*************************************************************************** The electronic version of this document has been prepared at the Fourth World Conference on Women by the United Nations Development Programme (UNDP) in collaboration with the United Nations Fourth World Conference on Women Secretariat. *************************************************************************** AS WRITTEN BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO Compartiendo Prosperidad y Poder: Una Nueva Relación de Socios para el Nuevo Milenio Presentación de Nancy Birdsall Vice-Presidente Ejecutiva del BID Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer: Acción para la Igualdad, el Desarrollo y la Paz Beijing, China, 4 a 15 de septiembre de 1995 Tengo el honor de dirigirme a esta distinguida concurrencia en nombre del Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, el señor Enrique Iglesias, quien hoy me acompaña, y de los cuarenta y seis países miembros del Banco Interamericano de Desarrollo. Tomo la palabra no sólo como representante de un banco de desarrollo, sino como mujer. Es un gran placer para mi dirigirme a esta conferencia mundial como la primera mujer a ocupar el cargo de vice-presidente ejecutiva en cualquiera de los bancos multilaterales de desarrollo. Dudo que estaría acá si no fuera por el movimiento internacional de las mujeres y si no se hubiesen celebrado las conferencias mundiales en la Ciudad de México, en Copenhague, en Nairobi y centenares de otros foros. Mi presencia aquí es prueba de los avances logrados y muestra que de hecho es posible que las mujeres puedan llegar a ocupar cargos de poder. Pero también me recuerda que aún somos muy pocas las mujeres que llegan a los niveles jerárquicos más altos de los organismos internacionales. En las diferentes etapas de mi carrera han sido demasiado muy pocas las colegas que he tenido, a pesar de que son muchas las mujeres que cuentan con las capacidades, la dedicación y la experiencia que se requiere para ocupar estos cargos. El hecho de que estemos presentes el Presidente Iglesias y yo, que somos los dos funcionarios de más alto nivel del Banco, es claro testimonio del pleno compromiso de nuestra institución y de sus países miembros con la igualdad de género dentro de nuestra institución y en América Latina y el Caribe. Con una cartera de préstamos de más de veinte mil millones de dólares y compromisos anuales de seis mil millones de dólares a nuestros países miembros prestatarios, el BID es el mayor banco regional de desarrollo y una de las principales instituciones internacionales de fomento con operaciones en América Latina y el Caribe. Pero, como suele decir con tanta razón el Presidente Iglesias, el BID es más que un banco con recursos financieros; es un banco con alma. Nos hemos comprometido a utilizar nuestros recursos para apoyar y catalizar el proceso de desarrollo en todas sus dimensiones, es decir, el desarrollo no sólo económico sino social, intelectual y cultural. Un aspecto central de nuestra mas amplia visión del desarrollo es nuestra firme decisión de apoyar una relación en la cual participan en pie de igualdad mujeres y hombres en el proceso de desarrollo. Es fácil criticar conferencias mundiales como ésta. Pero, mediante las deliberaciones, el debate, incluso mediante los desacuerdos, sirven para informarnos, ilustrarnos y convencernos de lo que se debería y puede hacer. Estoy convencida de que esta conferencia mundial marcará un cambio importante. Les puedo asegurar que esta conferencia y todas las actividades relacionadas con ella ya están inspirándonos en el BID a un nuevo y más amplio compromiso para con la agenda planteada en la Plataforma de Acción. Permítanme ahora compartir con ustedes la visión del BID de cómo los hombres y las mujeres, como socios igualitarios ante el reto del desarrollo, pueden compartir en pie de igualdad la prosperidad y el poder en América Latina y el Caribe. Les hablaré de tres elementos claves: la relación de socios, la prosperidad y el poder. Una nueva relación de socios significa la reinserción del Hombre en la Familia Esta es una conferencia sobre la mujer. Pero, para que pueda haber una relación de plena igualdad entre mujeres y hombres, es importante reevaluar el papel tanto del hombre como de la mujer en la sociedad. En América Latina y el Caribe, la mujer siempre ha sido trabajadora productiva en el campo y en la economía informal de las ciudades. Es más, hoy en día la mujer representa un 30 por ciento de la fuerza laboral formal, o sea el doble de lo que fue hace una generación. Sin embargo, el papel del hombre no ha cambiado proporcionalmente. En América Latina los padres sólo contribuyen una quinta parte del tiempo que contribuyen las madres al cuidado de los hijos -- lo cual constituye uno de los índices más bajos de cualquier región del mundo. Son demasiados los padres que, sintiéndose limitados al papel de ser la principal fuente de ingreso, se consideran un fracaso si no logran, así sea por un tiempo corto, satisfacer las necesidades económicas de su familia. En partes de América Latina y el Caribe, durante la crisis económica de los 80, muchos padres abandonaron a sus compañeras embarazadas y a sus hijos, aumentando tanto el número como el nivel de pobreza, de las mujeres jefes de hogar. El desafío del desarrollo está en mejorar la vida de nuestros hijos y nuestras hijas. Nosotras como mujeres no lo podemos hacer solas. Los niños se benefician tanto del apoyo emocional como financiero de sus padres. Detrás de cada madre liberada para poder contribuir al desarrollo fuera del hogar hay un padre, un tío o un colega liberado para contribuir dentro del hogar. En países como Colombia y Guatemala, los estudios sobre el uso del tiempo del hombre y de la mujer indican que la mujer en forma sistemática trabaja más y tiene menos tiempo libre que el hombre. Lo mismo puede decirse del mundo desarrollado. El problema no radica en que la mujer esté ingresando a la fuerza laboral remunerada ni en que parezca tener más opciones si no en que no se alienta al hombre a que participe en el trabajo real de educar a los niños, lo cual, a simple vista, parecería limitar sus opciones. Lo peor de todo es que, salvo en unos pocos países escandinavos, las políticas gubernamentales no apoyan un papel más amplio para el hombre en la familia. Los programas y las políticas de gobierno que afectan el empleo, el cuidado infantil y las pensiones aún están basados en estereotipos respecto a los sexos que no reconocen la responsabilidad emocional que tienen los hombres hacia sus familias, lo cual representa un alto precio que pagan no sólo los hombres y las mujeres sino también sus hijos. Para hacerle frente a este problema, el Banco Interamericano de Desarrollo está trabajando con los gobiernos de los países miembros para desarrollar y fortalecer programas y políticas en educación, salud, capacitación, seguro social, cuidado infantil y empleo que apoyen explícitamente un papel más amplio para el hombre en la familia. Esperamos que la Plataforma de Acción producto de esta conferencia refuerce decididamente el rumbo trazado por la región. La Prosperidad de la Región Requiere Reducir las Barreras a la Igualdad Económica de la Mujer Pasemos ahora al elemento de la prosperidad. Después de un período prolongado de estancamiento y deterioro, se ha reanudado el crecimiento económico de la región. Los gobiernos han tenido el valor de auspiciar las reformas económicas necesarias. Gracias a medidas estrictas de disciplina fiscal y monetaria han logrado una reducción dramática de la inflación. Han realizado reformas estructurales básicas, entre ellas la liberalización del comercio, la reforma tributaria y las privatizaciones que han aliviado la carga fiscal causada por los subsidios a empresas estatales ineficientes. Aumentan las inversiones y las exportaciones tanto como el flujo de capital privado hacia la región. Las reformas estructurales han permitido a los países de la región capear el temporal causado por la devaluación del peso mexicano en diciembre del año pasado. Dichas reformas económicas y el crecimiento que conllevan son absolutamente esenciales para la reducción de la pobreza generalizada y la eliminación de las profundas desigualdades en la región. Pero estas reformas distan mucho de ser suficientes. Nuestros países miembros están adquiriendo cada vez mas el compromiso de implantar políticas y programas que reduzcan directamente la pobreza y corrijan la desigualdad. Estos países, con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo, se comprometen a asegurar que las reformas estructurales se diseñen de forma tal que los efectos negativos sobre los pobres sean mínimos y, cuando es del caso, a incluir programas que protejan explícitamente a los pobres. En los programas de crédito para pequeños empresarios y en las inversiones en educación, salud e infraestructura, los países están decididos a maximizar los efectos que mejoran la productividad de los pobres. Es evidente que para reducir la pobreza hay que prestarle más atención a la mujer. La pobreza en América Latina y el Caribe, en efecto en las Américas en general, es un fenómeno predominantemente femenino. La mayoría de los pobres de la región son mujeres y niños. La cuarta parte de los hogares tiene a una mujer como jefe de hogar (en algunos países es casi la mitad de los hogares) y de éstos, la mayoría son pobres. Debido a que las mujeres son pobres y muchas de ellas son jefes de hogar, en algunos países más del 50 por ciento de los niños crecen en condiciones de pobreza. No se trata primordialmente de un problema de educación. Con la preocupante excepción de las mujeres de las comunidades indígenas de la América Latina, en donde el analfabetismo de las mujeres es aún muy superior al de los hombres, la mujer de nuestra región cuenta con casi el mismo acceso a la educación básica que el hombre. Es más bien cuestión de tener igual acceso a empleo y a crédito, y de igualdad de remuneración por el mismo trabajo. En la América Latina es más alto el desempleo de la mujer que el del hombre. Las mujeres tienen menos acceso a los contactos, las garantías prendarias y, en algunos países, la capacidad legal necesaria para obtener acceso a los créditos de los bancos comerciales. Una vez empleadas, su remuneración es apenas un 75 por ciento de lo que ganan los hombres. Aun siendo las mujeres las principales víctimas de la pobreza, las mujeres también son las grandes multiplicadoras de la prosperidad. Existen estudios detallados que nos enseñan que la mujer, comparada con el hombre, gasta una mayor parte de su ingreso personal en sus hijos y que la educación materna, también en contraste con la paterna, tiene una incidencia más poderosa sobre la educación de los niños. Como objetivo legítimo del desarrollo no sólo es justo y equitativo mejorar el acceso de la mujer al empleo, al crédito y a la igualdad de remuneración sino que conviene desde el punto de vista económico puesto que los beneficios se extienden más allá de la familia a toda la sociedad y a la próxima generación. Deseo mencionar tres tipos de programas del BID que buscan corregir los factores que limitan la prosperidad de la mujer y, por ende, la prosperidad de todos en los países miembros prestatarios de la región. El primero es el desarrollo de la microempresa. Hace veinte años que el BID viene apoyando los programas de crédito a la microempresa de las organizaciones no gubernamentales. Más de la mitad de los que se han beneficiado de estos programas -- y ya son varios millones -- han sido mujeres; algunos son administrados por mujeres y organizaciones femeninas. Miles de estos grupos reciben el apoyo del BID, incluso a través de una facilidad especial para financiar nuestra participación en capital accionario en estas empresas para que puedan llegar a ser instituciones financieras plenamente desarrolladas en sus países, capaces de captar y prestar recursos. El segundo tipo de programa es el de capacitación vocacional. En préstamos recientemente otorgados a Argentina y Chile se han incluido componentes para asegurar que se fomente la capacitación de mujeres en oficios altamente comerciables pero que tradicionalmente han estado limitados a los hombres, tales como la plomería, la carpintería, y el oficio de electricista. Estos programas también contemplan el establecimiento de guarderías y otras actividades de promoción para las mujeres. A la fecha el 45 por ciento de los participantes en el programa en chileno han sido mujeres. El tercero es el de desarrollo infantil. Estamos ampliando nuestros esfuerzos para desarrollar y apoyar programas integrales de cuidado infantil que benefician no sólo al niño sino que ayudan a las mujeres a cumplir con la responsabilidad de educar a sus hijos y la necesidad de trabajar, además de permitirles que participen en la vida política y cívica. Se están diseñando y ejecutando nuevos programas de este tipo en Nicaragua, Bolivia y Perú. Para ayudar a los países a superar las barreras del avance de la mujer, por medio de nuestro diálogo con los países miembros prestatarios sobre política económica y en el contexto de nuestros créditos para la agricultura, infraestructura, desarrollo urbano, educación, salud y planificación familiar, nos hemos esforzado durante los últimos cuatro años en asegurar que se tenga en cuenta las diferencias de género como parte del diseño de todos los programas que apoyamos y todas las políticas que recomendamos. En 1991, el primer año para el cual se tienen estadísticas, sólo el seis por ciento de los proyectos financiados por el Banco incluyeron acciones específicas para hacer frente a las diferencias de género y para estimular la participación de la mujer en dichos proyectos. Para 1994 el porcentaje llegó al 31 por ciento. Nos proponemos alcanzar el 50 por ciento para el año 2000. El Poder para la Mujer es Clave para un Verdadero Desarrollo El tercer elemento de vital importancia es el poder -- el poder para las mujeres de América Latina y el Caribe. No puede haber desarrollo en la región sin que las mujeres tengan más poder sobre sus propias vidas y una mayor influencia en la formulación de las políticas y los programas que afectan la vida de todos. En relación con los hombres, demasiadas mujeres son pobres y están solas como para seguir esperando que los beneficios económicos les alcance a través de sus familias para así asegurar la prosperidad de todos. Las mujeres desempeñan un papel tan central como madres y multiplicadoras del desarrollo que no puede haber desarrollo sin contar con su mas plena contribución. Sólo será posible aprovechar la totalidad de la contribución de las mujeres al desarrollo cuando las mujeres como socias puedan participar con el mismo grado de poder que los hombres en todos los diferentes campos de la vida económica y política. No se logrará avanzar en el desarrollo si la participación no permite un acceso igualitario al liderazgo y al poder. No me incluyo entre aquellas mujeres que sostienen que las mujeres con poder serán un simple reflejo de los hombres con poder. Las mujeres con poder en Latinoamérica y el Caribe ya están haciendo un claro aporte a la vida política y cívica y están ayudando a darle diferente forma a las políticas económicas y sociales. Gracias al fortalecimiento de la democracia en toda la región y a la creciente dependencia de los gobiernos democráticos de las instituciones de la sociedad civil se vienen abriendo rápidamente nuevas oportunidades de liderazgo para las mujeres. Pero a las mujeres aún les queda mucho camino que recorrer. Son muchas las mujeres que participan en los partidos políticos y en los sindicatos, pero pocas veces se encuentran entre sus dirigentes. Apenas unas pocas mujeres han llegado a ocupar los cargos políticos de más alto nivel, y se destacan apenas otras pocas como activistas sociales o como líderes en el sector privado. Las mujeres ocupan tan sólo entre un cinco y un ocho por ciento de los escaños en las asambleas legislativas de la región, y en el poder ejecutivo se concentran en los ministerios sociales mientras que se les excluye casi por regla general de los círculos políticos, económicos, judiciales y de defensa. Felizmente y con miras al futuro, es mayor la influencia que ejercen las mujeres a través de conductos no tradicionales, como ocurre con el movimiento de organizaciones no gubernamentales que crece a pasos agigantados. Asimismo, cabe señalar que en la región la representación de la mujer entre gerentes y administradores aumentó de un 18 por ciento en 1980 a 25 por ciento en 1990. A fin de apoyar el movimiento para que se incremente el liderazgo de las mujeres en la vida política y cívica, el BID, en colaboración con otros donantes, está lanzando un Fondo de Liderazgo y Representación de la Mujer que financiará programas de capacitación en liderazgo y fortalecerá la capacidad de las organizaciones no gubernamentales para fortalecer este tema. Igualmente, el BID respalda la reforma judicial y la educación cívica para reducir la desigualdad entre los géneros, a través de programas tales como el Programa de Cooperación Técnica de Gobernabilidad que se está diseñando en Bolivia. En el BID, en este año de la Conferencia de Beijing, el Presidente Iglesias ha pedido que se tomen nuevas acciones para aumentar la participación de las mujeres en los cargos de nivel gerencial. Actualmente el ocho por ciento de nuestros gerentes sectoriales son mujeres, en comparación con un dos por ciento hace diez años. Somos conscientes de que mientras no contemos con un mayor número de mujeres en las cargos decisorios de más alto nivel, no podremos ser una institución de desarrollo realmente efectiva. Por último, el Banco busca combatir una de las formas más intratables de la desigualdad en el poder --la amenaza de la violencia física contra las mujeres. Junto con la Organización Panamericana de la Salud estamos diseñando un programa regional para tratar y prevenir la violencia contra las mujeres mediante la reforma judicial para castigar a los culpables, la capacitación de personal médico, las campañas de educación pública y los programas de asistencia para apoyar a las víctimas en rehacer sus vidas. El Desarrollo Tiene que Ver con Nuestros Hijos Deseo terminar con un comentario personal. El desarrollo tiene que ver con el futuro y, por ende, con nuestros niños y nuestros jóvenes. Son los jóvenes de hoy los que determinarán lo que será el siglo XXI de mañana. Con esta convicción, el Banco patrocinó una delegación de mujeres jóvenes, con una participante proveniente de cada uno de nuestros países miembros prestatarios, para asistir a esta conferencia mundial sobre la mujer. En los últimos días he podido conversar con estas jóvenes y contagiarme con su energía, creatividad y dedicación. Me hacen recordar que no sólo soy una funcionaria de un banco de desarrollo y una mujer. Soy también una madre, siempre pensando en el futuro de mis propios hijos y lo que ha de ser el mundo en el cual vivirán sus vidas. Muchos de los que estamos congregados en esta sala no alcanzaremos a presenciar los cambios de los cuales hemos estado hablando aquí y por los que hemos estado luchando en nuestros lugares de trabajo. Pero las jóvenes integrantes de la delegación del BID y todos nuestros hijos lograrán ser testigos de esos cambios -- si nos comprometemos ahora a una relación plena de socios entre hombres y mujeres con igual poder que ha de perdurar en el próximo milenio. Me siento afortunada, como mujer y como madre, de trabajar en una institución y en una región del mundo dedicadas a esa misión y esa relación entre socios igualitarios, y de saber que tanto yo, como la institución para la cual trabajo, podemos ser parte de ese proceso histórico.