Mensaje del Secretario General

Por décima y última vez en mi condición de Secretario General, transmito a mis amigos y colegas de todo el mundo mis mejores deseos con motivo del Día de las Naciones Unidas. Habiendo pasado casi toda mi vida profesional en las Naciones Unidas, este día y los valores que encarna tendrán siempre un significado especial para mí.

En los diez últimos años hemos concretado grandes avances en nuestra empresa colectiva en pro del desarrollo, la seguridad y los derechos humanos.

  • La ayuda y el alivio de la deuda han aumentado, con lo cual la economía mundial es hoy algo más justa.
  • El mundo procede por fin a intensificar su respuesta al VIH/SIDA.
  • Hay menos guerras entre Estados que antes, y muchas guerras civiles han terminado.
  • Más gobiernos son elegidos por el pueblo al que gobiernan y le rinden cuentas de sus actos.
  • Todos los Estados han reconocido, por lo menos verbalmente, la responsabilidad que les incumbe de proteger a los pueblos del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad.

No obstante, aún queda mucho por hacer:

  • La brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor.
  • Pocos son los países que están en vías de cumplir para 2015 los ocho objetivos de desarrollo del Milenio.
  • Muchas personas siguen padeciendo atrocidades, represión y conflictos brutales.
  • Hay que prestar atención urgente al régimen de no proliferación nuclear.
  • El terrorismo y la reacción que suscita propagan el temor y la sospecha.

Parece que ni siquiera estamos de acuerdo en la importancia que tiene cada amenaza. Los habitantes de una isla pequeña tal vez consideren que el recalentamiento del planeta es el problema más grave, mientras que los habitantes de ciudades en las que se han perpetrado atentados terroristas, como Nueva York, Mumbai o Estambul, opinarán que la lucha contra el terrorismo reviste mayor urgencia. Puede que otros se decanten por la pobreza, las enfermedades o el genocidio.

Lo cierto es que todas estas amenazas son de ámbito mundial. Todos debemos preocuparnos por todas ellas. De lo contrario, tal vez no podamos hacer frente con éxito a ninguna.

Hoy más que nunca, no podemos permitirnos el lujo de estar divididos. Sé que Uds., los pueblos del mundo, lo entienden. Les doy las gracias por el apoyo y el aliento que me han dado a lo largo de estos diez años difíciles y, sin embargo, apasionantes.

Les ruego que insten a sus dirigentes a que colaboren con mi sucesor para que las Naciones Unidas ganen en fortaleza y efectividad.

¡Vivan nuestro planeta y sus pueblos! ¡Vivan las Naciones Unidas!

 

 

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