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Intervención del Secretario General

En ocasión del Día Internacional de la Mujer

8 de marzo de 2006



Me complace estar con ustedes en este día especial para los hombres y las mujeres de todo el mundo. Permítanme agradecerles a todos ustedes su presencia y permítanme igualmente dar una calurosa bienvenida a los distinguidos ponentes que están aquí para ayudarnos a celebrar la ocasión.

El tema del Día Internacional de la Mujer de este año, el papel de la mujer en la adopción de decisiones, es decisivo para el adelanto de la mujer en todo el mundo y para el progreso de la humanidad en su conjunto.

Como dice la Declaración de Beijing, “la potenciación del papel de la mujer y la plena participación de la mujer en condiciones de igualdad en todas las esferas de la sociedad, incluidos la participación en los procesos de adopción de decisiones y el acceso al poder, son fundamentales para el logro de la igualdad, el desarrollo y la paz”.

Más de diez años después de la Declaración de Beijing, todavía nos queda mucho camino por recorrer para lograr que la mitad de la población mundial ocupe su legítimo lugar en los procesos de adopción de decisiones del mundo.

Pero la comunidad internacional está empezando por fin a comprender un principio fundamental: las mujeres se ven igual de afectadas que los hombres por los problemas que afronta la humanidad en el siglo XXI, en el desarrollo económico y social y en la paz y la seguridad. Y a menudo resultan más afectadas. Por tanto, es justo y verdaderamente necesario que las mujeres participen en la adopción de decisiones en todos los ámbitos, con el mismo vigor y en números iguales.

Además, el mundo está empezando a entender que no hay política más eficaz para el progreso que el empoderamiento de las mujeres y las niñas. Un estudio tras otro nos han enseñado que ésta es la política con más probabilidades de aumentar la productividad económica o reducir la mortalidad infantil y materna. Es la política más segura para mejorar la nutrición y promover la salud, incluso para prevenir el VIH/SIDA. Es la política más eficaz para aumentar las posibilidades de educación de la próxima generación. Y también me atrevería a decir que ésta es la política más importante para prevenir conflictos y lograr la reconciliación una vez terminados los conflictos.

En la Cumbre Mundial 2005, los dirigentes mundiales dieron expresión a esos principios. Como declararon en el documento final, “el progreso de la mujer es el progreso de todos”.

Hemos logrado avances dignos de celebración. En enero de este año, la proporción de mujeres en los parlamentos nacionales alcanzó un nuevo máximo mundial. Y en las últimas elecciones y reelecciones para puestos gubernamentales de máxima responsabilidad, las mujeres han avanzado mucho, ya que han incrementado su representación en más del 30%. Hay ahora 11 mujeres Jefas de Estado o de Gobierno, en países de todos los continentes. Y tres países —Chile, España y Suecia— tienen ahora gobiernos con paridad entre los géneros.

Aquí, en la Secretaría de las Naciones Unidas, también hemos logrado avances. Hace un cuarto de siglo, cuando celebramos por primera vez el Día Internacional de la Mujer, la proporción de mujeres que ocupaban puestos de la categoría D-1 o categorías superiores era inferior al 4%. Hoy es del 26%. Y sin embargo, soy el primero en reconocer que el avance en la paridad entre los géneros en las Naciones Unidas dista mucho de ser lo que debería ser.

Está claro que aún nos queda mucho por hacer, tanto en las Naciones Unidas como en el mundo en su conjunto.

En los niveles superiores de adopción de decisiones de los países, las mujeres siguen estando muy poco representadas. Con el ritmo actual de progreso, no alcanzaremos un promedio del 30% de mujeres parlamentarias hasta 2025, y la paridad hasta 2040.

En las Naciones Unidas, necesitamos hacer mucho más para atraer a mujeres con talento a puestos de responsabilidad, intensificando nuestra colaboración con los gobiernos, la sociedad civil, las asociaciones profesionales y el mundo académico. Y en el caso de las mujeres que ya trabajan aquí, necesitamos conservarlas y favorecerlas, mejorando nuestros procedimientos internos para la movilidad, la capacitación y la promoción de las perspectivas de carrera, tanto en la Sede como sobre el terreno.

Cabe recordar que en algunos países el aumento del número de mujeres en puestos de adopción de decisiones no ha sido fortuito, sino que a menudo es el resultado de iniciativas institucionales y electorales, como el establecimiento de objetivos y cuotas, el compromiso de los partidos políticos y una movilización constante. También es el resultado de medidas concretas y concertadas para mejorar el equilibrio entre la vida personal y laboral.

Son éstas lecciones que aquí, en las Naciones Unidas, debemos tomar muy en serio.

Creo que también deberíamos ver un claro mensaje en el éxito arrollador que en elecciones presidenciales del último año han obtenido algunas mujeres: el mundo está preparado para que una mujer ocupe el cargo de Secretaria General de las Naciones Unidas.

Amigos: éste es mi último Día Internacional de la Mujer en el cargo de Secretario General. Desearía creer que cuando abandone las Naciones Unidas, dejaré una Organización más dinámica no sólo en sí misma, sino también en el modo en que empodera a la mitad de la población mundial (las mujeres) y satisface sus necesidades; y que las reformas que he iniciado como Secretario General también facilitan la participación de las mujeres y contribuyen a mejorar las vidas de las mujeres en todo el mundo.

Se debe empoderar a las mujeres en todas las dimensiones de nuestra labor, ya estemos hablando de reforzar los mecanismos de derechos humanos de las Naciones Unidas o de formular una estrategia global contra el terrorismo; ya estemos examinando el establecimiento de la Comisión de Consolidación de la Paz o las labores del nuevo grupo de alto nivel para estudiar de qué modo puede funcionar con mayor coherencia y eficacia en pro del desarrollo, la asistencia humanitaria y el medio ambiente en todo el mundo el sistema de las Naciones Unidas.

Creo que juntos podemos lograr la colaboración en todas las naciones y en las Naciones Unidas. He apreciado enormemente su apoyo y su hermandad a lo largo del último decenio y les deseo ánimo y firmeza constantes en los próximos años.

Muchas gracias.