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El Secretario General

     Observaciones en la presentación del llamamiento humanitario de 2007

       Nueva York, 30 de noviembre de 2006



Excelencias,
Señoras y señores,

Nos hemos reunido para responder a la llamada de 27 millones de personas de 29 países cuyas vidas se han visto paralizadas por conflictos y calamidades. Esas personas (mujeres y niños en su inmensa mayoría) subsisten marginadas de la sociedad en lugares como Somalia, el territorio palestino ocupado y la República Democrática del Congo.

Puede que desconozcamos sus nombres y que sus vidas permanezcan ocultas a nuestra vista, pero su llamada de atención no debe quedar desatendida. En esta era de prosperidad sin precedentes, ellos, más que nadie, son quienes siguen careciendo prácticamente de lo esencial para la existencia (como agua limpia, medicamentos que salvan vidas y refugios de emergencia).

Estos 27 millones de personas no quieren caridad, sino solidaridad. Y espero que, una vez más, respondamos, no con compasión sino con asistencia práctica. En 2007, esa asistencia ascenderá a 3.900 millones de dólares para ayuda y protección humanitarias básicas de supervivencia, lo que equivale aproximadamente al precio de dos tazas de café por cada ciudadano de los países ricos del mundo.

La respuesta a este llamamiento determinará si esos millones de necesitados podrán asirse a un salvavidas de esperanza, protección y asistencia.

A ustedes, los donantes, los llamamientos unificados les ofrecen varias ventajas prácticas. En primer lugar, la eficiencia. Los llamamientos reúnen a todos los agentes de las Naciones Unidas, al Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y a organizaciones no gubernamentales, evitando así costosas carencias y duplicaciones. Las contribuciones de los donantes son transparentes desde el punto de vista financiero y visibles para la opinión pública, y se someten a las normas más estrictas de rendición de cuentas. De hecho, cualquier ciudadano puede acceder en línea y ver, en tiempo real, cómo se está empleando el dinero que tanto le costó ganar para mejorar la vida de millones de personas.

Pero aún más importante es la eficacia de los llamamientos unificados. Los organismos de asistencia, al trabajar en colaboración, pueden prestar la ayuda más oportuna y útil posible. Con el complemento del nuevo Fondo central para la acción en casos de emergencia, los llamamientos son una de las aportaciones más poderosas que podemos hacer para crear una comunidad mundial más equitativa, saludable y próspera.

Como acabamos de ver en el vídeo, el dinero que ustedes proporcionan realmente marca la diferencia. Por ejemplo, permite a una joven madre como Middy Omara del norte de Uganda dejar a sus hijos en lugar seguro mientras ella cultiva los campos para alimentar a su familia.

En Somalia, los fondos aportados por los donantes en respuesta al llamamiento del año pasado permitieron proporcionar alimentación terapéutica a 11.000 niños gravemente malnutridos, reanudar la escolarización de más de 63.000 estudiantes y facilitar alimentación de emergencia en las escuelas para 18.000 alumnos.

En la República Centroafricana, esos fondos proporcionaron a más de 70.000 niños al menos una comida al día, gracias a los comedores escolares abiertos en 201 escuelas primarias y 20 guarderías.

Este año, África sigue siendo el continente más necesitado. Sin embargo, los llamamientos anteriores han marcado una diferencia notable. Con la ayuda de todos ustedes, mis paisanos del continente africano están transformando la desesperación en esperanza y recuperándose de las secuelas del odio. Están llenos de recursos y son resistentes, y se merecen seguir recibiendo nuestro firme apoyo.

Por último, una nota personal. Este es mi último llamamiento humanitario como Secretario General. Durante la última década, mis representantes o yo mismo nos hemos presentado ante ustedes en busca de financiación para nuestros programas de asistencia y protección humanitarias. Y he de admitir que cada año he visto, consternado, que los donantes han dado, como promedio, solamente las dos terceras partes de los recursos más indispensables que se solicitaban. Por cada éxito de los que acabo de mencionar, en que las donaciones han marcado la diferencia, existe el caso opuesto en que no se pudo ofrecer ayuda por falta de fondos.

El significado de esto es devastadoramente simple. Cada año dejamos pasar la oportunidad de asistir a un niño que sufre hambre o enfermedad, de prestar ayuda a una madre como la Sra. Omara de Uganda, que se esfuerza por alimentar a su familia en condiciones desesperadas, de ofrecer la asistencia necesaria a profesionales de la atención de la salud como el Dr. Mukwege [otro orador] que trabajan valerosamente en primera línea, y de aportar sumas que son realmente irrisorias en comparación con lo que se gasta en el mundo anualmente para fines menos productivos.

Creo que deberíamos hacer mucho más y podemos hacerlo: Más como naciones y más como las Naciones Unidas.

¿Qué diremos cuando nuestros hijos o nietos nos pregunten "por qué"? ¿Por qué dejamos morir innecesariamente a tantas mujeres y tantos niños cuando teníamos el dinero, el conocimiento y los instrumentos necesarios para salvarlos? Espero que nuestra respuesta no sea que, aunque teníamos el dinero, carecíamos de la voluntad, la visión y la compasión.

Como comunidad internacional, nos interesa responder generosamente a las necesidades de los más desposeídos de entre nosotros.

Por lo tanto, les agradezco su generosa respuesta al llamamiento de este año. Con su apoyo pleno y oportuno, podemos llevar esperanza y asistencia a quienes más las necesitan.