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Mensaje del Secretario General

con ocasión del primer aniversario del ataque terrorista contra las oficinas de las Naciones Unidas en Argel

11 de diciembre de 2008

En solemne conmemoración de este aniversario, hacemos una pausa para recordar a nuestros colegas que fueron muertos en el atroz ataque terrorista contra las Naciones Unidas en Argel.

Ese día murieron 17 funcionarios de las Naciones Unidas y 40 resultaron heridos. Recordemos también que, apenas 20 minutos antes, los terroristas habían atacado el Tribunal Constitucional de Argelia, infligiendo allí también terribles bajas.

Una semana después del ataque visité el lugar de los hechos. Al observar el edificio de las Naciones Unidas que había sido destruido con bombas, sentí una intensa ira. Me indignó la brutalidad con que los terroristas habían atacado precisamente a las personas que trabajaban para lograr una vida mejor para todos los argelinos.

Nunca olvidaré la reunión con los sobrevivientes y los familiares de algunos de los que murieron. Me invadió una tristeza abrumadora por lo que había acontecido a sus seres queridos.

El coraje mostrado por muchos de los supervivientes después del ataque fue inspirador. Trabajaron incansablemente para buscar entre los escombros a sus colegas caídos.

Las víctimas habían llegado a las Naciones Unidas por diferentes rutas.

Algunos habían crecido en Argelia, otros vinieron de lugares lejanos, como Asia.

Como en muchos países de todo el mundo, la presencia de las Naciones Unidas en Argelia representaba una maravillosa variedad de conocimientos y experiencia. Algunos se ocupaban de los refugiados o de combatir las enfermedades. Otros trabajaban como chóferes y personal de apoyo. Cualquiera fuera su contribución singular, todos estaban motivados por el mismo deseo que constituye la columna vertebral de esta Organización: trabajar en pro de un mayor bienestar y del bien común.

Se recibieron condolencias de todo el mundo. En todas partes, dentro y fuera de la comunidad de las Naciones Unidas, todos compartieron nuestra tristeza y apoyaron nuestro firme propósito de continuar nuestra labor pese al peligro.

Un funcionario escribió que los nombres de nuestros colegas quedarían grabados en los monumentos construidos en las mentes y los corazones de las personas, tanto dentro como fuera de las Naciones Unidas, que comparten una aspiración común de paz y justicia.

Otro funcionario se dirigió directamente a las víctimas, diciéndoles: "los caminos que habéis seguido nunca quedarán desolados y vuestras huellas no serán borradas por el viento de los tiempos. Todos nosotros, con renovado fervor, marchamos en la misma dirección, enarbolando el pabellón de la fe".

Un año después del ataque, sentimos el agudo dolor y la pérdida irremplazable de las vidas segadas ese día.

Los terroristas nos han quitado a esos nobles individuos, pero nunca podrán extinguir nuestra esperanza de alcanzar una armonía mundial ni nuestra convicción de que el trabajo en común es el único camino hacia un mundo mejor.

Es nuestro deseo que los queridos colegas que nos han dejado descansen en paz.

Que sus amigos y familiares encuentren consuelo al saber que siempre recordaremos su sacrificio.

Y que todos nosotros afiancemos nuestra determinación de honrar su memoria continuando su labor en pro de la paz y el desarrollo, en Argelia y dondequiera que los necesitados recurran a esta Organización y a su personal en busca de ayuda.