logo

Mensaje del Secretario General sobre el Día Mundial del Agua

Nueva York, 22 de marzo de 2008

Este año, en que el Día Mundial del Agua coincide con el Año Internacional del Saneamiento, se nos plantea el desafío de impulsar la adopción de medidas en relación con una crisis que afecta a más de una de cada tres personas en el planeta.

Cada 20 segundos muere un niño como consecuencia de las pésimas condiciones de saneamiento que padecen unos 2.600 millones de personas en todo el mundo, lo que arroja la cifra de 1,5 millones de jóvenes vidas truncadas por una causa que sabemos perfectamente bien como prevenir.

Las malas condiciones de los servicios de saneamiento junto con la falta de agua potable y una higiene inadecuada son factores que contribuyen a engrosar la terrible cifra de muertos a nivel mundial. Los supervivientes tienen una oportunidad cada vez menor de gozar de una existencia saludable y productiva. Los niños, y en particular las niñas, se ven obligados a no ir a la escuela, al tiempo que las enfermedades relacionadas con la higiene impiden que los adultos puedan realizar un trabajo productivo.

Los dirigentes que aprobaron los objetivos de desarrollo del Milenio en el año 2000 se propusieron reducir a la mitad el porcentaje de personas que no tenían acceso a servicios básicos de saneamiento para 2015 -pero todavía estamos muy lejos de alcanzar ese objetivo. Los expertos predicen que en 2015, 2.100 millones de personas todavía carecerán de servicios básicos de saneamiento. Al ritmo actual, el África subsahariana no alcanzará el objetivo fijado hasta el año 2076.

Si bien se han logrado progresos, los avances se ven dificultados por el crecimiento de la población, la pobreza generalizada, la insuficiencia de las inversiones para atajar el problema y la causa principal, que es la falta de voluntad política.

Con la determinación adecuada, hay muchas medidas que los miembros de la comunidad internacional pueden adoptar. En 2005, la Comisión sobre el Desarrollo Sostenible esbozó una serie de medidas encaminadas a lograr avances significativos, haciendo que los gobiernos de los países afectados asuman la responsabilidad primordial. También pidió apoyo internacional mediante la creación de un entorno normativo propicio, la movilización de recursos financieros y la transferencia de tecnología a los países que lo necesitan.

Si aceptamos el desafío, las consecuencias positivas que de ello se deriven irán más allá de una mejora del acceso al agua potable. Se estima que cada dólar que se invierte en agua y saneamiento redunda en una actividad productiva por valor de 7 dólares, que se suma al incalculable beneficio que supone la reducción de la pobreza, la mejora de la salud y el aumento del nivel de vida.

El Día Mundial del Agua nos ofrece la oportunidad de poner de relieve estas cuestiones. No obstante, este año vayamos más allá de la concienciación y tratemos de impulsar la adopción de medidas que permitan lograr una diferencia significativa en la vida de las personas.