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El Secretario General

     Mensaje con motivo del Día Internacional de los Voluntarios

       5 de diciembre de 2006



Cada día, millones de voluntarios dejan bien claro que pese a todo -pese a la pobreza y al odio, pese a la apatía y la dificultad aparentemente insuperable de algunos de los problemas que afrontamos- sí es posible mejorar el mundo.

Su disposición hace del voluntarismo uno de los atributos más visibles y mejor recibidos de la ciudadanía mundial. En tareas grandes y pequeñas, los voluntarios están transformando sus comunidades y nuestro mundo. Y en esta era en que vivimos, caracterizada por problemas crecientes, desde el VIH/SIDA hasta la trata de personas y el contrabando, para los cuales no existen fronteras, los voluntarios están respondiendo a las necesidades más apremiantes de la humanidad con soluciones de carácter comunitario.

No existe hoy necesidad más urgente que la de lograr los objetivos de desarrollo del Milenio en los plazos previstos. Nuestro mundo tiene los recursos y la visión para hacer que la pobreza sea historia, para acabar con el hambre y para que el desarrollo sea una realidad para todos. No obstante, los progresos han sido desiguales, tanto dentro de cada país como entre los países. Con sus esfuerzos, los voluntarios pueden contribuir a salvar la distancia que existe entre las declaraciones y la acción y complementar las actividades de carácter más general que se realizan a nivel nacional e internacional para alcanzar dichos objetivos.

El voluntarismo, desde luego, no necesita recompensa. Pero el Día Internacional de los Voluntarios es una oportunidad para recordar a quienes procuran, de manera desinteresada, mejorar nuestro mundo, que su aportación no queda sin reconocimiento. Siendo ésta la última vez que celebro el Día Internacional de los Voluntarios en mi calidad de Secretario General, deseo expresar mi sincera gratitud a todos los hombres y las mujeres que ponen sus competencias y aptitudes al servicio de la humanidad, y espero que muchos más sigan su ejemplo.