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Mensaje del Secretario General con ocasión del Día Mundial de los Refugiados

       20 de junio de 2007

En un momento en que la humanidad disfruta de una movilidad sin precedente, como lo ilustra el hecho de que el número de personas que cambian de país e incluso de continente es más elevado que nunca, cabe recordar que no todos los que abandonan su hogar lo hacen por decisión propia.

Los refugiados no abandonan su hogar de buena gana. Se ven obligados a hacerlo por los conflictos o las persecuciones. En muchos casos, huyen para salvar la propia vida, con la intención de encontrar seguridad, protección y una forma de satisfacer sus necesidades más básicas. Para miles de millones de personas, el exilio ha acarreado sufrimientos indecibles. El abandono del hogar ha significado una experiencia traumática de incertidumbre, privaciones e intolerancia y no una oportunidad para cursar estudios o conseguir un empleo.

En comparación con los últimos decenios, las cifras oficiales de refugiados a escala mundial están a niveles bajos. Pero en ellas no se tienen en cuenta otros grupos de personas desplazadas como consecuencia de la inseguridad o las luchas políticas. También es posible que comunidades enteras busquen refugio en el interior de sus propios países. Los desplazados en el interior de sus propios países viven en condiciones similares a las de los refugiados y tienen las mismas necesidades de protección y asistencia, de educación y de un entorno seguro. Y el número de personas que están en esa situación va en aumento. Desde el año pasado, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y otros organismos de las Naciones Unidas han ampliado su asistencia a 23 países en los que hay un total de casi 20 millones de desplazados internos.

Y también están los apátridas, quienes se ven privados del derecho a una nacionalidad sencillamente por su origen étnico o su historia. Para ellos, el "regreso a casa" tal vez no dependa de un acuerdo de paz y la repatriación, sino de la superación de obstáculos burocráticos y la obtención de una identidad oficial. Aunque el número de apátridas ha aumentado hasta casi 6 millones de personas en unos 60 países, según las estimaciones, la cifra es indicativa de la disposición cada vez mayor de la comunidad internacional de reconocer y encarar el problema.

La solidaridad internacional es fundamental para atender las apremiantes necesidades humanitarias de los refugiados y otras personas desplazadas por la fuerza. Millones de personas dependen de la asistencia material de las Naciones Unidas. Pero las personas expulsadas de sus hogares también necesitan refugio y protección jurídica, lo que comienza con la comprensión por parte de los gobiernos y las personas de que los refugiados no son exiliados por voluntad propia.

Al conmemorar el Día Mundial de los Refugiados, debemos recordar las causas que obligan a estas familias, a estos niños y ancianos a separarse y desplazarse por todo el mundo. La diferencia es que no pueden volver a casa. Para asegurar que reciban atención y protección hasta el momento en que puedan hacerlo, brindémosles nuestro apoyo y nuestra comprensión.