Naciones Unidas
S.E. Sr. Ban Ki-moon, Secretario General

Informe a la Asamblea General

«NOSOTROS LOS PUEBLOS»

Nueva York, 21 de septiembre de 2011

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(Cotejar contra intervención)

Señor Presidente:
Distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno:
Excelentísimas Señoras, Excelentísimos Señores,
Damas y Caballeros,

A fines del próximo mes, nacerá un niño: ese día serán 7.000 millones los habitantes de nuestro planeta Tierra.

Supongamos que ese niño es una niña. Lo más probable es que sea pobre. Tal vez crezca fuerte y sana, tal vez no.

Si es especialmente afortunada, recibirá una educación y tratará de abrirse camino en el mundo, llena de esperanzas y sueños.

Aparte de eso, solo una cosa sabemos con certeza: que entrará en un mundo sujeto a cambios enormes e imprevisibles, cambios ambientales, económicos, geopolíticos, tecnológicos y demográficos.

La población mundial se ha triplicado desde la fundación de las Naciones Unidas. Y su número sigue creciendo.

Como también crece la presión a que se ven sometidas la tierra, la energía, los alimentos y el agua.

La crisis económica mundial sigue haciendo estragos en empresas, gobiernos y familias de todo el mundo.

El desempleo está aumentando. Las desigualdades sociales son cada vez mayores. Demasiadas personas viven con miedo.

Excelentísimas Señoras, Excelentísimos Señores,

Las Naciones Unidas existen para servir a aquellos a quienes debe su fundación– «NOSOTROS LOS PUEBLOS».

Durante mis cinco años como Secretario General, he viajado por todo el mundo para conocer a las personas allí donde viven ... para conocer sus esperanzas y temores.

Hace dos semanas visité Kiribati y las Islas Salomón. Los isleños me hablaron de su miedo al cambio climático. Los mares hinchados están llegando a sus hogares. Un día, el agua podría arrastrarlos por completo.

Una niña de corta edad llamada Tamauri tuvo el valor de hablar. «¿Qué será de nosotros?», preguntó. «¿Qué pueden hacer las Naciones Unidas por nosotros?»

Su pregunta la traslado hoy a ustedes, los líderes del mundo.

¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos ayudar a nuestros semejantes a encontrar más paz, prosperidad y justicia en un mundo en crisis?

Excelentísimas Señoras, Excelentísimos Señores,
Damas y Caballeros,

Al reflexionar sobre el tiempo que llevo en el cargo, me invade una apasionada convicción – una fe inquebrantable en la continua importancia de esta noble institución, las Naciones Unidas.

Hoy me gustaría compartir con ustedes mi punto de vista sobre el camino a seguir. A mi entender, tenemos cinco imperativos, cinco oportunidades generacionales para plasmar el mundo del mañana en función de las decisiones que tomemos hoy.

El primero y más grande de dichos imperativos es el desarrollo sostenible – el imperativo del siglo XXI.

Salvar nuestro planeta ... sacar a las personas de la pobreza ... promover el crecimiento económico, son todos aspectos de una misma lucha.

Debemos conectar los puntos entre el cambio climático, la escasez de agua, la escasez de energía, la salud mundial, la seguridad alimentaria y el empoderamiento de la mujer. Las soluciones a un problema deben serlo para todos los demás.

La próxima Conferencia de Río, 20 años después de la primera, debe culminar con éxito.

Tenemos que avanzar en materia de cambio climático.

No podemos ganar el futuro si seguimos quemando el entorno que lo hace posible. No podemos engañarnos diciendo que el peligro no existe, ni rechazarlo solo porque afecta a otras personas.

Hoy hago un llamamiento para que se alcance un acuerdo vinculante sobre el cambio climático – un acuerdo con metas de emisiones más ambiciosas a nivel nacional y mundial.

Y tenemos que adoptar medidas sobre el terreno ya mismo – en materia de reducción de emisiones y adaptación.

Excelentísimas Señoras, Excelentísimos Señores, Damas y Caballeros,

La energía es esencial, a nuestro planeta y a nuestro modo de vida. Por ello hemos puesto en marcha una iniciativa pionera llamada Energía sostenible para todos.

Debemos invertir en las personas – particularmente en la educación y la salud de las mujeres y los niños. El desarrollo no es sostenible a menos que sea equitativo y esté al servicio de todas las personas.

Debemos intensificar nuestros esfuerzos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y superarlos.

Hoy los exhorto a ambicionar cosas mayores y a poner la mirada más allá del horizonte de 2015.

Preparemos una nueva generación de objetivos de desarrollo sostenible que tome el relevo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Pongámonos de acuerdo sobre los medios para alcanzarlos.

Excelentísimas Señoras, Excelentísimos Señores,

La segunda gran oportunidad es la prevención.

Este año, el presupuesto de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz ascenderá a un total de 8.000 millones de dólares.

Consideren las economías que se pueden obtener si actuamos antes de que surjan los conflictos – por ejemplo mediante el despliegue de misiones de mediación política, en lugar de contingentes.

Sabemos cómo hacerlo. Nuestro historial lo demuestra – en Guinea, en Kenya, en Kirguistán.

Para evitar violaciones de los derechos humanos, debemos trabajar en pro del estado de derecho y hacer frente a la impunidad. Hemos forjado una nueva dimensión para la responsabilidad de proteger. No nos detendremos.

Para evitar daños incontrolados a consecuencia de desastres naturales, debemos trabajar para mejorar los mecanismos de preparación y reducción del riesgo de desastres.

Y recordemos que el desarrollo es, en última instancia, la mejor prevención.

Hoy, les pido su apoyo.

Comprometamos los recursos necesarios. Hagamos que la «prevención» pase de ser un concepto abstracto a convertirse en un principio operativo básico en toda la gama de nuestras actividades.

Damas y Caballeros,

El tercer imperativo es la construcción de un mundo más seguro – la responsabilidad básica de las Naciones Unidas.

Este año hemos atravesado duras pruebas. En Côte d’Ivoire, defendimos con firmeza la democracia y los derechos humanos. Trabajando en estrecha colaboración con nuestros asociados regionales, hemos dejado huella en las vidas de millones de personas.

En el Afganistán y en el Iraq, continuaremos nuestras misiones con determinación y compromiso hacia los pueblos de estas orgullosas naciones.

En Darfur, seguimos salvando vidas y ayudando a mantener la paz en condiciones difíciles. Para que nuestra labor tenga éxito, se requiere la cooperación y el pleno apoyo de la comunidad internacional, las partes sobre el terreno y el gobierno del Sudán.

En el Sudán, las partes en el Acuerdo General de Paz deben trabajar conjuntamente para prevenir conflictos y resolver las cuestiones pendientes.

En el Medio Oriente, debemos salir del punto muerto en que nos encontramos. Hace mucho tiempo acordamos que los palestinos merecían un Estado. Israel necesita seguridad. Ambos quieren la paz. Prometemos trabajar incansablemente para ayudar a lograr la paz mediante una solución negociada.

Debemos ser innovadores a fin de potenciar al máximo la singular fuerza para el bien que representa la labor de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas. Estamos poniendo en práctica nuevos enfoques. Hemos fortalecido el apoyo a las actividades sobre el terreno y hemos reconfigurado la arquitectura de las operaciones de mantenimiento de la paz.

En lugares como la República Democrática del Congo y Sierra Leona, estamos construyendo la paz, impulsando la sociedad civil, promoviendo el estado de derecho y creando instituciones de gobernanza íntegras y eficaces.

Hoy tenemos la capacidad para responder a cualquier situación con más rapidez y eficacia que nunca, y eso va a continuar.

Seguimos siendo los primeros auxiliadores en situaciones de emergencia – en el Pakistán, Haití y otros lugares.

Es esencial que sigamos construyendo nuestro servicio de socorro humanitario más innovador y eficaz – el Fondo central para la acción en casos de emergencia, conocido por las siglas CERF.

Sigue propagándose la hambruna en Somalia. Hago un llamamiento a todos ustedes para que ayuden a salvar a los niños de la región del Cuerno de África.

Como aprendimos en Fukushima y en otros lugares, los accidentes nucleares no respetan las fronteras nacionales. Se requieren medidas de alcance mundial. Necesitamos normas internacionales estrictas en materia de seguridad para prevenir futuros desastres.

Vamos a seguir insistiendo en lo que respecta al desarme y la no proliferación. Hagamos realidad el sueño de un mundo libre de armas nucleares.

Damas y Caballeros,

La cuarta gran oportunidad es prestar apoyo a las naciones en transición.

Los acontecimientos trascendentales registrados este año en África del Norte y en el Oriente Medio nos han inspirado. Contribuyamos a que la primavera árabe sea una verdadera primavera de esperanza para todos.

En Libia estamos desplegando una nueva misión de apoyo de las Naciones Unidas para ayudar a las autoridades de país a establecer un nuevo gobierno y un orden jurídico acorde con las aspiraciones del pueblo libio.

Siria es motivo de especial preocupación. Somos testigos desde hace seis meses de una violencia y una represión en aumento. El Gobierno se ha comprometido reiteradamente a emprender reformas y escuchar al pueblo. Pero no lo ha hecho. Ha llegado el momento de actuar. Es preciso poner fin a la violencia.

También hay otros que anhelan nuestro apoyo.

Tal vez se trate de un país que sale de la guerra. De un país que pasa de la autocracia a la democracia, de la pobreza a una nueva prosperidad.

Las Naciones Unidas deben ayudar a encontrar el camino.

Esa ayuda puede consistir en apoyo para restablecer la justicia o restaurar los servicios públicos. En asistencia para la organización de elecciones o para la redacción de una constitución.

El desafío de hoy consiste en consolidar el progreso y aprovechar la experiencia adquirida.

Este desafío se manifiesta con máxima claridad en los esfuerzos por ayudar a Sudán del Sur a establecer un Estado funcional tras decenios de conflicto.

La quinta y última oportunidad es que podemos lograr enormes avances en nuestras actividades en todas las esferas si trabajamos con y para las mujeres y los jóvenes. Las mujeres sostienen más de la mitad del cielo y encierran gran parte del potencial no realizado del mundo. Son las educadoras, las encargadas de la crianza de los hijos, las que mantienen la unión de la familia y, cada vez más las que impulsan la economía. Son dirigentes natas.

Es preciso que las mujeres participen plenamente en el gobierno, en la actividad económica y en la sociedad civil. Y este año por primera vez tenemos nuestro propio mecanismo singular y poderoso para promover el cambio dinámico: ONU-Mujeres.

Me es particularmente grato ver este año tantas mujeres en la Asamblea General. Doy una especial bienvenida a la próxima oradora, Dilma Rousseff, Presidenta del Brasil, la primera mujer en la historia de las Naciones Unidas que abre el debate general de la Asamblea.

Podemos enorgullecernos de las numerosas mujeres líderes que tenemos en las Naciones Unidas. Seguiremos adelante con nuestra política de promover la participación de las mujeres en todos los niveles de la Organización.

Y nos preocuparemos también de la próxima generación. Los jóvenes son más que nuestro futuro. Son también nuestro presente, tanto por su número como por la forma en que impulsan el cambio político y social. Tenemos que encontrar nuevas formas de crear empleos decentes y oportunidades para los jóvenes de todo el mundo.

Excelentísimas Señoras, Excelentísimos Señores:

Nos enfrentamos a desafíos extraordinarios. No podemos responder a ellos con medidas ordinarias.

Necesitamos por sobre todo una cosa: solidaridad.

La solidaridad empieza con lo obvio: sin recursos, no podemos actuar.

Hoy ruego a los gobiernos que siempre han cargado con la mayor parte de los gastos que no flaqueen en su generosidad.

El dinero escasea. Sin embargo, sabemos también que invertir por conducto de las Naciones Unidas es una buena política. La carga compartida se aligera. La solución no es reducir la actividad.

A aquellos entre ustedes que representan a las potencias en auge, cuyo dinamismo es un motor cada vez más importante de la economía mundial, les recuerdo que el poder trae aparejada la responsabilidad.

En primer lugar, pido a todos que contribuyan con lo que puedan: expertos, personal de mantenimiento de la paz, helicópteros. Jamás subestimen la influencia de su liderato. Una y otra vez he visto a las naciones más pequeñas hacer el mayor aporte a nuestra labor.

Los gobiernos no pueden asumir solos toda la responsabilidad. Para atender a los necesitados debemos ampliar nuestra base y recurrir también a otras instancias. Debemos aprovechar todas las posibilidades que ofrecen las alianzas en todos los niveles de la organización.

El éxito en la lucha contra la malaria nos muestra el camino. Hemos comprobado el poder de transformación de las alianzas en la Iniciativa todas las mujeres, todos los niños, para la cual se han prometido más de 40.000 millones de dólares, es decir, el cuádruple del presupuesto anual de las Naciones Unidas.

Cuando combinamos la autoridad de convocación y los recursos técnicos sin paralelo de las Naciones Unidas con los diversos elementos de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil constituimos una fuerza poderosísima al servicio del bien.

Por último, tenemos que adaptarnos a estos tiempos cambiantes.

En esta época de austeridad, debemos hacer más con menos. Unidos en la acción hemos de invertir con prudencia el dinero de los contribuyentes mundiales, eliminar el desperdicio y evitar la duplicación.

La responsabilidad y la transparencia siguen siendo nuestras consignas. Somos responsables ante los Estados Miembros. Pero no podemos aumentar nuestra eficiencia sin su apoyo decidido y constante.

Debemos agilizar el proceso presupuestario y ayudar a las Naciones Unidas a cumplir sus funciones a un costo que ninguna nación puede emular por sí sola.

Debemos seguir pugnando por plasmar una fuerza de trabajo más moderna y móvil, una Organización más rápida y más flexible, una Organización innovadora que aproveche las oportunidades que ofrecen los medios sociales y las nuevas tecnologías, una Organización que ayude a resolver los problemas del mundo real en tiempo real.

Por último, aunque ciertamente no menos importante, hagamos todo lo posible por proteger al personal de las Naciones Unidas. Hemos perdido tantas vidas; las Naciones Unidas han pasado a ser un blanco fácil.

Recordamos hoy con gratitud a los que prestan servicios con tanta dedicación en tantos lugares peligrosos.

Excelentísimas Señoras, Excelentísimos Señores, distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno:

En esta gran sala parecen muy lejanas esas islas dispersas en el gran Océano Pacífico que van perdiendo terreno. Sin embargo, oigo claramente la súplica de esa niña como si estuviera aquí a mi lado.

Tal vez sea porque hace 60 años fui un niño como ella.

Las Naciones Unidas son la respuesta, como lo eran entonces.

Hoy llegan a mis oídos las voces de millones de otros niños y niñas que claman por nuestra ayuda, que cifran en nosotros su esperanza.

«NOSOTROS LOS PUEBLOS».

Siete mil millones vuelven la mirada a nosotros, los dirigentes del mundo.

Necesitan soluciones, exigen liderato. Quieren que actuemos.

Que actuemos con compasión, valentía y convicción.

Que actuemos en forma concertada, las naciones unidas en las Naciones Unidas.

Excelentísimas Señoras, Excelentísimos Señores:

Prosigamos juntos nuestra jornada.

Muchas gracias.

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