Mensaje del Secretario General

El Secretario General
Mensaje con motivo del Día Internacional de la Mujer
8 de marzo de 2005

Este año señala un hito en el movimiento en pro de la igualdad de género y el adelanto de la mujer: el examen decenal de la Conferencia y la Plataforma de Acción de Beijing. En 1995 las mujeres se reunieron en Beijing y dieron un enorme paso hacia adelante en nombre de la humanidad. En consecuencia, el mundo reconoció explícitamente, como nunca antes lo había hecho, que la igualdad de género es fundamental para el desarrollo y la paz de todas las naciones. Diez años más tarde, las mujeres no sólo tienen mayor conciencia de sus derechos sino también mayor capacidad para ejercerlos.

En este decenio hemos presenciado adelantos tangibles en muchos frentes. La expectativa de vida y las tasas de fecundidad han aumentado. Hay más niñas matriculadas en las escuelas primarias. El número de mujeres que ganan un sueldo es el mayor de la historia. A la vez, han surgido nuevos desafíos. Por ejemplo, la trata de mujeres y niños, una práctica abominable pero cada vez más común. O el hecho de que en los conflictos armados se ataque cada vez más a las mujeres. O el crecimiento aterrador del VIH/SIDA entre las mujeres, en particular entre las mujeres jóvenes.

No obstante, al reflexionar sobre el decenio transcurrido, hay algo que se destaca por encima de todo lo demás: hemos aprendido que los problemas con que se enfrentan las mujeres no son problemas sin solución. Hemos aprendido cuáles cosas dan resultados y cuáles no. Para que podamos modificar el legado histórico que coloca a la mujer en una situación de desventaja en la mayoría de las sociedades debemos aplicar lo que hemos aprendido a mayor escala. Debemos adoptar medidas concretas y bien dirigidas en diversas esferas.

Este año ofrece la oportunidad invalorable de hacer precisamente eso en momentos en que los dirigentes del mundo se preparan para reunirse en una cumbre que tendrá lugar en septiembre en las Naciones Unidas con objeto de examinar los adelantos realizados en la aplicación de la Declaración del Milenio, el documento acordado en 2000 por todos los gobiernos del mundo con carácter de plan para la construcción de un mundo mejor en el siglo XXI. Como parte de ese proceso desearía instar a la comunidad internacional a que recuerde que la promoción de la igualdad de género no es sólo responsabilidad de la mujer sino que incumbe a todos nosotros.

Han transcurrido 60 años desde que los fundadores de las Naciones Unidas consagraron en la primera página de nuestra Carta la igualdad de derechos de las mujeres y los hombres. Desde entonces todos los estudios realizados nos han enseñado que no existe un instrumento de desarrollo más eficaz que la potenciación de la mujer. Ninguna otra política tiene las mismas posibilidades de aumentar la productividad económica ni de reducir la mortalidad maternoinfantil. Ninguna otra política mejorará sin duda la nutrición ni promoverá la salud, incluida la prevención del VIH/SIDA.

Ninguna otra política es tan poderosa para aumentar las posibilidades de educación de la próxima generación. Y también me atrevería a decir que ninguna otra política es más importante para prevenir los conflictos ni para lograr la reconciliación una vez terminado un conflicto.

Cualesquiera sean los auténticos beneficios de invertir en las mujeres, el hecho más importante sigue siendo que las propias mujeres tienen derecho a vivir dignamente, sin carencias y sin temores. En este Día Internacional de la Mujer sugiero que nos propongamos convertir eso en realidad.