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El Secretario General

     Mensaje con ocasión del Día Internacional de los Derechos Humanos

       10 de diciembre de 2006



La campaña para hacer de la pobreza una cosa del pasado representa un desafío moral fundamental de nuestro tiempo. La observancia universal de los derechos humanos puede ofrecernos una vía para alcanzar ese fin.

Los derechos humanos fundamentales, esto es, el derecho a un nivel de vida digno, a disponer de alimentos y atención médica básica, oportunidades educativas o trabajo decente, o el derecho a no sufrir ningún tipo de discriminación, describen exactamente lo que más precisa la población más pobre del mundo. Sin embargo, por su propia situación de abatimiento, los pobres se encuentran en las condiciones menos propicias para conquistar o defender esos derechos "universales". Así pues, los derechos humanos se ven amenazados cuandoquiera y dondequiera un hombre, una mujer o un niño subsisten en la pobreza extrema.

Si consideramos con toda seriedad los derechos humanos, debemos demostrar que también nos preocupa seriamente la miseria. Como se señaló en la celebración del Día Internacional de los Derechos Humanos del presente año, debemos responder al llamamiento de luchar contra la pobreza, no como una obra de caridad, sino porque es nuestra obligación.

Cada uno de nosotros debe comprender que los derechos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos significan muy poco para los millones de personas de este mundo que viven acosadas por la enfermedad y el hambre, mientras no haya para ellas remedios efectivos. Tenemos que reconocer que donde hay familias enteras luchando por subsistir con menos de 1 dólar al día o donde los niños mueren por falta de la atención básica que podría salvarlos, la Declaración suena falsa, en el mejor de los casos.

Si consideramos la pobreza desde la perspectiva de los derechos humanos, resulta más evidente nuestro imperioso deber moral de remediarla. Pero esa perspectiva ofrece otras ventajas. Dado que las normas de derechos humanos resaltan la importancia de la potenciación de la persona, ese enfoque basado en los derechos humanos puede contribuir al empoderamiento y la habilitación de los pobres. Puede ayudar a los ciudadanos de todos los niveles a obtener los conocimientos y condiciones que necesitan para intervenir de manera efectiva en las decisiones que rigen su vida. Puede ayudar a dirigir más claramente la atención hacia medidas eficaces y sostenibles que ofrezcan la esperanza de un progreso a largo plazo y puede incitarnos a juzgar nuestro éxito no sólo por los niveles de ingreso, sino por la libertad que tiene la gente de llevar una vida satisfactoria y grata.

El desarrollo, la seguridad y los derechos humanos hoy van de la mano; ninguno de ellos puede llegar muy lejos si no avanzan también los otros dos. De hecho, todo aquél que propugna enérgicamente la defensa de los derechos humanos pero no hace nada por promover la seguridad y el desarrollo humano, o viceversa, pierde credibilidad y resta fuerza a su causa. Es conveniente entonces que hablemos con una sola voz sobre estos tres temas y hagamos todo lo posible por conseguir que el derecho a una vida digna, libre del temor y la miseria tenga un verdadero sentido para los más necesitados.