ISO: COL *************************************************************************** The electronic version of this document has been prepared at the Fourth World Conference on Women by the United Nations Development Programme (UNDP) in collaboration with the United Nations Fourth World Conference on Women Secretariat. *************************************************************************** AS WRITTEN IV CONFERENCIA MUNDIAL SOBRE LA MUJER Beijing, septiembre 11 de 1995 Palabras de la Ministra Cecilia López República de Colombia Señora Presidenta, Distinguidas delegadas y delegados Constituye un privilegio poder reflexionar sobre la situación de la mujer en el marco de la igualdad, el desarrollo y la paz, y compartir con ustedes las preocupaciones colombianas, después de haber conocido las posiciones serias e inteligentes de los países y organizaciones que nos han precedido. Con el interés de empezar a construir ese nuevo escenario de desarrollo con perspectiva de género que debe surgir después de Beijing 95, desde la experiencia vivida en nuestro país, Colombia, creemos necesario resaltar algunos elementos que puedan contribuir a la nueva etapa de la acción. Colombia puede mostrarle al mundo una economía sólida y estable, con un crecimiento económico sin interrupción durante cinco décadas. Hoy nos enfrentamos a los retos de la internacionalización económica y de la modernización de toda la sociedad. Los colombianos reconocemos que sectores importantes de la sociedad han quedado al margen de estos beneficios y que persisten, entre otros, injustificadamente, altos niveles de pobreza y desigualdades de género. Hoy, más que nunca, los colombianos buscamos un desarrollo con equidad. Simultáneamente enfrentamos profundos desajustes, como producto de un tejido social roto, de décadas de violencia, agravados por la presencia del problema mundial de la droga y la corrupción. La incomprensión del mundo frente a la valiente posición que Colombia ha asumido en el tema de la producción, comercio y consumo de drogas, nos ha hecho sentir frecuentemente solos. Hemos asumidos altísimos costos en vidas, bienestar y desarrollo. Por razones que no logramos manejar, nuestros esfuerzos se desestiman. El pilar de la modernización social es, sin duda, la Constitución de 1991, que consolidó la descentralización y la apertura política, amplió la participación ciudadana, redefinió los derechos económicos y sociales de los ciudadanos e incorporó, por primera vez, los principios de protección al medio ambiente. Este hecho nos enfrenta a una gran reforrna institucional, aún en proceso. El país no vive momentos felices ni fáciles,pero mantenemos vivas las esperanzas, porque tenemos el interés de generar una nueva sociedad, de nuevos ciudadanos, ''más productivos en lo económico, más solidarios en lo social, más participativos y tolerantes en lo político, más respetuosos de los derechos humanos, más concientes del valor de la naturaleza, más integrados en lo cultural y, por lo tanto, más orgullosos de ser colombianos". Como parte de la impostergable necesidad de hacer de Colombia una sociedad más equitativa, por orientación constitucional y por convicción gubernamental, ha nacido el compromiso de una nueva estrategia que conduzca a reducir las inequidades entre hombres y mujeres. La revolución silenciosa y profunda de las mujeres colombianas sólo logrará una compensación adecuada con una nueva y creativa intervención gubernamental. Luego de muchos años de acciones puntuales y aisladas, se ha reconocido la necesidad de dar un salto cualitativo hacia una política de equidad de género que comprometa gradualmente a los sectores de actividad pública y privada. Con este propósito se ha creado la Dirección Nacional para la Equidad de la Mujer bajo la orientación directa del Presidente de la República. Este paso significativo ha sido el producto del trabajo conjunto de parlamentarias, organizaciones no gubernamentales y gobierno, ratificado en la Ley del Plan de Desarrollo El Salto Social, y como expresión de la nueva dinámica de construcción nacional. La delegación colombiana a esta Conferencia ha contado con la decidida participación de estos tres sectores de la vida nacional. Para muchos, el avance de la mujer colombiana puede tomarse como un ejemplo exitoso en la región latinoamericana. Sin embargo, este éxito es relativo. Las mujeres hemos ganado posiciones de decisión, pero grandes sectores no ven compensados sus esfuerzos en educación y trabajo. Este hecho demuestra que más educación y mayor participación laboral no son condiciones suficientes para reducir la desigualdad de género. A partir de la experiencia colombiana, y de las orientaciones que la comunidad internacional está discutiendo para la Plataforma de Acción que aprobaremos en esta Conferencia, Colombia quiere destacar algunos puntos sobre los cuales empieza a aparecer consenso y que serán definitivos en el éxito de lo que nos propongamos. Las mujeres y, por qué no decirlo, los hombres del mundo estamos saturados de los reiterados diagnósticos, generales y apocalípticos, sobre la situación de la mujer. El objetivo general de este tipo de diagnósticosha alcanzado su cometido: lograr un consenso internacional sobre la importancia del rol y de la igualdad de las mujeres. También estamos saturados de fórmulas generales y simplistas. Hoy, países y organismos buscan aceleradamente políticas y estrategias que conduzcan a esa revolución que se debe producir después de más de dos décadas de propuestas. Esta Conferencia, la más concurrida entre las que se han realizado, demuestra que la desigualdad de género, injusta e inexplicable, definitivamente ha dejado de ser una preocupación exclusiva de pequeños grupos de mujeres. La equidad de género ha entrado a ser una prioridad real entre las estrategias de desarrollo de la mayoría de los países. Sin embargo, ¿sabemos cómo lograrlo? Sin duda, el discurso sobre la equidad de género está más avanzado que la elaboración de los mecanismos para lograrlo. Son innegables los avances cuantitativos que la mujer ha alcanzado; hay mayor visibilidad de su trabajo, cuenta con mayor nivel educativo. La próxima etapa de este proceso deberá abordar, sin timidez, un cambio más cualitativo en la situación de las mujeres y del mundo. Para ello se requiere remover las barreras que privan a la humanidad de la visión femenina de la vida. Las mujeres tenemos la capacidad de contribuir a generar una organización social más solidaria, más generosa, más afectuosa, y más sensible a problemas que hoy afectan a la humanidad, como la subordinación, la discriminación, la violencia y la pobreza. La nueva etapa requiere formular estrategias que hagan de este mundo un lugar en el cual ser mujer no marque una diferencia adicional a las que soportamos por nuestra condición económica, nuestra religión, nuestra raza o nuestra ubicación geográfica. Para logar esta meta es necesario identificar varios vacíos. Como lo evidencia el caso colombiano, no resulta suficiente la fórmula mágica de más educación como factor que desata el proceso que conlleva a la igualdad de género. Especialmente si sabemos que, a diferencia de lo que sucedió en los países desarrollados, no tenemos ni el tiempo ni la paciencia de los pueblos para esperar el largo plazo que este obvio proceso requiere. Los países de América Latina que hemos hecho una revolución educativa cuyo producto es hoy una mayor incorporación escolar femenina, hasta igualar o superar los niveles educativos de la población masculina, vemos a nuestras mujeres concentradas en el sector informal, con mayores niveles de desempleo que los hombres y con menores niveles de ingreso cuando sus empleos son comparables. Si esta fórmula no es suficiente, entonces, ¿dónde está la fuente de las estrategias que nos conduzcan a generar los cambios cualitativos que se requieren? ¡No más denuncias! Más bien una investigación orientada a la formulación de políticas con el objetivo de identificar y eliminar las barreras invisibles que, conciente o inconcientemente, impiden la igualdad entre los géneros. Las dimensiones alcanzadas por el trabajo de las mujeres, cuantificado o no, hacen que las políticas y las acciones no puedan seguir reduciéndose al ámbito de la política social. Cuando el mundo es evaluado a través de los indicadores económicos, ésta debe ser una nueva esfera donde se debe concentrar gran parte de la exploración conceptual y operativa sobre la equidad de género. La construcción de la equidad de género requiere un abordaje económico. La equidad no es sólo cuestión de justicia social, sino también de una buena política económica. La inversión en la mujer es rentable social e individualmente, y es un factor determinante en la reducción de la pobreza. Invertir en la educación de las niñas trae los máximos beneficios sociales, pero no es suficiente. La falta de acceso a los servicios financieros, a los factores productivos, a la propiedad, a la información, acentúa el tratamiento desigual a las mujeres. La desigualdad se explica, en buena parte, porque los mercados no captan todos los beneficios sociales de la inversión en las mujeres, por ejemplo, los impactos en la calidad de la vida de los niños y de la familia, en el manejo más racional de los recursos naturales y en la cultura; por ello se requiere que este tipo de inversiones sean asumidas a través de políticas públicas, con perspectivas de largo plazo. Estas ideas, reconocidas por algunos organismos multilaterales, deben concretarse. Como resultado de Beijing 95, debería establecerse entre las condicionalidades que frecuentemente establecen estos organismos, las inversiones en la mujer y las políticas de género para asegurar un desarrollo sostenible y equitativo. Los nuevos cambios también se tienen que orientar hacia elementos cualitativos. Es necesario, entonces, revisar los indicadores de éxito. Un caso evidente es el acceso de la mujer a los altos niveles de decisión. En términos cuantitativos, sin duda, ha habido avances. Muchos de los países, en sus excelentes declaraciones, reconocen con satisfacción el hecho de contar con más mujeres en los ministerios, el Congreso, las embajadas; así, las mujeres hemos entrado, aunque tímidamente, a las esferas del poder público. Pero, ¿este cambio ha repercutido en un mejoramiento de la sociedad?, (hemos logrado detener la feminización de la pobreza? Definitivamente no! ¿Será porque todavía somos muy pocas para producir los cambios que queremos? ¿Será que sólo muy pocas, de esas pocas, quieren realmente un cambio? ¿Será que cuando tenemos la oportunidad de tomar decisiones nos comportamos COmo minorías y adoptamos las visiones y actitudes de la mayoría masculina? No se justifica acceder al poder para hacer más de lo mismo. La nueva orientación en la forma de abordar el problema de género se facilita porque estamos frente a un nuevo paradigma, el del desarrollo humano sostenible, que implica crecimiento, equidad y solidaridad intra e intergeneracional. Es ésta la gran oportunidad de concretar alianzas para movernos hacia una nueva sociedad, cada uno con sus especificidades, aprovechando la natural debilidad de los padres hacia sus hijas y la influencia de las madres en sus hijos, para que no se reproduzca el círculo de discriminación profesional, violencia intrafamiliar y subordinación femenina. Señora Presidenta y distinguidos delegados, parafraseando a nuestro Presidente, una nueva ética para el mundo del año 2000 se logrará cuando se piense y se viva con las mentes y los corazones de hombres y mujeres. No quisiera terminar sin reconocer el afortunado escenario que para el mundo y las mujeres representa un foro como las Naciones Unidas, donde todos los pueblos, reconociendo sus diferencias, somos capaces de encontrarnos, en paz, y acordar derroteros comunes para nuestro desarrollo. En el cincuentenario de la Organización, la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer es una excelente oportunidad para que los gobiernos reafirmemos los compromisos de las Conferencias sobre Población, Derechos Humanos y Desarrollo Social, y avancemos en el reconocimiento de los derechos de las mujeres para que ellas puedan avanzar en el ejercicio pleno de su ciudadanía y en el control autónomo de sus vidas. Finalmente, Señora Presidenta y distinguidas delegadas y delegados, la hospitalidad del pueblo chino, unido a su gran sabiduría, nos han permitido un espacio y un tiempo sinigual para reflexionar sobre la mujer del futuro. Como reza el proverbio chino: Las mujeres pueden sostener la mitad del cielo. Muchas gracias.