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Mensaje del Secretario General con ocasión del Día Mundial de la Malaria

25 de abril de 2010

Hace dos años, hice una exhortación para que, a más tardar para fines de 2010, hubiese programas de prevención y tratamiento de la malaria a disposición de todos los grupos expuestos a ese riesgo. Este año, en el Día Mundial de la Malaria tenemos muchos motivos de satisfacción. En muy poco tiempo, el mundo ha pasado de tratar simplemente de contener la propagación de la malaria a perseguir la meta viable de prestar atención médica eficaz y asequible a todos los que la necesitan. Además, la comunidad científica ha adoptado un programa de investigación para elaborar los instrumentos y estrategias que en última instancia erradicarán la malaria para siempre.

Desde 2003, los fondos internacionales comprometidos para la lucha contra la malaria se han más que quintuplicado, para alcanzar la suma de 1.700 millones de dólares en 2009. A pesar de estar todavía muy por debajo del nivel necesario, esos fondos han permitido ampliar de manera espectacular las actividades de lucha contra la malaria. En los países en que se ha podido distribuir mosquiteros y ofrecer tratamiento a una proporción significativa de la población, los casos de malaria y las defunciones consiguientes se han reducido incluso en un 50%. Las tasas generales de mortalidad infantil también han disminuido.

De todos modos, el optimismo debe ir acompañado de cautela. La malaria es un enemigo obstinado. Para preservar los resultados positivos, debemos mantenernos vigilantes. La resistencia de los parásitos a los medicamentos contra la malaria es una amenaza considerable y el uso de monoterapias basadas en la artemisina es la causa principal de su propagación. Por ello, exhorto a la comunidad mundial a que con rapidez aplique la resolución de la Asamblea Mundial de la Salud de 2007 con el propósito de eliminar de la cadena de suministro todas las monoterapias orales basadas en la artemisina.

La campaña mundial contra la malaria ha demostrado lo que es posible conseguir cuando la comunidad internacional aúna esfuerzos en frentes múltiples para hacer frente a una enfermedad cuyas víctimas son más numerosas en los sectores pobres y desfavorecidos. La firmeza de los compromisos ha impulsado la innovación: con iniciativas creativas se ha facilitado la distribución de cantidades masivas de mosquiteros y con vínculos de cooperación antes desconocidos se están desarrollando nuevos medicamentos contra la malaria y asegurando que los ya existentes sean más accesibles y asequibles. Lo que se necesita ahora es que todas las personas expuestas a la malaria reciban servicios de diagnóstico y tratamiento de calidad garantizada.

Los adelantos de los últimos años son prueba de que la victoria en la lucha contra la malaria es posible. Las actividades han surtido efecto. Es evidente que la ayuda para el desarrollo en el sector de la salud da resultado. Esto justifica un gran optimismo en cuanto a la reducción de la mortalidad infantil y el mejoramiento de la salud de las madres. En septiembre organizaré una reunión cumbre para examinar el progreso en la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y formular un programa de acción para el tiempo que resta hasta que se cumpla el plazo acordado, que vence en 2015. En este Día Mundial de la Malaria, el éxito obtenido ha de servirnos de inspiración. Nos confirma que, con dedicación y recursos, podemos erradicar la malaria y alcanzar todos nuestros objetivos mundiales de desarrollo.