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I. Nuevos retos para el nuevo siglo
II. Mundialización y gestión de los asuntos públicos
III. Un mundo sin miseria
IV. Un mundo libre del temor
V. Un futuro sostenible
VI. Renovación de las Naciones Unidas
VII. Para que se examine en la Cumbre

  Nosotros los pueblos

 I. Nuevos retos para el nuevo siglo

El nuevo milenio, y la Cumbre del Milenio, ofrecen a los pueblos del mundo una oportunidad única de reflexionar sobre su destino común en un momento en que se encuentran más interrelacionados de lo que nunca lo han estado. Los pueblos esperan de sus líderes que señalen cuáles son los retos del futuro y tomen medidas para hacerles frente. Las Naciones Unidas pueden ayudar a hacer frente a esos retos si sus Miembros convienen en dar una nueva orientación a la misión que deben cumplir. Las Naciones Unidas, que se fundaron en 1945 para introducir nuevos principios en las relaciones internacionales, han logrado mejores resultados en unas esferas que en otras. Esta es una oportunidad de reestructurar las Naciones Unidas de forma que puedan realmente contribuir a mejorar la vida de los pueblos en el nuevo siglo.

 II. Mundialización y gestión de los asuntos públicos

Los beneficios de la mundialización son evidentes: un crecimiento más rápido, niveles de vida más elevados, nuevas oportunidades. Sin embargo, empieza a haber una reacción negativa porque esos beneficios se distribuyen de manera muy desigual y porque el mercado mundial no se apoya todavía en normas basadas en objetivos sociales compartidos.

En 1945, los fundadores establecieron un sistema abierto de cooperación para un mundo internacional. Ese sistema funcionó e hizo posible que surgiera la mundialización. Como consecuencia de ello, actualmente vivimos en un mundo globalizado. Responder a este cambio es hoy día un reto básico para los líderes mundiales.

En este nuevo mundo, los grupos y las personas interaccionan directamente cada vez con mayor frecuencia a través de las fronteras, sin que intervenga el Estado. Esto tiene sus peligros. La delincuencia, las drogas, el terrorismo, la contaminación, las enfermedades, las armas, los refugiados y los emigrantes circulan en todas direcciones con más rapidez y en mayor número que en el pasado. La gente se siente amenazada por hechos que ocurren muy lejos. También está mejor informada de los actos de injusticia y brutalidad que se cometen en países remotos y esperan que los Estados hagan algo al respecto. Pero las nuevas tecnologías crean también oportunidades de entendimiento mutuo y acción común. Para sacar el mejor provecho posible de la mundialización y evitar sus peores efectos, debemos aprender a gobernar mejor y la manera de gobernar mejor juntos.

Ello no supone la implantación de un gobierno mundial o el eclipse de los Estados nación. Por el contrario, los Estados han de fortalecerse. Y pueden darse fuerzas mutuamente actuando juntos en instituciones comunes basadas en normas y valores compartidos. Esas instituciones deben reflejar la realidad de la época, incluso la distribución del poder. Y deben servir de foro en el que los Estados cooperen con entidades no estatales, incluidas las empresas mundiales. En muchos casos deberán complementarse con redes de promoción de políticas menos estructuradas que puedan responder más rápidamente a los cambios en los temas de debate mundiales.

Las tremendas disparidades en la distribución de la riqueza en el mundo de hoy, las condiciones miserables en las que viven más de 1.000 millones de personas, la frecuencia con que se desatan conflictos en algunas regiones y la rápida degradación del medio ambiente natural son factores que contribuyen a que no sea sostenible el actual modelo de desarrollo a menos que se tomen medidas correctivas de común acuerdo. Una reciente encuesta de opinión pública que abarcó seis continentes la más amplia que se haya realizado nunca confirma que esas medidas son las que la gente desea.

 III. Un mundo sin miseria

Durante el último medio siglo ha habido ganancias económicas sin precedentes. Pero 1.200 millones de personas viven con menos de 1 dólar al día. La combinación de extrema pobreza con extrema desigualdad entre los países, y frecuentemente dentro de ellos también, es una afrenta a nuestra humanidad común. Además hace que se agraven otros muchos problemas, entre ellos los conflictos. Por otra parte, la población mundial continúa aumentando rápidamente, y ese aumento se concentra en los países más pobres.

Tenemos que tomar medidas para reducir la pobreza extrema a la mitad en todas las partes del mundo antes del año 2015. Los siguientes sectores son prioritarios:

  • Crecimiento sostenido. Esto significa, sobre todo, lograr que la población de todos los países en desarrollo pueda beneficiarse de la mundialización.
  • Creación de oportunidades para los jóvenes. Para el año 2015, todos los niños han de cursar la totalidad de los estudios primarios, con igualdad de oportunidades para los niños y las niñas en todos los niveles de la enseñanza. Y hay que hallar los medios de proporcionar a los jóvenes un trabajo decente.  
  • Promoción de la salud y lucha contra el VIH/SIDA. Las investigaciones sanitarias han de reorientarse hacia los problemas que afectan al 90% de la población del mundo. Para el año 2010 deberíamos haber reducido en un 25% la tasa de infección de los jóvenes por el VIH.
  • Eliminación de los barrios de tugurios. Hemos de apoyar el plan de acción Ciudades sin barrios de tugurios, que tiene por objetivo mejorar la vida de 100 millones de habitantes de barrios de tugurios para el año 2020.
  • La situación de África. En el informe se desafía a los expertos y a las fundaciones filantrópicas a que luchen contra la baja productividad agrícola de África. También se insta a los gobiernos de los países africanos a que den mayor prioridad a la reducción de la pobreza y se exhorta al resto del mundo a que los ayude.
  • Puentes digitales. Las nuevas tecnologías brindan una oportunidad sin precedentes de que los países en desarrollo se salten las primeras fases del desarrollo. Hay que hacer todo lo posible para maximizar el acceso de sus pueblos a las nuevas redes de información.  
  • Solidaridad mundial. Los países ricos han de abrir más sus mercados a los productos de los países pobres, han de proporcionar un alivio de la deuda más profundo y más rápido y han de prestar una asistencia para el desarrollo que sea mejor y esté mejor orientada. Librar al mundo del azote de la pobreza extrema es un desafío para cada uno de nosotros. No podemos menos de responder a ese desafío.

 IV. Un mundo libre del temor

Las guerras entre Estados han pasado a ser menos frecuentes. Pero en el último decenio las guerras internas han cobrado más de 5 millones de vidas, y expulsado de sus hogares un número muy superior de personas. Al mismo tiempo las armas de destrucción en masa siguen inspirando temor. Pensamos ahora menos en términos de la seguridad como defensa del territorio, y más en términos de protección de la gente. Debe enfrentarse la amenaza de un conflicto mortífero en cada etapa:

  • Prevención. Los conflictos son más frecuentes en los países pobres, especialmente en los que están mal gobernados y donde hay agudas desigualdades entre grupos étnicos o religiosos. La mejor manera de prevenirlos consiste en promover un desarrollo económico sano y equilibrado, combinado con el respeto por los derechos humanos y los derechos de las minorías, y con acuerdos políticos en que estén representados equitativamente todos los grupos. Además, deben hacerse conocer las transferencias ilícitas de armas, dinero o recursos naturales.
  • Protección de los sectores vulnerables. Debemos hallar mejores medios de aplicar el derecho internacional y el derecho relativo a los derechos humanos, y velar por que las violaciones graves no queden impunes.
  • El dilema de la intervención. No debe utilizarse la soberanía nacional para proteger a los que violan arbitrariamente los derechos y la vida de sus congéneres. Ante el asesinato en masa, la intervención armada autorizada por el Consejo de Seguridad es una opción a la que no cabe renunciar.
  • Fortalecimiento de las operaciones de paz. Se invita a la Asamblea del Milenio a que considere las recomendaciones de un grupo de alto nivel creado por el Secretario General para examinar todos los aspectos de las operaciones de paz.
  • Especificación de las sanciones. En investigaciones recientes se ha estudiado la forma de hacer que las sanciones sean más eficaces mediante la especificación mejor de su objetivo. El Consejo de Seguridad debe basarse en esa investigación al formular y aplicar regímenes de sanciones en el futuro.
  • La reducción de los armamentos. El Secretario General insta a los Estados Miembros a que controlen de manera más rigurosa las transferencias de armas pequeñas y a que se comprometan nuevamente a reducir los riesgos tanto de las armas nucleares existentes como de su mayor proliferación.

 V. Un futuro sostenible

Actualmente nos enfrentamos a la necesidad urgente de garantizar que las generaciones futuras tengan libertad para llevar una vida sostenible en este planeta, y no lo estamos logrando. Estamos saqueando el patrimonio de nuestros hijos para sufragar prácticas insostenibles. Conseguir que esto cambie es labor tanto de los países ricos como de los pobres. En la Conferencia que se celebró en Río en 1992 se pusieron los cimientos y el Protocolo de Montreal relativo a las sustancias que agotan la capa de ozono es un importante paso adelante, pero en todos los demás aspectos nuestras respuestas son demasiado escasas, demasiado pequeñas y demasiado tardías. Es necesario que antes del año 2002 reavivemos el debate y nos preparemos para actuar con decisión en los ámbitos siguientes:

  • El problema del cambio climático. Para que disminuya la amenaza de calentamiento del planeta hace falta que las emisiones de carbono y otros "gases de efecto invernadero" se reduzcan en un 60%. Ello puede lograrse promoviendo la eficiencia energética y recurriendo más a las fuentes renovables de energía. El primer paso sería que se aplicara el Protocolo de Kioto de 1997.
  • La crisis de los recursos hídricos. En el informe se insta a la Cumbre del Milenio a que haga suyo el objetivo formulado en la Conferencia Ministerial del Foro Mundial del Agua de reducir a la mitad, antes del año 2015, la proporción de personas que no tienen acceso al agua potable y asequible. También se insta a realizar una "revolución azul" con el fin de aumentar la productividad agrícola por unidad de agua al tiempo que se mejora la gestión de las cuencas hidrográficas y las llanuras aluviales.
  • Defensa de los suelos. La biotecnología puede hacernos concebir la esperanza de que será posible alimentar a la población cada vez más numerosa del mundo con unas tierras de cultivo cada vez menos extensas, pero su seguridad y los efectos que tiene para el medio ambiente son muy controvertidos. El Secretario General va a organizar una red mundial de promoción de políticas para intentar esclarecer esas cuestiones y evitar que los pobres y hambrientos sean los perjudicados.
  • Preservación de los bosques, la pesca y la diversidad biológica. La conservación es vital en todos esos ámbitos. Los gobiernos y el sector privado deben colaborar en su apoyo.
  • Una nueva ética de la gestión. El Secretario General recomienda cuatro prioridades:
     1) Educación de la población;
     2) "Contabilidad verde", con el fin de integrar el medio ambiente en las políticas económicas;
     3) Normativas e incentivos;
     4) Datos científicos más precisos.

Tanto las personas como los gobiernos deben comprometerse a adoptar una ética nueva de conservación y gestión.

VI. Renovación de las Naciones Unidas

Sin una Organización fuerte, será mucho más difícil hacer frente a todos estos problemas. El fortalecimiento de las Naciones Unidas depende de los gobiernos y, especialmente, de su voluntad de colaborar con otros agentes -- el sector privado, las organizaciones no gubernamentales y los organismos multilaterales -- para encontrar soluciones de consenso. Las Naciones Unidas deben actuar como catalizador para estimular la acción de los demás. Por último, deben aprovechar plenamente las nuevas tecnologías, sobre todo la tecnología de la información. El Secretario General recomienda las siguientes esferas para la acción:

  • Nuestros puntos fuertes. La influencia de las Naciones Unidas deriva no de su poder sino de los valores que representa, la función que desempeña en el establecimiento y mantenimiento de normas mundiales, su capacidad para estimular los intereses mundiales y la acción consiguiente, y la confianza que inspira su labor práctica encaminada a mejorar la vida de la gente. Debemos aprovechar esos puntos fuertes, especialmente insistiendo en la importancia del imperio del derecho. Pero también es preciso que las propias Naciones Unidas se adapten, en particular reformando el Consejo de Seguridad de manera que pueda a un tiempo obrar con eficacia y disfrutar de una legitimidad incuestionable. Por último, debemos ampliar la relación de las Naciones Unidas con las organizaciones de la sociedad civil y con el sector privado y las fundaciones.
  • Adaptación al cambio: redes de apoyo. Debemos complementar las instituciones estructuradas con redes no estructuradas de promoción de políticas, que reúnan a instituciones internacionales, organizaciones de la sociedad civil y del sector privado, y a gobiernos nacionales, para alcanzar objetivos comunes.
  • Conexiones digitales. Podemos aprovechar la nueva tecnología de la información para dar mayor eficiencia a las Naciones Unidas y mejorar su interacción con el resto del mundo. Pero para lograrlo debemos superar el problema de una cultura resistente al cambio. El Secretario General pide a la industria de la tecnología de la información que nos ayude en esta tarea.
  • La revolución silenciosa en marcha. Para satisfacer las necesidades del siglo XXI hace falta una verdadera reforma estructural, un consenso más claro sobre las prioridades entre los Estados Miembros y una supervisión menos intrusiva de la labor administrativa cotidiana. Se necesitan decisiones de la Asamblea General, por ejemplo, para incluir límites y plazos de expiración al conferir nuevos mandatos e introducir la presupuestación basada en los resultados.

VII. Para que se examine en la Cumbre

El Secretario General enumera seis valores comunes a todos que reflejan el espíritu de la Carta y revisten especial importancia para el nuevo siglo: la libertad; la equidad y la solidaridad; la tolerancia, la no violencia; el respeto a la naturaleza, y la responsabilidad compartida. Insta a la Cumbre del Milenio a que apruebe una serie de resoluciones inspiradas en la parte principal del informe como prueba de su voluntad de adoptar medidas en base a esos valores.