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Mensaje del Secretario General en el día
de las Naciones Unidas

24 de octubre de 2003

Queridos amigos de todo el mundo:

Atravesamos momentos difíciles, para el mundo y para las Naciones Unidas.

En el Iraq y en otras muchas regiones, la violencia y el terror siguen llevando la muerte y el sufrimiento a personas inocentes. En agosto, las propias Naciones Unidas sufrieron un brutal atentado en su sede de Bagdad. Nosotros perdimos a algunos de nuestros más queridos amigos y colegas. Ustedes, los pueblos del mundo, perdieron a algunos de sus mejores y más abnegados servidores.

Pero en este Día de las Naciones Unidas no nos dejemos invadir por el luto y el abatimiento. Recordemos más bien la misión que cumplían nuestros compañeros en el Iraq: ayudar al pueblo iraquí a reconstruir su país, tras años de guerra, de opresión y de aislamiento, al igual que otros trabajadores de las Naciones Unidas en otros países desgarrados por la guerra, contribuyendo a aliviar los sufrimientos, restablecer la paz y levantar nuevas instituciones.

Debemos continuar esa labor de servicio a la humanidad donde las necesidades son más acuciantes. Debemos seguir ayudándolos a ustedes, los pueblos del mundo, a encontrar soluciones comunes a problemas comunes. Y así lo haremos.

Perseveraremos en nuestro esfuerzo para combatir la pobreza, las enfermedades, el cambio climático y la proliferación de las armas pequeñas. Y también colaboraremos para combatir el terrorismo y la difusión de las armas de destrucción en masa. No tenemos opción. Las Naciones Unidas deben enfrentarse a todas estas amenazas simultáneamente.

Para triunfar en este empeño, tal vez sea necesario introducir cambios en nuestro sistema internacional, incluidas las propias Naciones Unidas. En general, estoy convencido de que nuestra Organización ha hecho un buen servicio a la humanidad durante 58 años. Pero nunca ha sido perfecta, y puede que haya llegado el momento de mejorarla. He instado a todos los gobiernos a que reflexionen sobre esto y designaré a un grupo especial de expertos para que hagan sugerencias.

Al final, serán los gobiernos los que decidan. Pero sólo harán un esfuerzo por llegar a un acuerdo si ustedes, los pueblos, les dicen claramente qué esperan de ellos en qué clase de mundo desean vivir. Confío en que ustedes así lo harán. Y estoy convencido de que si hacen oír su voz, alto y claro, podremos realmente superar esta crisis y crear un mundo mejor, basado en el Estado de derecho.

Debemos perseverar, convencidos de que todos estamos contribuyendo a un futuro mejor, para nosotros y para nuestros hijos.