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Mensaje del Secretario General sobre el Día Mundial de la Salud Mental

       10 de octubre de 2007

La cultura y la diversidad influyen en muchos aspectos de la salud mental. En primer lugar, la cultura determina lo que en una sociedad dada se considera "normal" y "anormal". La cultura también influye en el modo en que los individuos manifiestan y comunican sus síntomas, la manera de hacerles frente, el apoyo de la familia y la comunidad y el deseo de buscar tratamiento. Del mismo modo, la cultura del personal clínico y del que presta servicios influye en la naturaleza de los servicios de salud.

Vivimos en un mundo interconectado desde el punto de vista cultural. Pueblos que antes estaban distantes hoy compiten para conseguir los mismos recursos y, al mismo tiempo, luchan por mantener sus propias culturas o por adaptarse a otras nuevas. En un solo país, e incluso en una sola comunidad, coexisten lenguas, religiones y culturas dramáticamente diferentes. La dislocación de las comunidades nativas, el rechazo por la comunidad de acogida y las dificultades para adaptarse a las normas culturales de otra sociedad son fuente de grandes tensiones y pueden contribuir a la enfermedad mental de los más vulnerables.

¿De qué modo podemos superar las barreras que crean las diferencias culturales? Tenemos que buscar enfoques que incorporen diferentes antecedentes culturales y diferentes creencias, hacer frente a las barreras del lenguaje y crear formas de diálogo que sean sensibles a la cultura. Tenemos que incorporar la sensibilidad cultural en la capacitación, la política social y la prestación de servicios.

La creación de unos servicios de atención de salud mental competentes desde el punto de vista cultural plantea enormes problemas. Los recursos disponibles para la salud mental son escasos; la proporción de quienes necesitan pero no reciben atención de salud supera el 60%. La frecuencia de los trastornos mentales y la necesidad de atención es máxima entre los pueblos desfavorecidos y, sin embargo, son precisamente esos pueblos los que tienen menos acceso a unos servicios apropiados. Al mismo tiempo, el temor del estigma hace que muchos no busquen la atención que necesitan. Las consecuencias son terribles considerando la discapacidad, el sufrimiento humano y las pérdidas económicas.

Tenemos la obligación urgente de mejorar la atención y los servicios para los trastornos mentales, especialmente entre los grupos desfavorecidos, y al mismo tiempo de intensificar los esfuerzos para proteger los derechos humanos de las personas afectadas. Tenemos que movilizar la voluntad política y la solidaridad de toda la comunidad sanitaria mundial. En este día mundial de la salud mental dediquémonos con renovado afán a esta misión.