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Invertir bien el dinero duramente ganado

Narración

Las Filipinas es una nación en continuo movimiento. Cada año, millón y medio de personas emigran para huir de la pobreza y encontrar empleos. Se calcula que unos 10 millones de filipinos en el extranjero envían a sus familias más de 20.000 millones de dólares al año.

Pero muy poco de este dinero es ahorrado o invertido. La mayor parte se gasta en artículos de primera necesidad o en la construcción de casas más cómodas.

Aquí en Mabini, al sur de Manila, 15 por ciento de la población trabaja en el extranjero. Se le llama «Pequeña Italia» debido a los cambios introducidos por los migrantes que viven ahí. Transformaron esta antigua comunidad agrícola en una aldea de aspecto próspero en menos de una generación.

Rolando Padama trabaja como portero en Roma. En una visita a casa, dice que está orgulloso de los cambios.

«Ahora todo está bien aquí. Tenemos casas bien construidas. No como antes, cuando pasaba un tifón, todo el mundo se iba».

Pero las apariencias engañan. Muchas de estas casas están desiertas. Al no haber actividades agrícolas, hay poco trabajo y sin ahorros, sus dueños no pueden regresar a casa.

Esto preocupa mucho a Atikha, una organización que trabaja para paliar el impacto social de la migración, dice su Directora Ejecutiva, Estrella Mai Dizon-Anonuevo.

«Si la familia no tiene ingresos, dependen únicamente de las remesas. Y cuando el immigrante regresa a casa, no tiene ingresos ni preparación para involucrarse en ninguna otra empresa.»

Para cambiar esta situación, Atikha trabaja con el Fondo Internacional de la ONU para el Desarrollo en lugares como aquí, en Roma, para dar cursos de educación financiera y oportunidades de inversión a los filipinos.

Estos migrantes están aprendiendo los beneficios de ahorrar y hacer presupuestos. Se les anima a establecer sus propios negocios o invertir en la agricultura a largo plazo.

Flora Ventura y Charito Basa son trabajadoras filipinas que participaron en el programa de educación financiera y ahora enseñan a otras personas. Ambas invirtieron en una granja de pollos cerca de Mabini.

La granja opera como cooperativa comunitaria y es financiada por más de mil trabajadores en el extranjero. Los huevos se venden en los mercados locales. Los inversores reciben una ganancia anual garantizada del seis por ciento de la suma que invierten.

«Este es mi primer certificado de inversión en la granja de gallinas ponedoras. Tengo otros dos en casa.»

«Cuando recibí mi primer certificado me sentí confiada económicamente. Hay algo que nos da algunos ingresos... Nos da más seguridad para regresar a casa porque no seremos una carga para nuestros hijos y tenemos algo con que empezar.»

Además de producir riqueza individual, estas inversiones están creando empleos que algún día ayudarán a lograr que la migración sea una elección y no una necesidad.

Este reportaje fue producido por Simone Camilli para las Naciones Unidas.

22 de febrero de 2013

Un millón y medio de emigrantes filipinos envían remesas a su país por valor de 20.000 millones de dólares anuales. Sin embargo, muchas veces, el dinero ganado con tanto esfuerzo se pierde en inversiones erróneas. La ONU les ayuda ahora a invertirlo mejor.

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