Hojas de palma para sobrevivir a la inundación
Narración
Rita Rondunuwu es una campesina, aquí en la aldea de Lemusa, en Sulawesi, Indonesia. Con las ganancias de la hectárea de su parcela ha mantenido a sus hijos y su esposo enfermo.
Una noche del año pasado, le azotó una tragedia.
«La tierra temblaba, así que le dije a mi madre, mamá, tal vez sean truenos. Y mi madre dijo, no son truenos, ¿por qué huele a lodo? Y está tan cerca, muy cerca. Y sí, la inundación ya estaba detrás de la aldea.»
La inundación desbordó los ríos e hizo estallar una represa cercana. Cientos de árboles fueron arrastrados por la ladera de la montaña y la aldea fue cubierta por seis metros de fango. Dos personas murieron esa noche.
Es una historia que se ha convertido en algo demasiado común en Indonesia. Casi todos los meses hay inundaciones. Y con los patrones de clima cambiantes, podrían ocurrir aún en las temporadas secas. La deforestación en las laderas de las montañas afloja la tierra. Las lluvias copiosas causan con frecuencia deslizamientos, lo que provoca este tipo de destrucción.
Tomó dos semanas para que el lodo se endureciera y Rita pudiera ver como estaba su granja. // Esto es lo que encontró:
«Aquí solíamos plantar cacao, de aquí hasta allá. También había cocos. Antes, la corriente del río estaba al otro lado y cerca de aquí había cocos y cacao, pero después de la inundación, no hay nada. Ni una sola cosa. Claro que me siento muy triste porque aquí se encontraba la esperanza para la educación de mis hijos. Todo ha desaparecido.»
Puede que la granja de Rita haya desaparecido... pero sigue habiendo esperanza. Hace unos años, comenzó a tejer cestos para completar sus ingresos, pero no estaba ganando mucho dinero. Entonces se enteró de que con el apoyo del Gobierno indonesio y el FIDA, un organismo de la ONU, podía acceder a fondos para reforzar su negocio si formaba parte de un grupo. Así que se unió a otras tejedoras, y con esos fondos pudieron comprar suficientes hojas de palma para surtir órdenes rápidamente. Ahora abastecen a restaurantes en todo el país y comparten las ganancias. Todas las mujeres de aquí perdieron sus granjas debido a la inundación. Si no tejieran, ninguna de sus familias tendría fuente alguna de ingresos.
«Afortunadamente,con este negocio, tejiendo estos cestos, ganamos dinero para que la familia tenga alimentos. No pensamos en nada más, sólo alimentos.»
Y este negocio de cestos está ayudando no sólo a las tejedoras. Su vecina, Since Deto, estaba lista para cosechar su arroz cuando ocurrió la inundación. // No sólo perdió su arrozal de una hectárea; esto es todo lo que queda de su hogar. Ella, su esposo y tres hijos se quedaron solamente con la ropa que tenían puesta.
«Me siento tan desesperanzada. Es difícil conseguir comida y ropa.»
Pero gracias a que el negocio de cestos de Rita sobrevivió la inundación, Since puede ahora ganar dinero. Pasa sus días cortando hojas de palma y las vende a las tejedoras.
Mientras tanto, con apoyo adicional del FIDA, las tejedoras están aprendiendo mercadeo y contabilidad para que sus negocios puedan crecer.
Según Ron Hartman, representante de la organización, es esencial alentar a los campesinos a tener diversas fuentes de ingresos, especialmente en vista del cambio climático y el medio ambiental, que hacen que la agricultura sea mucho más arriesgada.
«Creo que la aldea de Lemusa es un buen ejemplo de lo vulnerable que son muchas aldeas agrícolas en toda Indonesia. Las oportunidades de diversificación que se han dado a la gente de esta aldea, tales como estas tejedoras, brinda la oportunidad de que si ocurre un desastre, sigan teniendo la capacidad de generar ingresos para su subsistencia.»
Conforme el gobierno trabaja para reducir los efectos catastróficos de las inundaciones, Rita y las otras tejedoras pueden ahora comenzar a reconstruir sus vidas.
Este reportaje fue producido por Joanne Levitan para las Naciones Unidas.
13 de junio de 2013
Aldeas sepultadas por el fango, cosechas arrasadas, colegios destruidos... Estos son algunos de los efectos causados por las frecuentes inundaciones en Indonesia. Con ayuda de la ONU, el Gobierno pone en marcha programas de adaptación para que las víctimas puedan resistir esos efectos y sobrevivir, creando por ejemplo pequeñas fábricas artesanales, dirigidas por mujeres.
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