futuro que queremos” intensificando las acciones transformadoras para evitar las crisis ambientales que tenemos ante nosotros, de modo que podamos reconducir al mundo por la senda de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Por tanto, con visión de futuro y una acción progresiva y audaz, reforcemos los vínculos entre nuestra forma de vida y nuestro medio ambiente, cuidando la naturaleza e invirtiendo en mantener y restaurar el equilibrio ecológico de los sistemas de nuestro planeta, promoviendo así su sostenibilidad a largo plazo. Al hacerlo, estaríamos salvaguardando y preservando muchos de los activos medioambientales de los que disfrutamos hoy para uso y disfrute de las generaciones futuras. Esta estabilidad intergeneracional contribuiría en gran medida a garantizar el desarrollo sostenible de las generaciones venideras y un nivel de bienestar que no desmerezca del nuestro.

Conclusión

En las próximas semanas, seguiré implicando a los grupos regionales y de otro tipo para que colaboremos colectivamente en el establecimiento de una atmósfera de cooperación renovada y compromiso compartido con que podamos enfrentar los numerosos desafíos que tiene ante sí la Asamblea General. Intentaré mejorar los planteamientos actuales y adoptar otros nuevos, junto con soluciones viables que beneficien a todos, en nuestro empeño por conseguir, o al menos reforzar las bases para conseguir, la paz, la prosperidad, el progreso y la sostenibilidad en el nuevo mundo del siglo XXI, caracterizado por la igualdad de oportunidades para todos.

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Discurso de agradecimiento de Dennis Francis tras su elección como Presidente de la Asamblea General (1 de junio de 2023)

Sr. Presidente de la Asamblea General,

Sr. Secretario General,

Colegas Representantes Permanentes, Excelencias,

Delegaciones:

Permítame felicitarlo, Sr. Presidente, por su sagaz labor de dirección y gestión de la Asamblea General a lo largo del actual período de sesiones. Su actitud tranquila y sus manos firmes confieren a nuestras deliberaciones un aura de seguridad y control que suele ser beneficiosa para los procesos multilaterales.

Hoy comparezco humildemente ante esta augusta cámara de Plenipotenciarios, expresando inmensa gratitud a los 193 Estados Miembros por la confianza que han depositado en mí mientras me preparo para ejercer como Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en su septuagésimo octavo período de sesiones, una tarea que es un honor y un privilegio. Me he sentido abrumado y, al mismo tiempo, alentado por las extraordinarias muestras de apoyo, solidaridad y buena voluntad que me han acompañado constantemente en este viaje en los últimos meses. Estoy colmado de emoción, sin dejar de ser plenamente consciente de que ser llamado a prestar servicio como Presidente de la Asamblea conlleva una gran responsabilidad.

Con frecuencia se dice que la educación es la gran liberadora, que eleva a las personas en la escala social y económica y fortalece a la sociedad en el proceso. Esa apreciación no solo es válida, sino que también es evidente. Yo ejemplifico esa pauta, ya que a lo largo de mi carrera me he encontrado repetidamente en lugares en que se me pedía que asumiera grandes responsabilidades.

Tales experiencias nunca se habrían materializado si yo no hubiera tenido unos padres estupendos que apreciaban el extraordinario poder y potencial de la educación y, además, si no hubiera formado parte de una generación que se benefició de una política gubernamental ilustrada que cuestionó y democratizó la práctica colonial por la que, en virtud de la política del Estado, la educación estaba reservada exclusivamente a los privilegiados, es decir, solo a quienes tenían los medios para adquirirla.

Por lo tanto, cuando, en el contexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, postergamos la acción o dejamos de ofrecer apoyo a millones de personas de todo el mundo que carecen de acceso a una educación de calidad, ¿no los estamos relegando de forma indistinta a un ciclo intergeneracional de pobreza, degradación y miseria, del que difícilmente podrán liberarse? Me parece que la opción más pragmática sería hacer todo lo que esté materialmente en nuestras manos para salvar a esos niños y jóvenes de una derrota casi segura —una derrota circunstancial— ofreciéndoles, a través de la educación, la opción de elegir y, por consiguiente, la capacidad de autorrealizarse, en su propio beneficio y en el de su comunidad y su sociedad.

Creo que este es un argumento de peso para realizar un esfuerzo sin cuartel, en la próxima Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, para renovar y revitalizar la acción con el fin de concluir y cumplir la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los Objetivos de Desarrollo Sostenible y lograr el empoderamiento de las personas en todo el mundo eliminando los grilletes que limitan su crecimiento e independencia y les niegan toda posibilidad de abrirse su propio camino. La aplicación de políticas que apoyen y fomenten la inversión en las personas y, por tanto, la creación de capital social a mediano y largo plazo es sin duda una de las estrategias más eficaces para promover y alcanzar el desarrollo sostenible.

Es la educación lo que me ha traído a este lugar y, en última instancia, a este podio, y me siento muy orgulloso y agradecido de haber nacido en un país, Trinidad y Tabago, que a lo largo de casi 70 años ha asignado a la educación el máximo valor. Por ello, permítaseme expresar mi profunda gratitud a mi Ministro, el Honorable Senador Dr. Amery Browne, y a través de él al Gobierno y al pueblo de la República de Trinidad y Tabago, por juzgarme digno de asumir esta impresionante responsabilidad como Presidente de la Asamblea General en su septuagésimo octavo período de sesiones.

A lo largo de los 40 años de mi carrera diplomática, nunca se me ocurrió que llegaría a ocupar el puesto de Presidente de la Asamblea General, pero, si miro hacia atrás, veo la suerte que tuve de que me educaran algunos de los mejores y más prominentes diplomáticos que ha dado Trinidad y Tabago. Entre ellos destaca el difunto Sr. Lennox Fitzroy Ballah, antiguo Jefe del Servicio Exterior de Trinidad y Tabago, brillante jurista internacional y antiguo miembro del Tribunal Internacional del Derecho del Mar, que fue profesor y, de hecho, mentor de varias generaciones de funcionarios superiores del servicio exterior, insistiendo en que el objetivo debía ser siempre la excelencia. Rindo homenaje a él y a varios otros distinguidos maestros de la diplomacia, cuya dedicación y labor han dejado una huella indeleble en Trinidad y Tabago.

Soy bien consciente de lo delicado de la labor y del peso de la responsabilidad que el cargo de Presidente de esta Asamblea General impone a su titular. A este respecto, me comprometo a desempeñar las responsabilidades del cargo con transparencia, rendición de cuentas, vigor y dedicación, teniendo presente que todos los miembros tienen los mismos derechos.

Al ser admitido Trinidad y Tabago como miembro de las Naciones Unidas en 1962, Sir Ellis Clarke, nuestro primer Representante Permanente, haciendo una comparación entre nuestra población y la de la comunidad internacional, afirmó que “[h]emos desarrollado, sin embargo, en nuestra sociedad la tolerancia, la camaradería, el respeto por los derechos de los demás, una oposición inquebrantable a la opresión, la injusticia y la discriminación racial, el amor a la libertad, una fe suprema en la dignidad y el valor de la persona humana, y la creencia en el valor de la cooperación”. Tales principios constituirán la base de mi actuación como Presidente de la Asamblea General.

Daré prioridad a fomentar y facilitar un verdadero diálogo, en modalidades diversas, para que queden claras las prioridades y se fortalezcan los anhelos comunes en pro de la coherencia. Tengo la esperanza de impulsar, con su ayuda y apoyo, un ambiente renovado de conciliación, cooperación y compromiso compartido para enfrentar los numerosos desafíos y aprovechar todas las oportunidades, por incipientes que sean, que se presenten a la Asamblea General. Intentaré mejorar los planteamientos actuales y adoptar otros nuevos, junto con soluciones viables, en nuestro empeño por conseguir, o al menos reforzar las bases para conseguir, la paz, la prosperidad, el progreso y la sostenibilidad.

Cuento con el apoyo de todos ustedes a lo largo del inminente período de sesiones y les pido que se impliquen a fondo, de buena fe, en el empeño de acelerar nuestra acción hacia el logro del desarrollo sostenible en beneficio de todos.

Permítaseme terminar, a título personal, expresando especial agradecimiento a mi esforzado personal de la Misión, cuya entrega al deber y profesionalidad excepcionales son motivo de gran orgullo y satisfacción para mí.

También quiero dar las gracias a mis seis hermanos por su amor y lealtad incondicionales, y sé que me dirán: “Aquí no te creas Presidente: sigues siendo el último”. No obstante, les estoy agradecido por toda una vida de apoyo y por estar hoy aquí conmigo, en persona o virtualmente, para compartir este momento de júbilo. Doy las gracias también a mis amigos de toda la vida de la promoción de 1973 de la escuela secundaria Woodbrook, a cuya amistad y cariño genuinos nunca podría renunciar. Y por último, mi agradecimiento a mi querida esposa Joy, cuya sonrisa me ilumina el día, todos los días, y cuyo amor, apoyo y aliento contribuyeron en gran medida a hacer posible el día de hoy.

Por último, comparto con ustedes algo que acabo de descubrir: la traducción al latín de las palabras “Toda la Gloria a Dios” es Soli Deo Gloria, o SDG, las mismas siglas que en inglés representan los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Quizá sea algo más que una coincidencia.

Muchas gracias, Sr. Presidente.

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