El Secretario General
Mensaje con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza

Nueva York, 17 de octubre de 2004

En septiembre del año próximo los dirigentes del mundo se reunirán en la Sede de las Naciones Unidas para participar en un acto de alto nivel en que se examinarán los avances realizados en la aplicación de la Declaración del Milenio, que aprobaron en el año 2000. Sin embargo, ya ahora, mucho antes de esa fecha, sabemos que hará falta un gran ímpetu para que los ocho objetivos de desarrollo del Milenio derivados de la Declaración se cumplan en el año 2015 a más tardar.

Se han producido algunos avances notables que son motivo de esperanza. Los objetivos han transformado la práctica de la cooperación para el desarrollo. El amplio consenso logrado en torno a un conjunto de objetivos claros, susceptibles de medición y sujetos a plazos determinados ha generado medidas coordinadas sin precedentes no sólo en el sistema de las Naciones Unidas, incluidas las instituciones de Bretton Woods, sino también en la comunidad de donantes y, lo que es más importante, en los propios países en desarrollo.

En lo referente al progreso efectivo hacia el cumplimiento de esos objetivos, los datos de que se dispone hasta el momento indican que los países en desarrollo se dividen en tres grupos principales. El primero, que abarca la mayor parte de Asia y África septentrional, está, en general, bien encaminado para alcanzar la meta de reducir la pobreza extrema a la mitad y cumplir muchos de los objetivos sociales. El segundo, que comprende esencialmente Asia occidental y América Latina y el Caribe, ha avanzado de forma apreciable hacia la consecución de algunos objetivos, como el de la educación primaria universal, pero ha tenido menos éxito en la reducción de la pobreza. El tercer grupo, que incluye sobre todo países del África subsahariana pero también países menos adelantados de otras regiones, dista mucho de haber avanzado suficientemente respecto de la mayoría de los objetivos.

En nuestro empeño de trazar una imagen estadística sólida de nuestros logros y deficiencias debemos recordar también que lo que a nosotros nos importa no son los números sino las personas: los niños que trabajan en lugar de asistir a la escuela, los huérfanos como consecuencia del SIDA y de otras enfermedades prevenibles, las madres que mueren durante el parto, las comunidades afectadas por la degradación del medio ambiente. Y está completamente en nuestro poder resolver estas y otras manifestaciones terribles de la pobreza y el subdesarrollo.

A diez años vista de la fecha fijada, los objetivos siguen siendo alcanzables y asequibles económicamente. Pero hace falta un aumento sustancial de la asistencia, el alivio de la deuda y las condiciones comerciales especiales que proporcionan los países desarrollados, como se indica en el objetivo 8. Y también hacen falta cambios igualmente drásticos por parte de los países en desarrollo, que deben reorganizar sus programas. En este Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, insto a todos los países a que asuman sus responsabilidades. E insto a los dirigentes del mundo a que hagan de la reunión de alto nivel del año próximo no sólo una simple oportunidad para hacer balance sino una ocasión para inyectar nueva energía política en un esfuerzo que es crucial para la seguridad y el bienestar futuros del mundo.