POR QUÉ NUESTRO MUNDO NECESITA ADMINISTRAR MEJOR LAS MIGRACIONES
 
PARLAMENTO EUROPEO
 
29 de enero de 2004


La inmigración constituye uno de los principales desafíos que la Unión Europea ampliada deberá afrontar en los años y decenios venideros. Si las sociedades europeas están a la altura de las circunstancias, la inmigración redundará en su propio enriquecimiento y fortalecimiento. Si no es así, pueden enfrentarse a un retroceso de sus niveles de vida y a una fractura social.

No cabe ninguna duda de que las sociedades europeas necesitan inmigración. Los europeos viven cada vez más y tienen menos hijos. Sin inmigrantes, la población de una Unión Europea que pronto contará con 25 Estados miembros disminuirá y pasará de los 450 millones que tiene en la actualidad, aproximadamente, a menos de 400 millones en 2050.

La Unión Europea no es la única afectada por este problema. El Japón, la Federación de Rusia y la República de Corea, entre otros, se verán posiblemente en una tesitura similar caracterizada por la regresión de la economía y el estancamiento de la sociedad, con unos puestos de trabajo que no se pueden cubrir y unos servicios que no se pueden prestar. La inmigración no puede resolver por sí sola estos problemas, pero sí representa una parte esencial de cualquier solución. Aún en países sin estos problemas demográficos, los inmigrantes pueden constituir motores del crecimiento económico y agentes del dinamismo social

Podemos tener la certeza de que las personas seguirán queriendo venir a vivir en países desarrollados. En el desigual mundo actual, un vasto número de asiáticos, africanos y latinoamericanos carecen de oportunidades para mejorar su condición, oportunidades que la mayoría de las personas en los países ricos dan por sentadas. Anhelan una nueva vida en una tierra de oportunidades, al igual que el potencial del nuevo mundo atrajera otrora a decenas de millones de europeos empobrecidos pero emprendedores.

Todos los países tienen derecho a decidir si admiten a inmigrantes voluntarios (en contraposición a los refugiados de buena fe, a quienes el derecho internacional brinda protección), aunque sería poco sensato que los países ricos les cerraran sus puertas. Ello no sólo redundaría en perjuicio de sus perspectivas económicas y sociales a largo plazo, sino que también provocaría que un creciente número de personas tratara de entrar por la puerta trasera, es decir, solicitando asilo político (sobrecargando así un sistema concebido para proteger a los refugiados que han huido ante el miedo a la persecución) o recurriendo a los servicios de traficantes y poniendo a menudo su vida o su integridad física en peligro en desesperados periplos clandestinos a bordo de barcos, camiones, trenes o aviones.

La inmigración ilegal es un problema real y los Estados han de aunar sus fuerzas para ponerle coto, en particular adoptando medidas enérgicas contra los traficantes cuyas redes delictivas organizadas explotan a las personas más vulnerables y socavan las bases del Estado de derecho. Con todo, la lucha contra la inmigración ilegal debería formar parte de una estrategia de mucho mayor alcance. Los países deberían aportar unos cauces efectivos para la inmigración legal procurando sacar provecho de sus beneficios y salvaguardando al mismo tiempo los derechos humanos básicos de los inmigrantes.

Los países pobres también pueden beneficiarse de las migraciones. En 2002, los emigrantes enviaron a los países en desarrollo remesas por valor de 88.000 millones de dólares -un 54% más que los 57.000 millones de dólares que recibieron esos países en concepto de asistencia para el desarrollo.

Por consiguiente, las migraciones son una cuestión de interés para todos los países y que requiere una mayor cooperación internacional. La Comisión Mundial sobre las Migraciones Internacionales, recientemente constituida y copresidida por destacadas personalidades públicas de Suecia y Sudáfrica, puede contribuir al establecimiento de normas y mejores políticas internacionales que permitan regular las migraciones en beneficio de todos. Tengo plena confianza de que aportará buenas ideas y es de esperar que éstas reciban el apoyo tanto de los países que "envían" emigrantes como de los países que los reciben

La administración de las migraciones no es sólo una cuestión de abrir puertas y aunar fuerzas en el plano internacional; también es preciso que cada país redoble sus esfuerzos para integrar a los recién llegados. Los inmigrantes se han de adaptar a sus nuevas sociedades y éstas deben también adaptarse a ellos. Sólo una estrategia imaginativa de integración permitirá que los inmigrantes constituyan un factor de enriquecimiento para la sociedad que los acoge, en lugar de un factor de desestabilización.

Si bien cada país abordará esta cuestión en función de su carácter y cultura propios, es preciso tener siempre presente la enorme contribución que aportaron millones de inmigrantes a las sociedades europeas modernas y por cierto, a otras sociedades en todo el mundo. Muchos de ellos han resultado líderes en el gobierno, la ciencia, los medios académicos, el deporte y las artes. Otros, aunque menos famosos, desempeñan un papel igualmente fundamental. Sin ellos, numerosos sistemas sanitarios no contarían con personal suficiente, muchos padres no tendrían la ayuda doméstica que necesitan para dedicarse a sus actividades profesionales y no se cubrirían numerosos puestos de trabajo que prestan servicios y generan ingresos. Los inmigrantes son parte de la solución, no parte del problema

En consecuencia, todos los que tengan interés por el futuro de Europa y por la dignidad humana deberían adoptar una posición contra la tendencia de convertir a los inmigrantes en el chivo expiatorio de los problemas sociales. La inmensa mayoría de los inmigrantes son diligentes, valerosos y decididos. No quieren que se lo den todo hecho, sino una justa oportunidad para ellos y sus familias. No son delincuentes ni terroristas, sino personas respetuosas de la ley. No quieren vivir aislados, sino integrarse preservando su identidad.

En este siglo veintiuno, los emigrantes necesitan a Europa y Europa necesita a los inmigrantes. Una Europa de puertas cerradas sería más mezquina, más pobre, más débil y más vieja. Una Europa de puertas abiertas será más justa, más rica, más fuerte y más joven, siempre que Europa aborde debidamente la inmigración

El autor es el Secretario-General de las Naciones Unidas. El artículo está basado en un discurso pronunciado ante el Parlamento Europeo el 29 de enero de 2004.