El Secretario General

Declaración ante la Cumbre Mundial de la Salud organizada por la revista Time



Nueva York, 3 de noviembre de 2005

Me complace tener ocasión de dirigirme a ustedes. Permítanme felicitar a los organizadores de esta reunión de tres días por reunir a tan eminentes líderes y expertos para hablar de algunas de las cuestiones de salud más importantes del momento, por colaborar con objeto de sensibilizar a todos los sectores de la sociedad -los gobiernos y la sociedad civil, el sector privado y los académicos- y por alentarles a tomar las medidas que se imponen.

Reuniones como ésta reflejan un buen entendimiento de la relación entre la salud humana y todos los problemas con que se enfrenta la familia humana. Esto es algo de lo que he sido plenamente consciente desde que empecé mi carrera en el sistema de las Naciones Unidas. Quizás algunos de ustedes no lo sepan, pero mi primer trabajo fue en la Organización Mundial de la Salud, hace muchos años, cuando se estaba introduciendo la vacuna oral Salk contra la poliomielitis, 18 años antes de que se erradicara del mundo la viruela y unos 20 años antes de que la palabra SIDA entrara en nuestro vocabulario.

A lo largo de los decenios que han transcurrido desde entonces, las relaciones entre la salud humana, el desarrollo y la seguridad se han comprendido cada vez con más claridad. Al mismo tiempo, la globalización nos ha hecho ver que los problemas de salud de hoy en día no respetan ninguna frontera. Los gobiernos de todo el mundo han tenido que aceptar que todos los países corren peligro.

En los últimos meses y semanas, esa comprensión se ha agudizado aún más a causa de la propagación de la gripe aviar. Día tras día, parece que las campanas de alarma suenan con más fuerza, a medida que se notifican nuevos brotes en otra parte del mundo. Esta preocupación cada vez mayor va acompañada de una profunda incertidumbre, una sensación de incertidumbre que hace imposible predecir con exactitud la evolución de la enfermedad y que no nos permite restar importancia al peligro.

Todavía no sabemos si la actual cepa de gripe aviar provocará una pandemia humana.

Pero sí sabemos lo que es una pandemia humana.

Sabemos las bajas causadas por anteriores pandemias, desde la gripe de 1918 a la crisis del SIDA de nuestro tiempo.

Sabemos lo que sucede cuando mueren millones de personas y otros millones contraen la infección. Cuando los sistemas de salud están sobrecargados y abrumados. Cuando quedan devastadas familias, comunidades y sociedades enteras. Cuando el transporte y el comercio, la educación y otros servicios se ven perturbados o dejan de funcionar. Cuando existe el peligro de que los avances económicos y sociales de las naciones se estanquen.

Por más que no sepamos cuál será la evolución del H5N1, sí sabemos que cuando se produzca la transmisión de persona a persona sólo tendremos un plazo de unas semanas para frenar su propagación antes de perder el control.

Por ello la comunidad internacional debe pasar a la acción ahora. Debemos fijarnos una serie de prioridades para hacer frente a esta posible crisis y acordar las medidas necesarias para poner en práctica esas prioridades. Debemos ser francos y reconocer que la simple acumulación de medicamentos antivirales no es una estrategia para luchar contra la gripe aviar.

En primer lugar, empecemos por abordar la propagación de la gripe aviar propiamente dicha. Debemos invertir más para vigilar y frenar la propagación de la enfermedad, que en este momento parece llegar a otro país casi cada día. Eso significa fortalecer la infraestructura veterinaria, que no cuenta con fondos suficientes, de manera que los brotes de la enfermedad se detecten en cuanto se produzcan. Y significa dar a los campesinos y a sus familias una reparación justa y adecuada por sacrificar las aves que, para muchas comunidades de todo el mundo, son una fuente importantísima de seguridad económica.

En segundo término, debemos ayudar a la gente a aceptar que la actual cepa de gripe aviar pone en peligro una forma de vida que conocemos desde hace siglos, la de la gente que vive en estrecho contacto con sus animales. Yo soy de Ghana, país en que a menudo las familias y los animales de corral, los niños y los pollos, coexisten alegremente. Por duro que sea tenemos que encontrar la forma de estructurar esa coexistencia, o nunca podremos impedir que los virus migren de los animales hacia nosotros y hacia nuestros hijos.

En tercer lugar, debemos prepararnos para el impacto de una pandemia humana determinando lo que se necesita para que las comunidades y los países sigan funcionando, caso de que nuestros temores se hagan realidad. Eso significa seguir trabajando suceda lo que suceda, elaborar planes para imprevistos y asumir por adelantado compromisos -a nivel gubernamental e intergubernamental- sobre la forma en que lograremos que los servicios esenciales sigan funcionando, desde el transporte hasta el comercio, y desde la seguridad hasta los propios sistemas de salud.

Cuarto, debemos procurar que todos los que los necesiten tengan acceso a medicamentos antivirales. Esto significa hacer esfuerzos denodados por aumentar la producción, asegurar que los habitantes del mundo en desarrollo, que en este momento corren peligro de no tener esos medicamentos, dispongan de ellos; y significa compartir los datos científicos y tecnológicos pertinentes con quienes tienen la capacidad de producción necesaria.

En quinto lugar, debemos asegurar la transparencia y la cooperación en materia de ciencia e investigación, sobre todo en la fabricación de una vacuna. Para ello los gobiernos deberán actuar con toda la transparencia posible al compartir especímenes e información; habrán de superarse los intereses nacionales para colaborar en pro de nuestra causa común; será preciso promover la cooperación científica y potenciar la inventiva y los conocimientos mundiales a una escala sin precedentes. El martes, celebré oír al Presidente Bush explicando la forma en que los Estados Unidos utilizarán las modernas tecnologías celulares para fabricar nuevas vacunas contra la gripe.

En sexto lugar, debemos aprovechar al máximo la tecnología y la cultura modernas para comunicar datos vitales respecto del virus y lo que la gente pueda hacer al respecto. Si hemos aprendido algo con las pandemias anteriores, es que el silencio es mortal. Esto significa utilizar todos los cauces de que disponemos para difundir información, desde la radio y la televisión hasta el correo electrónico y los mensajes por teléfono móvil. Permítanme que cite al Secretario de Salud de los Estados Unidos, Mike Leavitt: "El virus de la gripe es un enemigo que actúa de forma organizada y nosotros debemos luchar contra él como un ejército organizado".

Por último, necesitamos liderazgo político y energía al más alto nivel. Necesitamos que nuestros dirigentes se comprometan claramente a garantizar la coordinación de la respuesta en todos los países, haciendo que participen en ella todos los sectores del gobierno, la sociedad civil y el sector privado.

En muchos países ya hemos visto casos de firme liderazgo, que han dado pie a prometedoras iniciativas nacionales y regionales, desde la Unión Europea a la Unión Africana, desde la ASEAN + 3 hasta la Alianza Internacional de los Estados Unidos, que el Presidente Bush lanzó en las Naciones Unidas en septiembre y que expuso con más detalle el martes.

El sistema de las Naciones Unidas está dispuesto a colaborar con todos estos interlocutores, no imponiéndoles estructuras adicionales, sino respaldando los esfuerzos que están haciendo y ayudándolos para asegurar que se apoyen los unos a los otros.

En las Naciones Unidas propiamente dichas, hemos creado un mecanismo de coordinación en el que participan importantes actores, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), junto con el Banco Mundial y otros organismos de desarrollo. Nuestra primera tarea consiste en determinar los problemas y las tendencias de importancia decisiva, identificar prioridades y alentar a las entidades del sistema y ajenas a él a que colaboren. Colaboraremos estrechamente con otros interesados, incluidos la sociedad civil y el sector privado.

El Coordinador Superior del Sistema de las Naciones Unidas para la Gripe Aviar y Humana, Dr. David Nabarro, que me acompaña hoy, servirá de punto de contacto al que los gobiernos y los interesados podrán recurrir. Por mi parte, me mantendré al tanto e intervendré siempre que sea necesario. Y espero con interés los resultados de la reunión de planificación que se celebrará en Ginebra la semana que viene sobre la pandemia de gripe aviar y humana, que acogerán la OMS, la FAO, el Banco Mundial y la Organización Mundial para la Salud Animal.

Damas y caballeros,

Hay una cosa que sabemos por encima de todas las demás: una amenaza como la pandemia de gripe no puede ser abordada por una organización, un grupo de países, un sector o una profesión. Nos plantea un extraordinario problema colectivo, y exige un esfuerzo colectivo extraordinario.

Cuando la gripe venga, pondrá a prueba nuestra capacidad de colaborar para prestar asistencia de manera que la mayoría de las personas en peligro -incluidos los más vulnerables- no pierdan la vida. Cuando llegue la gripe, esta será la prueba que tendremos que superar.

Preparémonos para esta prueba con cuidado. Preparémonos ahora. Espero poder contar con el apoyo de todos ustedes.

Muchísimas gracias.