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Día Internacional del Personal de Paz
de las Naciones Unidas, 29 de mayo de 2009

Mujeres manteniendo la paz: El poder de empoderar

En los últimos sesenta años, la labor de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas ha evolucionado hasta convertirse en uno de los principales instrumentos de los que se vale la comunidad internacional para ocuparse de crisis complejas que ponen en peligro la paz y la seguridad internacionales. Hoy día, más de 110.000 hombres y mujeres prestan servicios militares, policiales y civiles como personal de paz en 16 operaciones de mantenimiento de la paz en todo el mundo, desde las áridas tierras de Darfur hasta las montañas de la República Democrática del Congo y las costas de Haití. Los países que hasta el presente han aportado personal policial y militar son ya 120, una cifra sin precedentes. Esta participación no solo reafirma la solidez de las operaciones de las Naciones Unidas; es también una clara demostración del respeto, la fiabilidad y la confianza que se ha ganado la labor de mantenimiento de la paz de la Organización.

En 2000, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó su histórica resolución 1325 sobre la mujer, la paz y la seguridad. Por primera vez en una resolución general, el Consejo reconocía que las mujeres constituían la mayoría de los que se veían más perjudicados por los conflictos armados y que debían asumir una función acorde en la prevención y solución de esos conflictos.

En la resolución se subrayaba la importancia de la participación plena y equitativa de la mujer en todas las tareas de mantenimiento y promoción de la paz y la seguridad. Entre las muchas recomendaciones de esa resolución, se pedía la ampliación del papel y la contribución de la mujer en las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, ya fuese en funciones militares, policiales y civiles o en cargos de dirección.

Tras la aprobación de la resolución 1325, la Sede de las Naciones Unidas, las operaciones de mantenimiento de la paz y los Estados Miembros han trabajado en conjunto para cumplir esos objetivos, aunque los adelantos logrados dejan mucho que desear. En el aspecto civil, el porcentaje de mujeres reclutadas, contratadas y asignadas por la Secretaría para trabajar en las operaciones de mantenimiento de la paz alcanzó un 30%, lo que hace abrigar esperanzas de lograr la paridad entre los sexos. El progreso ha sido mucho más lento en el aspecto militar de esas operaciones, a las que contribuyen los Estados Miembros, y que actualmente cuentan con menos del 3% del total de mujeres, cifra que incluye un 8% de los 10.000 agentes policiales y 2% de los 80.000 efectivos militares.

El mantenimiento de la paz ya no se limita a la función tradicional de fiscalizar el cumplimiento de acuerdos de cesación del fuego o vigilar las fronteras entre Estados soberanos, sino que ha cobrado la forma de operaciones pluridimensionales y en gran escala que a menudo tienen por objeto buscar solución a guerras civiles. La finalidad del mandato para estas misiones más recientes es facilitar procesos políticos mediante la promoción del diálogo y la reconciliación nacionales; proteger a la población civil; prestar asistencia en el desarme, la desmovilización y la reintegración de los combatientes; apoyar la organización de las elecciones; proteger y promover los derechos humanos; promover la reforma del sector de seguridad interna; y ayudar al restablecimiento del estado de derecho.

La necesidad de incorporar a más mujeres en las tareas de mantenimiento de la paz es ahora más apremiante que nunca debido a esta ampliación de las responsabilidades. El personal femenino de la paz ha demostrado en todas esas actividades que puede desempeñar las mismas funciones, con el mismo nivel de exigencia y en las mismas difíciles circunstancias que sus homólogos masculinos. En muchos casos, la mujer está en mejores condiciones de desempeñar tareas de mantenimiento de la paz, por ejemplo en las entrevistas con las víctimas de violencia sexual o por motivo de género, el trabajo en las cárceles de mujeres, la asistencia a las ex combatientes durante el proceso de desmovilización y reintegración a la vida civil y el asesoramiento a las cadetes en las academias de policía.

Otro valor añadido de esta aportación es que las mujeres miembros de las fuerzas de paz sirven de modelo en el entorno local e inspiran con su propio ejemplo a las mujeres y niñas de las sociedades donde prestan servicios, en las que a menudo los hombres tienen la primacía. Al demostrar a esas mujeres y niñas que ellas pueden hacer todo lo que se propongan en el ámbito de la política, la seguridad, el orden público, la medicina, el periodismo y demás, las mujeres que llevan cascos azules encarnan el concepto de “Poder para dar poder”.