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Discurso del Secretario General ante la XIV Conferencia de Jefes de Estado
o de Gobierno del Movimiento de los Países No Alineados


La Habana, 15 de septiembre de 2006



Presidente Castro,
Primer Ministro Badawi,
Distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno,
Queridos amigos:

Es para mí un honor dirigirme a ustedes hoy. Permítanme que agradezca a nuestros anfitriones, el Presidente Castro, y el Gobierno y el pueblo de Cuba, su calurosa acogida y hospitalidad.

Permítanme también que rinda homenaje al Presidente saliente del Movimiento de los Países No Alineados, el Primer Ministro Abdullah Badawi, por el liderazgo dinámico y visionario del que hizo gala en años tan críticos y difíciles de la vida de este Movimiento.

Comparezco ante ustedes con el orgullo de pertenecer a una de las naciones fundadoras del Movimiento. Hace ya medio siglo, cuando Kwame Nkrumah y sus homólogos sentaron las bases de este Movimiento, no podían haber previsto las agitaciones y los avances que habrían de forjar el mundo actual, ni el papel fundamental que nuestros países desempeñarían en él.

Y cuando, usted, Señor Presidente actuó como anfitrión de la Sexta Cumbre del Movimiento de los Países No Alineados a fines de la década de 1970, ni usted ni los demás dirigentes podrían haber predicho los tiempos actuales.

Si en otra época el Movimiento de los Países No Alineados trataba de contrarrestar los enfrentamientos de la guerra fría, en la actualidad nuestros países están creando estrategias para lograr los objetivos de desarrollo del Milenio y luchando para acabar con la división Norte-Sur.

Si en otra época la mayor parte de la productividad económica del mundo estaba concentrada en algunos países, actualmente la participación económica del Sur está redistribuyendo la producción en todo el mundo.

Si en otra época más de una cuarta parte de la población mundial vivía en los países industrializados, actualmente más del 80% vive en países en desarrollo, lo que los convierte a ustedes en un símbolo de un nuevo y poderoso Sur; un puente entre países, culturas y continentes; un movimiento del mundo en rápido desarrollo.

La misión colectiva de este Movimiento es más importante que nunca.

En la actualidad, existe una alarmante y creciente brecha entre los ingresos de los países más pobres y los más ricos del mundo, que es preciso atajar con firmeza mediante nuevas formas de gobernanza internacional que reduzcan las disparidades y ayuden a los países en desarrollo a salir de la pobreza.

Al mismo tiempo, en todos los aspectos de las relaciones internacionales, los papeles de las naciones desarrolladas y de las naciones en desarrollo han sufrido un cambio drástico. El mundo debe actuar conforme a ello, y las instituciones mundiales deben adaptarse como corresponde.

Y en particular, la transformación se ha sentido en el área del comercio y las inversiones.

Desde que el Movimiento de los Países No Alineados se reuniera por última vez en La Habana hace ya más de un cuarto de siglo, el crecimiento del comercio Sur-Sur ha duplicado al del comercio mundial.

En los últimos cinco años, la inversión extranjera directa de los países en desarrollo ha crecido más rápidamente que la de los países desarrollados. El año pasado, estas inversiones representaron más de una décima parte del volumen mundial total.

Sin embargo, sin dejar de celebrar el progreso económico, es más importante el reto de transformar la gobernanza; y la interdependencia que existe entre ambos es innegable.

En muchos países en desarrollo, hemos presenciado el surgimiento de una vibrante sociedad civil, el florecimiento de la participación en la vida pública y el desarrollo de una prensa libre y activa. La circulación de prensa diaria ha aumentado en más del 100% en las últimas tres décadas; se transmiten imágenes vía satélite de unos países en desarrollo a otros; y proliferan nuevas formas de medios de comunicación.

En muchos Estados, se están llevando a cabo consultas sobre reformas constitucionales. Se están creando y reforzando instituciones democráticas. El número de países en los que se celebran elecciones de manera regular es más alto que nunca.

Y muchas de nuestras naciones están realizando avances en el campo de los derechos humanos. El número de países en desarrollo que ha ratificado los seis principales instrumentos en materia de derechos humanos ha aumentado en un 50% desde 1990.

Estos avances no habrían sido posibles ni significativos sin la potenciación del papel de la mujer. En cinco de los Estados miembros de este Movimiento se ha elegido a mujeres para desempeñar el máximo cargo de poder, entre ellas las Presidentas de Chile y Liberia, que tomaron posesión de sus cargos el año pasado. En más de 50 países en desarrollo, la participación de las mujeres en el Parlamento supera al promedio mundial. Más de 100 países en desarrollo se encuentran en vías de lograr el objetivo de desarrollo del Milenio de eliminar la disparidad entre niños y niñas en la enseñanza primaria para el año 2015, o ya lo han logrado.

Amigos, nuestros países han logrado avances que deberían impresionar al mundo, por lo que deberíamos estar orgullosos.

Y nuestros avances deberían ir acompañados de una mayor presencia en todos los ámbitos del escenario internacional.

Sin embargo, no siempre la voz del Sur se escucha como debiera.

Esa dolorosa verdad se ha evidenciado en las negociaciones comerciales, en el establecimiento de cuya agenda las naciones en desarrollo han desempeñado un papel tan importante. Los lamentables reveses habidos en las negociaciones comerciales de Doha han llevado a algunos a considerar la posibilidad de aceptar algo menos que una verdadera ronda de desarrollo ... o incluso que no se celebre ninguna ronda. Eso no debe ocurrir.

Los países de ingresos medianos deben tener verdadero acceso a los bienes y los servicios. El acceso libre de aranceles y no sujeto a contingentes que se prometió a los países menos adelantados debe convertirse plenamente en realidad. Y ha llegado el momento de eliminar todos los subsidios que obligan a los países pobres a afrontar una competencia injusta de otros más ricos. Ello es precisamente lo que necesitan y merecen nuestros países y pueblos para salir de la pobreza.

Nuestros países y pueblos necesitan, además, tener una representación justa en todas las instituciones mundiales, desde las financieras hasta las políticas.

Consideremos el Fondo Monetario Internacional. El Fondo es una institución mundial, y para que sea legítima todos sus miembros deben estar justamente representados. Las cuotas relativas vigentes impiden que se cumpla ese principio.

El Fondo ha reconocido que el surgimiento de nuevas potencias económicas y la liquidación de la deuda por parte de países en desarrollo clave hacen que sea aún más importante promover y realizar la reforma. Es alentador que el Director Gerente del Fondo, Rodrigo de Rato, haya tomado la iniciativa de renivelar las cuotas de manera que reflejen las nuevas realidades económicas, tratando al mismo tiempo de proteger la voz y la representación de los países de bajos ingresos. Ahora que la Junta Ejecutiva del FMI ha acordado propuestas concretas, espero que pronto obtenga el apoyo de todos los miembros del Fondo.

Por otra parte, miremos al Consejo de Seguridad. Como ustedes saben me desalentó el fracaso de los esfuerzos que se hicieron el pasado año por ampliar el número de miembros del Consejo. El Consejo de Seguridad debe reformarse por el bien del mundo en desarrollo y de las propias Naciones Unidas. La percepción de que el poder está en manos de pocos entraña el riesgo de que se vean socavadas la autoridad y legitimidad de las Naciones Unidas, e incluso, como afirmarían algunos, su neutralidad e independencia. He descrito antes esta situación como un déficit de democracia.

Consideremos también la necesidad de que se escuche la voz del Sur sobre una cuestión que reclama un debate mundial: la migración internacional. En ningún momento anterior de la historia tantos países habían sido parte de este fenómeno y se habían visto afectados por él; un fenómeno de profunda repercusión para las naciones en desarrollo. Me complace en grado sumo que tantos de ustedes hayan acogido mi propuesta de celebrar un Foro mundial sobre la migración y el desarrollo y me hayan pedido que ayude a crearlo. Ese Foro puede promover una cooperación práctica con una base real entre los Gobiernos, y constituir una oportunidad para que ustedes planteen las cuestiones de manera que les permita avanzar unidos.

Distinguidos líderes:

La enorme magnitud de este Movimiento no garantiza su éxito. El poseer una voz más fuerte implica una mayor responsabilidad tanto a nivel internacional como nacional.

Responsabilidad de trabajar de manera decisiva y constructiva para crear un sistema multilateral, y unas Naciones Unidas, capaces de responder con eficacia a los problemas actuales.

Responsabilidad de buscar formas de trabajar mejor unidos a fin de forjar posiciones cohesionadas y flexibles que conviertan al Sur en un jugador más eficaz en la comunidad internacional.

Responsabilidad de aplicar el principio reconocido por todos los gobiernos de que los Estados, tanto a nivel individual como colectivo, tienen la obligación de proteger a la población del genocidio, los crímenes de guerra, las limpiezas étnicas y los crímenes de lesa humanidad.

Ello incluye la obligación de proteger a la población de las matanzas permitiendo que la comunidad internacional contribuya de manera positiva al cambio. Las normas al respecto fueron aceptadas por todos los Estados Miembros en el documento final de la Cumbre que se aprobó el año pasado. Estas medidas funcionaron en uno de los Estados miembros del Movimiento que accedió a la independencia hace tan sólo cinco años: Timor-Leste. Funcionaron en Liberia, en Sierra Leona y en la República Democrática del Congo. Debe lograrse que funcionen de nuevo si queremos impedir una crisis de enormes dimensiones en Darfur.

También tenemos el deber de trabajar para lograr verdaderos progresos en la zona del Oriente Medio. La violencia diaria que presenciamos en el Iraq y el Afganistán nos recuerda con fuerza que, sin una intervención juiciosa en el frente político, se hace inevitable el avance hacia la anarquía y la guerra civil. La guerra en el Líbano ha sido una llamada de atención para muchos gobiernos de todo el mundo, que se están convenciendo cada vez más de la necesidad de abordar las causas que se encuentran en la raíz del problema.

Necesitamos resolver el problema del conflicto entre Israel y Palestina. Es preciso que trabajemos con renovada energía para lograr una paz general en la región, sobre la base de las resoluciones de las Naciones Unidas y del concepto de "tierra por paz". Es preciso que la resolución 1701 se convierta en una oportunidad histórica.

Y, por supuesto, es preciso que los gobiernos del Sur cumplan con las obligaciones que les incumben respecto de la población de sus países: la lucha contra la pobreza extrema y la expansión del VIH/SIDA; la adopción de medidas contra el flagelo del desempleo juvenil; el fin de la represión de los grupos de oposición y de los medios de comunicación; la adopción de medidas firmes y auténticas contra la corrupción; la protección del medio ambiente; y la garantía de que la explotación de nuestros preciados recursos naturales sea en beneficio de todos nuestros hijos e hijas, y no sólo de unos cuantos privilegiados.

Amigos:

Creo que para seguir construyendo a partir de los avances logrados hasta la fecha, tenemos que basar nuestro futuro en un enfoque general; un enfoque que valore y considere igualmente a los tres pilares fundamentales que son el desarrollo, la seguridad y los derechos humanos.

Un enfoque que reconozca que estos tres pilares no son en sí mismo un fin sino requisitos previos para el logro del bienestar colectivo.

Como hemos aprendido a lo largo de estos años, estos pilares se refuerzan entre sí y son interdependientes.

Creo que nuestros antecesores entendieron esa verdad fundamental cuando crearon este Movimiento. Esa está consagrada en los principios fundacionales de esta organización. Y creo que actuaréis sobre esta base, con sabiduría y juicio, en los años venideros.

Os agradezco a todos la importante colaboración que me habéis prestado durante los diez años que he desempeñado las funciones de Secretario General de las Naciones Unidas. No podría haberlo hecho sin vuestro apoyo. Os deseo que el éxito os siga acompañando en vuestro periplo.

Muchas gracias