SECRETARIO GENERAL

MENSAJE A LA TERCERA CONFERENCIA MINISTERIAL DE LA COMUNIDAD DE LAS DEMOCRACIAS

(Santiago, 28 de abril de 2005)

Pronunciado por Ernesto Zedillo ex Presidente de México
y Enviado del Secretario General para la Cumbre de septiembre de 2005

Señor Presidente de la República de Chile, señoras y señores ministros, apreciables colegas del Club de Madrid, señoras y señores:

El Señor Kofi Annan, Secretario General de la ONU me ha pedido que transmita a ustedes el siguiente mensaje:

"Envío un muy cordial saludo a todos los participantes en esta Conferencia de la Comunidad de las Democracias.

Celebro que esta reunión se lleve a cabo en Chile. Estoy seguro que los admirables logros del pueblo Chileno en la consolidación pacífica de una democracia que garantiza firmemente el respeto de los derechos humanos, constituyen una fuente de inspiración para otros pueblos de nuestro mundo.

Esta Conferencia se celebra en un momento crucial para el futuro de las Naciones Unidas y para el futuro de la democracia.

Ya en 1948, en la Declaración Universal de Derechos Humanos, se mencionaban los factores esenciales de la democracia. Esa Declaración inspiró a muchas Constituciones nacionales y contribuyó en gran manera a que se aceptara a la democracia como valor universal. Hoy día, más de una década después de la terminación de la Guerra Fría, casi todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas aceptan a la democracia como esencial para el progreso humano. De hecho, hace cinco años se comprometieron, en la Declaración del Milenio, a reforzar su capacidad de poner en práctica la democracia. Ese mismo año, la Asamblea General aprobó una resolución sobre la promoción y la consolidación de la democracia.

Las Naciones Unidas hacen más que cualquier otra organización por promover y reforzar las instituciones y las prácticas democráticas en todo el mundo. En esa labor, somos conscientes de que, si bien la democracia es un valor universal, no existe un modelo que se pueda aplicar uniformemente. También sabemos que, si bien la democracia debe surgir y consolidarse internamente en cada país, la cooperación internacional puede y debe respaldarla. Y hemos aprendido que, si bien las elecciones son una parte vital de la democracia, se necesita mucho más para consolidarla.

La democratización es un proceso que debe recibir apoyo en muchos frentes. En el caso de las Naciones Unidas, nuestras actividades se centran cada vez más en cuestiones relacionadas con la gobernabilidad.

Nuestro personal dedicado a los derechos humanos trabaja en 39 países, y docenas más se han beneficiado con misiones técnicas y de asesoramiento o con visitas de relatores especiales y otros expertos en derechos humanos.

Nuestro personal de asistencia electoral presta apoyo hoy día a la celebración de elecciones en 45 países de todo el mundo.

Importante como es toda esta labor, creo que debemos ir más allá, y hacerlo en el contexto de un sistema multilateral fortalecido. La democracia y el desarrollo se refuerzan mutuamente, como lo hacen la democracia y la paz. De hecho, no debemos suponer que el progreso democrático está predestinado a ocurrir bajo cualquier circunstancia.

Por el contrario, la lucha por la democracia exige una vigilancia constante frente a toda una serie de retos, no sólo en la forma más obvia de asunciones inconstitucionales del poder, sino también cuando no se satisface el bienestar básico de los ciudadanos, lo que puede dar lugar a que decline la confianza en la democracia misma.

En consecuencia, un sistema multilateral fortalecido y una democracia fortalecida van de la mano. En mi reciente informe "Un concepto más amplio de la libertad", propuse a los Estados Miembros un programa de reformas de largo alcance, con una estrategia amplia de cooperación internacional en materia de desarrollo, seguridad y derechos humanos.

Confío en que, cuando este septiembre los Jefes de Estado y de Gobierno se reúnan en la cumbre de Nueva York para examinar los progresos alcanzados desde la Declaración del Milenio, lo harán con la visión y el pragmatismo que les permita hacer reformas de largo alcance a las Naciones Unidas, a fin de convertirla en un instrumento más eficaz para la consecución de sus propósitos comunes.

En ese empeño, la Comunidad de las Democracias desempeña una función vital y creo, además, que tiene un claro interés en desempeñarla.

No olvidemos que, sobre todo en el mundo en desarrollo, todavía no se ha cumplido plenamente la promesa de la democracia, ya que no se han sentido de manera suficientemente amplia los beneficios del desarrollo económico y social.

Para esos países, pocas cuestiones son más importantes que un empeño mundial generalizado por alcanzar para el 2015 los objetivos de desarrollo del Milenio.

En mi informe he instado a que se tomen medidas urgentes para aplicar el Consenso de Monterrey, con estrategias nacionales para cumplir los objetivos de desarrollo del Milenio.

Esta tarea requiere en primer lugar de buenas políticas en los propios países en desarrollo, pero además en el caso de los más países más pobres, precisa del respaldo de una inyección importante de recursos de asistencia para el desarrollo. Esa inyección debe sustentarse en compromisos concretos de los países donantes para cumplir la meta del 0,7% de su ingreso nacional para asistencia oficial para el desarrollo.

La apertura de mercados a las exportaciones de los países en desarrollo y especialmente de los más pobres es también indispensable. De ahí la importancia de concluir satisfactoriamente la Ronda de Doha.

En lo que respecta a la seguridad, interesa a todos los países trabajar a fin de lograr un consenso básico sobre las amenazas que afrontamos y los criterios que deben aplicarse para el uso de la fuerza.

También deben reforzarse una serie de importantes instrumentos multilaterales sobre seguridad; un convenio amplio de lucha contra el terrorismo; un régimen renovado de desarme y no proliferación nucleares; y un instrumento jurídicamente vinculante para regular la fabricación y el rastreo de las armas pequeñas y ligeras.

Un sistema de seguridad colectivo efectivo, equitativo y eficiente debe abordar todos esos retos.

También debemos actualizar las instituciones que componen las Naciones Unidas. Un Consejo de Seguridad reformado y una Asamblea General rejuvenecida harán de las Naciones Unidas una entidad más democrática y eficaz.

Una nueva Comisión de Consolidación de la Paz llenaría un importantísimo vacío institucional y ayudaría a que la comunidad internacional tuviera más éxito en la prestación de asistencia a los países que se encuentran en la transición de un conflicto violento a una gobernabilidad democrática estable regida por el imperio de la ley.

El reemplazo de la Comisión de Derechos Humanos con un nuevo Consejo de Derechos Humanos pondría a los derechos humanos en una verdadera igualdad de condiciones con el desarrollo y la seguridad dentro de las estructuras de las Naciones Unidas. Hay quienes se preguntan si esta reforma es verdaderamente necesaria. Estoy convencido de que sí lo es. Necesitamos un consejo permanente que se pueda dedicar a los derechos humanos durante todo el año. Necesitamos procedimientos y normas de elección de ese Consejo que hagan que podamos sentirnos orgullosos de sus miembros. Y es necesario realizar una revisión total del programa, los métodos de trabajo y los procedimientos, a fin de que la polarización se reemplace con una verdadera colaboración.

No creo que el statu quo sea una opción, o que baste con realizar cambios marginales. Debemos devolverle a las Naciones Unidas la credibilidad en materia de derechos humanos y reivindicar su orgullosa historia de liderazgo en este fundamental asunto. En mi opinión, el Consejo de Derechos Humanos es el camino del futuro.

Estoy convencido de que todas esas reformas serían buenas para la democracia. También lo sería la creación en las Naciones Unidas de un fondo de contribuciones voluntarias, que ayude a promover la democracia en todo el mundo mediante proyectos encaminados a establecer y reforzar las instituciones democráticas y facilitar la gobernabilidad democrática.

Confío en que la Comunidad de las Democracias apoyará una reforma realmente profunda de las Naciones Unidas. Les encarezco que el respaldo a la Reforma de la ONU quede plasmado en los acuerdos que surjan de esta reunión en Santiago.

Nuestro objetivo debe ser que la Organización sea más representativa y eficaz, dedicada plenamente a promover los objetivos de desarrollo, seguridad y derechos humanos, incluso el derecho de los pueblos a elegir de qué manera y por quién son gobernados.

Éste debe ser un derecho innato de cada persona, y su logro debe ser un objetivo central de las Naciones Unidas en el siglo XXI.

Muy Atentamente, Kofi Annan."

Muchas Gracias